Cd. Victoria, Tam.-
Subgénero del programa de entrevistas, los talk-shows nacen en Estados Unidos a
mediados del siglo pasado.
Van más
allá de conversar con celebridades para escuchar en su lugar voces cercanas (a
menudo gente común) sobre asuntos domésticos que llevados al detalle revelan su
potencial interés público.
Periodismo
testimonial, más vivencial que de opinión (aunque no la excluye) hizo furor en
una década de cambios como fueron los años sesentas, cuando la gente quería ventilar
los temas tabú del momento: anticonceptivos, aborto, drogas, homosexualidad, segregación
racial, liberación femenina o amor libre.
El
debate importa pero no es el único ingrediente. En ocasiones bastará la exposición
de problemas que por sí mismos generan polémica.
Y
aunque no exista una definición precisa del talk-show, sus variantes poseen un
elemento común. Por definición, la palabra es la estrella.
Sin
embargo el éxito sería, a la postre, su principal verdugo.
La
urgencia de sostener altos niveles de audiencia con temas ampulosos o de
impacto fácil convertiría a estos programas en esclavos del rating exigido por
sus patrocinadores.
Encontrar
un tema atractivo (y gente sincera dispuesta a hablar de ello) pudiera ser
factible en emisiones semanales, pero constituye un reto mayúsculo en
transmisiones diarias.
De esta
dificultad nace uno de los vicios que al paso de los años menguaron la calidad
y la credibilidad del género.
La
simulación de situaciones presentadas dolosamente como reales y sin tomarse la
molestia de avisar al televidente que se trata de una actuación, un “fake”.
Dicho
sesgo abarataría la propuesta y le habría de aportar ese tufo a engaño que despiden
sus operadoras, igual si hablamos de la cubana CRISTINA SARALEGUI o la mexicana
CARMEN SALINAS.
Ello, amén
del tratamiento morboso aplicado en situaciones de por sí sórdidas, lo cuál le
añade ese tinte amarillista que no tenía en sus orígenes dicho formato.
En esta
dinámica encaja la conductora peruana LAURA BOZZO quien tras una larga historia
en la TV de Sudamérica se avecindó en México, primero en Azteca y luego en Televisa.
Abogada
de profesión, con 62 años cumplidos, su figura está ligada a la historia
política del Perú, destacando en los primeros años noventa como crítica feroz
del presidente ALBERTO FUJIMORI y después como su más convencida apologista.
Giro de
180 grados vinculado a la estrecha relación que establecería con la bestia
negra del régimen fujimorista, el Jefe de Inteligencia VLADIMIRO MONTESINOS.
Tras el
derrumbe de dicho gobierno en 2000, FUJIMORI y MONTESINOS serían encarcelados
por enriquecimiento ilícito, tráfico de armas y actos de represión. Ambos hoy
purgan condenas.
Esto
afecto a la propia LAURA quien sería sujeta a juicio por complicidad en las
corruptelas de MONTESINOS.
La
conductora libró finalmente la sanción de la ley pero quedó visiblemente
marcada por el descrédito. Con ese historial turbio llegó al canal 2 de Televisa
donde hoy sostiene una emisión vespertina.
Esta semana,
en su programa radiofónico de MVS, la periodista mexicana CARMEN ARISTEGUI retomó
una nota del semanario PROCESO donde la reportera MARCELA TURATI denunciaba que
un helicóptero propiedad del gobierno mexiquense había sido empleado por la
señora BOZZO para viajar a Guerrero y entrevistar a víctimas del huracán
MANUEL.
La
respuesta de BOZZO no esperó. Desde el zócalo y con la catedral de fondo, lanzaría
una furiosa andanada de insultos contra ARISTEGUI que se convirtió de inmediato
en “trend-topic” de las redes sociales.
Podemos
estar de acuerdo o no con CARMEN pero el contraste entre el estilo suave y
cuidadoso que empleó para informar del caso y la respuesta histérica de la diva
peruana, deja un saldo muy favorable para la mexicana.
Aunque
la responsabilidad de fondo está en la empresa que contrató a esa señora y la
sostiene contra viento y marea.
En
efecto, (como apuntó Rayuela en LA JORNADA) el país no merece tanta bazofia.