viernes, 11 de noviembre de 2016

El efecto Hillary

Cd. Victoria.- Se dijo mucho en los medios (esta columna, incluida) que el eventual triunfo de la candidata demócrata HILLARY CLINTON tendría un efecto propagandístico sustantivo en favor de la aspirante panista MARGARITA ZAVALA.
Entre otras razones por la doble coincidencia de ser esposa de expresidente y el deseo de pasar a la historia como la primera mujer en gobernar su país.
Detalle curioso, la gente estaba tan confiada en la victoria de HILLARY que se pensó en ella únicamente como un refuerzo positivo al posicionamiento de MARGARITA.
Jamás se previó lo que pudiera ocurrir ante una (impensable) derrota de la señora CLINTON. La inimaginable victoria de DONALD TRUMP.
El error de perspectiva fue generalizado. Lo admiten, en cascada, plumas de todos los colores.
La columna de LEO ZUCKERMAN, “Juegos de Poder”, en EXCELSIOR, se titula este jueves “Me equivoqué”.
Ello, mientras CARLOS PUIG cabecea su “Duda Razonable” de MILENIO con la frase “Una triste fe de erratas” y PEPE CÁRDENAS en su “Ventana” del UNIVERSAL empieza escribiendo: “Rechina la pesadilla de habernos equivocado.”
Más lejos llega JOAQUÍN LÓPEZ DÓRIGA en su espacio de MILENIO (“En Privado”) cuando confiesa: “una sensación de desolación, no solo derivada de mi doble equivocación pública e interna, que no sería candidato y de serlo, que no ganaría las elecciones. Y fue candidato y ganó.”
Desde luego, la afectada más visible es MARGARITA porque pierde no solo a una aliada y amiga personal (HILLARY) sino, sobre todo, se queda sin el modelo a seguir.
Ese patrón de conducta que (con clara intención mimética) impulsaría en México el voto de género a su favor. El efecto HILLARY, pues, se convirtió en defecto.
O, mas concretamente, en pérdida de un poderoso activo.
Los resultados de este martes le dejan un vacío considerable y además desatan sentimientos patrios muy antiguos que en los meses por venir estarán respondiendo al perfil agresivo del candidato ganador.

EFECTO TRUMP
Por todo esto, hoy que la realidad ha puesto a cada quien en su lugar y al señor TRUMP marcha en camino a la Casa Blanca, la opinión pública mexicana está obligada a reformular sus escenarios para la contienda presidencial del 2018.
En este sentido, el ascenso de un conservador recalcitrante y antimexicano despierta en la colectividad el sentimiento nacionalista más arcaico y apasionado cuyo mejor exponente es ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Aquí comenté hace unas semanas el significativo silencio que guardaba AMLO ante las agresiones de TRUMP y temas como el muro fronterizo.
Y no es que le faltaran ganas (o valor) al tabasqueño para ponerle una repasada al candidato republicano.
Más bien entendía lo ventajoso que pudiera ser para la izquierda (y, en concreto, para MORENA) el triunfo de la derecha norteamericana y el consiguiente avivamiento de nuestro histórico resquemor antiyanqui.
Las heridas aún no cerradas por la guerra que arrebató a México la mitad de su territorio y cuyo paradigma heroico (en grado de martirologio) son los Niños Héroes de Chapultepec.
La política también es de símbolos y todo esto emerge ahora desde las capas más profundas del ser nacional.
Se diría que representa una inyección de proteína a las trincheras electorales que se ubiquen en dicha conexión mental.
Pero eso no es todo. Anote usted que hacia el interior del Partido Revolucionario Institucional ha ido permeando en los meses recientes un diagnóstico que parece apuntar en la misma dirección.
Concientes acaso de su propio desprestigio, los priístas (por increíble que parezca) están viendo en AMLO el único antídoto capaz de evitar el retorno del PAN a Los Pinos. Y parecen dispuestos a operar en consecuencia