Cd. Victoria, Tam.-
Para bien o para mal, la agenda de reformas emprendidas por ENRIQUE PEÑA NIETO tiene
por referente al gobierno de CARLOS SALINAS DE GORTARI.
La
prensa internacional solía calificar a SALINAS como “un presidente con prisa”,
por la cantidad de iniciativas que saturaron su agenda en los primeros cinco
años de gobierno.
Sin
embargo hay diferencias obvias que es necesario aquilatar, particularmente en
el equilibrio de fuerzas de aquel 1988 y del presente 2013.
Quienes
lo vivimos tenemos cosas que contarles a nuestros nietos pues quizás jamás se
repitan en México.
Acaso a
los nacidos después de 1988 les resulte difícil concebir detalles como el que todos
los gobernadores de las 31 entidades federativas y propio el Jefe de Gobierno del
Distrito Federal eran de un solo partido, el PRI.
No
existía asamblea legislativa en el DF y el mismo partido tricolor tenía mayoría
cómoda en los 31 congresos locales del país. ¡En todos!
Si bien
la izquierda había incrementado curules y escaños en las dos cámaras, bastó la
suma de las bancadas priísta y panista para sacar adelante un paquete amplio de
reformas constitucionales entre privatizaciones (bancos, telefonía,
siderúrgicas, petroquímica, televisoras) y propuestas del más diverso calibre lo
mismo en la legislación agraria que en instituciones religiosas, amen del TLC
con Estados Unidos y Canadá.
El
panorama actual es muy diferente. Partidos distintos al PRI gobiernan entidades
federativas, los congresos de los estados son sustantivamente plurales, la
capital del país lleva 16 años (desde el 97) en manos de la izquierda, el poder
legislativo federal es un mosaico de fuerzas más robusto y diversificado, amen
de que los movimientos sociales del presente poseen mayor capacidad de
convocatoria.
No es
lo mismo, pues, un presidente con prisa en 1988 que su equivalente 25 años
después, por más parecido que le encontremos a sus respectivos enfoques neoliberales
y al golpe de timón con que ambos inauguraron sus regímenes, SALINAS contra
JOAQUÍN HERNÁNDEZ GALICIA y PEÑA NIETO contra ELBA ESTHER GORDILLO.
Sirva
el contexto para entender por que razón bajo un ambiente de protesta urbana tan
caldeado por las reformas educativa y energética, el presidente opta por
rasurar su iniciativa hacendaria y dejar fuera el cobro del IVA en alimentos y
medicinas.
Sería
tanto como echar un cubetazo de gasolina al fuego de la inconformidad social.
Dirán
que no está el horno para bollos y acaso tengan razón. El presidente PEÑA NIETO
trae urgencia, pues, con sus reformas, pero su circunstancia es bastante más compleja
que la de SALINAS.
A
cuenta de un análisis más detallado (sin duda pertinente hasta que el proyecto
libre la aduana del poder legislativo) por lo pronto el conjunto de medidas
revela cierta prudencia y atención a las demandas de diversos sectores
sociales.
Para
los capitanes de la iniciativa privada representa un triunfo la eliminación de
dos piedras en el zapato, el IETU y el IDE, ambos herencia del gobierno
calderonista.
El Impuesto
Empresarial a Tasa Única entró en vigencia el primero de enero del 2008 y desde
entonces fue considerado redundante por el sector patronal, provocando desde su
aplicación una ola generalizada de amparos.
En
cuanto al Impuesto a los Depósitos en Efectivo, en operación desde el primero
de octubre de 2007, parecía una invitación a que la gente volviera a los
tiempos en que guardaba su dinero bajo el colchón.
La
homologación del IVA en zonas fronterizas (del 11 al 16%) si bien perturba a
los directamente involucrados, no obstante es bien vista por un sector
importante del empresariado.
Y
aunque las agencias de análisis internacionales reaccionaron positivamente a la
propuesta, aún falta sopesar cómo digiere el país la decisión de gravar las
ganancias bursátiles, la renta de casas y las colegiaturas en instituciones
educativas privadas.
Igual
está pendiente por ver qué recortan y adicionan las cámaras.