jueves, 5 de septiembre de 2013

Precursor del marketing


Cd. Victoria, Tam.- Los diarios ofrecen por estos días imágenes espantosas de atentados terroristas perpetrados en el mundo árabe (Líbano, Siria, Afganistán) con una sevicia acaso equiparable a la que acostumbran los cárteles de México o las maras centroamericanas.
Inclemencia, inclinación por lo cruel, placer en el quebranto ajeno, para entender las atrocidades que cometen a diario los extremistas musulmanes en todo el planeta acaso resulte útil identificar los premios que el Profeta MAHOMA prometió a sus fieles hace 14 siglos.
Mismos que, por increíble que parezca, siguen vigentes.
Como referencia empleo en este comentario la versión digital del Corán en castellano que descargué en formato HTML desde un sitio denominado Nurelislam.
Dicho ejemplar permite hurgar en sus 114 capítulos (suras) mediante una ventanilla de búsqueda.
No es necesario ser conocedor o experto en el tema para encontrar lo que dice el Profeta en palabras clave como infierno o paraíso.
El personaje se adelantó al marketing en el deliberado encanto de la seducción masiva, induciendo conductas a partir de promesas fantásticas capaces de subyugar a millones.
Con astucia macabra, el Corán emplea dos tipos de refuerzo conocidos por la psicología moderna: el dolor y el placer.
Duela o guste pero siempre refuerza.
El uso maquinado de la persuasión que hoy practican las agencias de propaganda, está ya presente en las viejas enseñanzas islámicas.
El paraíso ofrecido (Janah) significa jardín y la ración de felicidad que cada alma reciba resulta directamente proporcional a sus actos de fe en esta vida.
Cualquiera diría que al describir dicho premio el Profeta se convirtió en precursor de lo que hoy conocemos como promesas de campaña.
A los fieles ofrece, por ejemplo, viviendas con jardines amplios, valles sombreados y fuentes perfumadas con alcanfor o jengibre, ríos de agua, leche, miel y vinos.
Suena risible pero si pensamos que entre los actos de obediencia ciega que se desprenden de esta práctica destaca el asesinato de infieles, el Corán deja de ser una curiosidad antropológica para convertirse en macabro promotor del homicidio a gran escala.
Existe, pues, un hábil sistema estratificado de refuerzos. A mayor número de infieles asesinados, más alto se llega en los siete niveles que componen el paraíso.
¿Y que premios hay?
Veamos lo que el libro sagrado:
-“Los piadosos morarán en jardines y disfrutarán de toda clase de delicias. Estarán recostados sobre lechos distribuidos en líneas y les desposaremos con mujeres de grandes ojos. Les agraciaremos con abundantes frutas y la carne que deseen. Se pasarán unos a otros una copa de. Circularán en torno a ellos sirvientas de bello aspecto como perlas guardadas.” (CORAN, versículos 52, 17-24, resumido)
Para su disfrute personal a cada varón habrán de tocarle 70 hermosas vírgenes “de cejas pobladas”.
Chicas con cuerpos de “azafrán, almizcle, ámbar e incienso”, cuyos cuerpos despiden un olor aromático y llevan sobre la cara descubierta un letrero de oro con expresiones consoladoras.
Las damas devotas también reciben premio. En el paraíso les espera (dice el Corán) un joven célibe para hacerlas felices por toda la eternidad.
¡Órale!
A la inversa, el refuerzo negativo queda sembrado en los castigos que contempla el mismo libro.
Para los infieles hay calamidades como cataclismos y tormentas.
Pero también escarmientos que vienen por mano del hombre y para eso se pintan solo los operadores de la guerra santa (Yihad) una de los 10 deberes del Islam.
Dice la enseñanza:
-“Matad a los idólatras dondequiera les halléis, capturadles, cercadles y tendedles emboscadas en todo lugar.” (Corán, 5-9)
A manera de colofón, importa preguntar:
¿A quien prometía el Profeta manjares y placeres, amagando en paralelo con sufrimientos terribles?
A campesinos analfabetas del siglo séptimo, menesterosos del desierto, desarrapados, hambrientos de todo, incluso de respuestas.
De ahí el impacto masivo que encontró su mensaje.
Marketing puro.