Cd. Victoria, Tam.-
Los diarios ofrecen por estos días imágenes espantosas de atentados terroristas
perpetrados en el mundo árabe (Líbano, Siria, Afganistán) con una sevicia acaso
equiparable a la que acostumbran los cárteles de México o las maras centroamericanas.
Inclemencia,
inclinación por lo cruel, placer en el quebranto ajeno, para entender
las atrocidades que cometen a diario los extremistas musulmanes en todo el planeta
acaso resulte útil identificar los premios que el Profeta MAHOMA prometió a sus
fieles hace 14 siglos.
Mismos que, por increíble que parezca, siguen vigentes.
Como referencia empleo en este comentario la versión
digital del Corán en castellano que descargué en formato HTML desde un sitio
denominado Nurelislam.
Dicho ejemplar permite hurgar en sus 114 capítulos (suras)
mediante una ventanilla de búsqueda.
No es necesario ser conocedor o experto en el tema para
encontrar lo que dice el Profeta en palabras clave como infierno o paraíso.
El personaje se adelantó al marketing en el deliberado
encanto de la seducción masiva, induciendo conductas a partir de promesas fantásticas
capaces de subyugar a millones.
Con astucia macabra, el Corán emplea dos tipos de refuerzo
conocidos por la psicología moderna: el dolor y el placer.
Duela o guste pero siempre refuerza.
El uso maquinado de
la persuasión que hoy practican las agencias de propaganda, está ya presente en
las viejas enseñanzas islámicas.
El paraíso ofrecido (Janah) significa jardín y la ración
de felicidad que cada alma reciba resulta directamente proporcional a sus actos
de fe en esta vida.
Cualquiera diría
que al describir dicho premio el Profeta se convirtió en precursor de lo que
hoy conocemos como promesas de campaña.
A los fieles
ofrece, por ejemplo, viviendas con jardines amplios, valles sombreados y
fuentes perfumadas con alcanfor o jengibre, ríos de agua, leche, miel y vinos.
Suena risible pero
si pensamos que entre los actos de obediencia ciega que se desprenden de esta práctica
destaca el asesinato de infieles, el Corán deja de ser una curiosidad antropológica
para convertirse en macabro promotor del homicidio a gran escala.
Existe, pues, un hábil sistema estratificado de refuerzos. A mayor número de infieles asesinados, más alto se llega en
los siete niveles que componen el paraíso.
¿Y que premios hay?
Veamos lo que el
libro sagrado:
-“Los piadosos
morarán en jardines y disfrutarán de toda clase de delicias. Estarán recostados
sobre lechos distribuidos en líneas y les desposaremos con mujeres de grandes
ojos. Les agraciaremos con abundantes frutas y la carne que deseen. Se pasarán
unos a otros una copa de. Circularán en torno a ellos sirvientas de bello
aspecto como perlas guardadas.” (CORAN, versículos 52, 17-24, resumido)
Para su
disfrute personal a cada varón habrán de tocarle 70 hermosas vírgenes “de cejas
pobladas”.
Chicas
con cuerpos de “azafrán, almizcle, ámbar e incienso”, cuyos cuerpos despiden un
olor aromático y llevan sobre la cara descubierta un letrero de oro con
expresiones consoladoras.
Las damas devotas también
reciben premio. En el paraíso les espera (dice el Corán) un joven célibe para
hacerlas felices por toda la eternidad.
¡Órale!
A la inversa, el
refuerzo negativo queda sembrado en los castigos que contempla el mismo libro.
Para los infieles
hay calamidades como cataclismos y tormentas.
Pero
también escarmientos que vienen por mano del hombre y para eso se pintan solo
los operadores de la guerra santa (Yihad) una de los 10 deberes del Islam.
Dice la
enseñanza:
-“Matad
a los idólatras dondequiera les halléis, capturadles, cercadles y tendedles
emboscadas en todo lugar.” (Corán, 5-9)
A manera de
colofón, importa preguntar:
¿A quien prometía
el Profeta manjares y placeres, amagando en paralelo con sufrimientos terribles?
A campesinos
analfabetas del siglo séptimo, menesterosos del desierto, desarrapados, hambrientos
de todo, incluso de respuestas.
De ahí el impacto
masivo que encontró su mensaje.
Marketing puro.