Cd. Victoria, Tam.-
Icono periodístico de mi generación, el fantasma de MANUEL BUENDÍA recorre nuevamente
las redacciones mexicanas tras difundirse la decisión judicial que libera a su presunto
asesino intelectual JOSÉ ANTONIO ZORRILLA.
Luego
de purgar 18 de los 35 años dados por condena, le fue permitido el arresto
domiciliario alegando buen comportamiento y edad avanzada.
Perpetrado
durante el segundo año del gobierno lamadridista (mayo 30 de 1984) el crimen
movilizó a figuras mayores del periodismo nacional en busca de dos verdades básicas
que tres décadas después no se han resuelto del todo: el quien y el por qué.
Autoría y motivo.
En el
quién se atraviesa la figura nebulosa de un homicida material alto, fornido y de
casquete corto tipo militar, identificado por su apodo (el Chocorrol) quien tres
días después aparecería muerto.
Fue
arrestado su cómplice RAFAEL MORO AVILA, el cuál habría ayudado al escape del ejecutor,
a lomo de motocicleta.
Amen de
aficionado a los deportes extremos y actor eventual de cine (hacía de “doble”
en escenas de peligro) MORO resultó sobrino nieto del presidente AVILA CAMACHO.
Pesquisas
posteriores condujeron a una figura emblemática de la policía política nacional,
el entonces titular de la Dirección Federal de Seguridad JOSE ANTONIO ZORRILLA,
cuya aprehensión demoró hasta 1989 (cinco años después) al arranque del
gobierno salinista.
BUENDÍA
recibió cinco disparos a quemarropa y por la espalda al salir de su oficina en
la Zona Rosa, en plena banqueta mientras caminaba hacia el auto.
Al
lugar de los hechos llegó, antes que cualquier autoridad, el propio ZORRILLA,
peculiaridad que no pasó desapercibida para los investigadores del caso,
oficiales e independientes.
En
cuanto al “por qué” -el motivo de su ejecución- no hay conclusión definitiva, satisfactoria,
rotunda. Para lectores, deudos y amigos del periodista, la herida sigue
abierta.
Dato
curioso, ZORRILLA había sido liberado en 2009, tras acogerse a la figura jurídica
de la “libertad anticipada”.
Sin
embargo las protestas del gremio se sumaron a un error del procesado al
incumplir su obligación de presentarse a firmar cada semana, razón por la cuál
le revocaron el beneficio, siendo recapturado días después.
A falta
de explicación convincente sobre los motivos del crimen, la especulación
desborda en teorías conspirativas del más diverso calibre, unas más fantasiosas
que otras.
Ciertamente,
BUENDIA no era bien visto por MIGUEL DE LA MADRID. Conozco al menos tres
versiones al respecto:
(1) Que
el favorito de BUENDÍA para la sucesión de 1982 era el entonces titular del PRI
JAVIER GARCÍA PANIAGUA y no DE LA MADRID.
(2) Que
BUENDÍA tendría en sus manos fotografías comprometedoras de una fiesta gay donde
aparecía un hijo del presidente.
(3)
Variante de la anterior, que las fotos eran del propio MMH vestido de mujer (de
CLEOPATRA, mire usted) y habrían sido tomadas en aquellas fiestas exóticas del
gabinete en Playa Guayabitos referidas por RAFAEL LORET en su libro “Los
escándalos”.
Desde
luego, RAFAEL no parece fuente fiable. Su gusto por las historias escabrosas
está más vinculado al afán de ventas que al elemental rigor periodístico.
Quimeras
aparte se ha dicho que BUENDÍA tuvo en su poder reportes fidedignos sobre la
infiltración del narcotráfico en la Secretaría de Gobernación (BARTLETT) y en la
propia Defensa Nacional (ARÉVALO GARDOQUI). Nada se comprobó.
La
columna “Red Privada” que publicaba BUENDÍA en Excélsior también fue pródiga en
denuncias contra grupos de extrema derecha en Jalisco vinculados a la Universidad
Autónoma de Guadalajara y su tecolote mayor ANTONIO LEAÑO.
El
enredo es mayúsculo y hasta ahora inescrutable. Acaso ZORRILLA fuera pieza
importante del engranaje que liquidó al columnista, aunque no la cabeza
principal.
En casa
nuevamente, a sus 71 años de edad, aún tendría la lucidez necesaria para
extraer de su memoria las piezas que le faltan al caso BUENDÍA.
Tarea ingrata,
sabe demasiado.