Cd. Victoria, Tam.- Dichosos buscadores en red que nos permiten dar un vistazo
rápido a las diversas facetas de una misma persona en distintas etapas de su
vida.
En
el caso de JOSEPH ALOIS RATZINGER, mi curiosidad era del tamaño de la intriga
(fascinación, misterio) que despierta ese rostro ya próximo a cumplir 85 años
donde sobresalen dos elementos clave: (1) la mirada siempre fija en el entorno
inmediato y (2) esa sonrisa pétrea, sombría, tema recurrente de caricaturistas
en todo el mundo.
Soy
de aquellos tiempos cuando para hacer una búsqueda boleana (todas las palabras,
en un orden preciso) había que entrecomillar y unir con signos de “más” cada
término.
Detalle
hoy innecesario si acudimos a la herramienta selectiva de Google empleando el
campo denominado “frase exacta”. Ya no hay que unir ni entrecomillar nada, sólo
llenar.
Así
pues, con el televisor a la vista, mientras BENEDICTO entra y sale del Colegio
Miraflores en León, me animo a despachar una búsqueda en la sección de imágenes,
que incluya tres palabras en este preciso orden: YOUNG - JOSEPH - RATZINGER.
Responde
Google con lujo de eficacia: “1,860 resultados (0.37 segundos)”, para enseguida
mostrarme un tambache inabarcable de momentos en la existencia de la persona
referida.
RATZINGER
en diversas presentaciones: (1) niño de colegio cargando una mochila a sus
espaldas, (2) adolescente de uniforme militar que, a manera de brazalete, incluye
una cruz gamada (3) seminarista de atuendo oscuro y expresión distante, (4)
joven sacerdote de gesto extenuado encabezando una procesión popular, (5) funcionario
vaticano con indumentaria civil, de saco y corbata, (6) cardenal empoderado a
la diestra de KAROL WOJTYŁA y, finalmente (7) pontífice.
Se
diría que la mirada es prácticamente la misma en todas las etapas.
Muy
atenta y proactiva, le otorga al rostro una expresión singular. Parecería
siempre a punto de revelar algo, precisar un término, elaborar un sermón,
matizar una crítica.
La
sonrisa me sorprendió más. Todo indica que no la acostumbraba mucho.
Las
fotos que veo de su vida infantil, adolescente, adulto joven e incluso en la primera
madurez, nos muestran una inteligencia brillante pero decididamente sobria, templada,
donde las expresiones de felicidad se limitan a un breve gesto en las comisuras
de los labios.
Observo,
en cambio, muchas sonrisas en el BENEDICTO actual, una vez convertido en Jefe
del Estado Vaticano y cabeza principal de la Iglesia Católica.
A
la mitad de su novena década, el tiempo le cobra cara esa falta de práctica en
el arte de reír. Por ello, cuando lo hace, su aspecto resulta inevitablemente cruel.
Sus
virtudes son otras. Aún los más severos detractores estarán de acuerdo en que
RATZINGER es un intelectual católico de pura cepa, destacado por su vasta
cultura, reconocido por su congruencia y su sólido conservadurismo.
Más
que pastor, ha brillado como teólogo y hombre de poder, funcionario eclesial y pieza
clave dentro del aparato vaticano, asesor cercano de la alta curia y defensor
de la fe por la vía argumental, razonada y libresca.
Lo
contrario, precisamente, del papa WOJTYŁA, cuya vocación pastoral lo inclinó a
desarrollar las virtudes propias del liderazgo y por ello su trayectoria fue
eminentemente política.
De
ahí el carisma, su adecuación al marketing y la natural facilidad para hacer “clic”
con la gente desde el primer día de su pontificado.
RATZINGER,
en cambio, no suscita demasiados entusiasmos. Se diría que este fin de semana los
millares de mexicanos que salían a la vera de su recorrido buscaban más al
símbolo que a la persona.
Querían
ver otra vez al hombre de blanco. Dato revelador: muchos de ellos cargaban
posters de WOJTYŁA.
Es
el recuerdo de este último y de los cinco viajes que hizo entre 1979 y 2002 lo que
garantiza un buen aforo a la visita de RATZINGER.
Ello
amén del aparato mediático construido por la jerarquía católica, las
televisoras, la administración calderonista y el propio gobierno de Guanajuato.