martes, 10 de septiembre de 2013

El cambio posible


Cd. Victoria, Tam.- Para bien o para mal, la agenda de reformas emprendidas por ENRIQUE PEÑA NIETO tiene por referente al gobierno de CARLOS SALINAS DE GORTARI.
La prensa internacional solía calificar a SALINAS como “un presidente con prisa”, por la cantidad de iniciativas que saturaron su agenda en los primeros cinco años de gobierno.
Sin embargo hay diferencias obvias que es necesario aquilatar, particularmente en el equilibrio de fuerzas de aquel 1988 y del presente 2013.
Quienes lo vivimos tenemos cosas que contarles a nuestros nietos pues quizás jamás se repitan en México.
Acaso a los nacidos después de 1988 les resulte difícil concebir detalles como el que todos los gobernadores de las 31 entidades federativas y propio el Jefe de Gobierno del Distrito Federal eran de un solo partido, el PRI.
No existía asamblea legislativa en el DF y el mismo partido tricolor tenía mayoría cómoda en los 31 congresos locales del país. ¡En todos!
Si bien la izquierda había incrementado curules y escaños en las dos cámaras, bastó la suma de las bancadas priísta y panista para sacar adelante un paquete amplio de reformas constitucionales entre privatizaciones (bancos, telefonía, siderúrgicas, petroquímica, televisoras) y propuestas del más diverso calibre lo mismo en la legislación agraria que en instituciones religiosas, amen del TLC con Estados Unidos y Canadá.
El panorama actual es muy diferente. Partidos distintos al PRI gobiernan entidades federativas, los congresos de los estados son sustantivamente plurales, la capital del país lleva 16 años (desde el 97) en manos de la izquierda, el poder legislativo federal es un mosaico de fuerzas más robusto y diversificado, amen de que los movimientos sociales del presente poseen mayor capacidad de convocatoria.
No es lo mismo, pues, un presidente con prisa en 1988 que su equivalente 25 años después, por más parecido que le encontremos a sus respectivos enfoques neoliberales y al golpe de timón con que ambos inauguraron sus regímenes, SALINAS contra JOAQUÍN HERNÁNDEZ GALICIA y PEÑA NIETO contra ELBA ESTHER GORDILLO.
Sirva el contexto para entender por que razón bajo un ambiente de protesta urbana tan caldeado por las reformas educativa y energética, el presidente opta por rasurar su iniciativa hacendaria y dejar fuera el cobro del IVA en alimentos y medicinas.
Sería tanto como echar un cubetazo de gasolina al fuego de la inconformidad social.
Dirán que no está el horno para bollos y acaso tengan razón. El presidente PEÑA NIETO trae urgencia, pues, con sus reformas, pero su circunstancia es bastante más compleja que la de SALINAS.
A cuenta de un análisis más detallado (sin duda pertinente hasta que el proyecto libre la aduana del poder legislativo) por lo pronto el conjunto de medidas revela cierta prudencia y atención a las demandas de diversos sectores sociales.
Para los capitanes de la iniciativa privada representa un triunfo la eliminación de dos piedras en el zapato, el IETU y el IDE, ambos herencia del gobierno calderonista.
El Impuesto Empresarial a Tasa Única entró en vigencia el primero de enero del 2008 y desde entonces fue considerado redundante por el sector patronal, provocando desde su aplicación una ola generalizada de amparos.
En cuanto al Impuesto a los Depósitos en Efectivo, en operación desde el primero de octubre de 2007, parecía una invitación a que la gente volviera a los tiempos en que guardaba su dinero bajo el colchón.
La homologación del IVA en zonas fronterizas (del 11 al 16%) si bien perturba a los directamente involucrados, no obstante es bien vista por un sector importante del empresariado.
Y aunque las agencias de análisis internacionales reaccionaron positivamente a la propuesta, aún falta sopesar cómo digiere el país la decisión de gravar las ganancias bursátiles, la renta de casas y las colegiaturas en instituciones educativas privadas.
Igual está pendiente por ver qué recortan y adicionan las cámaras.