lunes, 26 de marzo de 2012

La mirada de Ratzinger


Cd. Victoria, Tam.- Dichosos buscadores en red que nos permiten dar un vistazo rápido a las diversas facetas de una misma persona en distintas etapas de su vida.
En el caso de JOSEPH ALOIS RATZINGER, mi curiosidad era del tamaño de la intriga (fascinación, misterio) que despierta ese rostro ya próximo a cumplir 85 años donde sobresalen dos elementos clave: (1) la mirada siempre fija en el entorno inmediato y (2) esa sonrisa pétrea, sombría, tema recurrente de caricaturistas en todo el mundo.
Soy de aquellos tiempos cuando para hacer una búsqueda boleana (todas las palabras, en un orden preciso) había que entrecomillar y unir con signos de “más” cada término.
Detalle hoy innecesario si acudimos a la herramienta selectiva de Google empleando el campo denominado “frase exacta”. Ya no hay que unir ni entrecomillar nada, sólo llenar.
Así pues, con el televisor a la vista, mientras BENEDICTO entra y sale del Colegio Miraflores en León, me animo a despachar una búsqueda en la sección de imágenes, que incluya tres palabras en este preciso orden: YOUNG - JOSEPH - RATZINGER.
Responde Google con lujo de eficacia: “1,860 resultados (0.37 segundos)”, para enseguida mostrarme un tambache inabarcable de momentos en la existencia de la persona referida.
RATZINGER en diversas presentaciones: (1) niño de colegio cargando una mochila a sus espaldas, (2) adolescente de uniforme militar que, a manera de brazalete, incluye una cruz gamada (3) seminarista de atuendo oscuro y expresión distante, (4) joven sacerdote de gesto extenuado encabezando una procesión popular, (5) funcionario vaticano con indumentaria civil, de saco y corbata, (6) cardenal empoderado a la diestra de KAROL WOJTYŁA y, finalmente (7) pontífice.
Se diría que la mirada es prácticamente la misma en todas las etapas.
Muy atenta y proactiva, le otorga al rostro una expresión singular. Parecería siempre a punto de revelar algo, precisar un término, elaborar un sermón, matizar una crítica.
La sonrisa me sorprendió más. Todo indica que no la acostumbraba mucho.
Las fotos que veo de su vida infantil, adolescente, adulto joven e incluso en la primera madurez, nos muestran una inteligencia brillante pero decididamente sobria, templada, donde las expresiones de felicidad se limitan a un breve gesto en las comisuras de los labios.
Observo, en cambio, muchas sonrisas en el BENEDICTO actual, una vez convertido en Jefe del Estado Vaticano y cabeza principal de la Iglesia Católica.
A la mitad de su novena década, el tiempo le cobra cara esa falta de práctica en el arte de reír. Por ello, cuando lo hace, su aspecto resulta inevitablemente cruel.
Sus virtudes son otras. Aún los más severos detractores estarán de acuerdo en que RATZINGER es un intelectual católico de pura cepa, destacado por su vasta cultura, reconocido por su congruencia y su sólido conservadurismo.
Más que pastor, ha brillado como teólogo y hombre de poder, funcionario eclesial y pieza clave dentro del aparato vaticano, asesor cercano de la alta curia y defensor de la fe por la vía argumental, razonada y libresca.
Lo contrario, precisamente, del papa WOJTYŁA, cuya vocación pastoral lo inclinó a desarrollar las virtudes propias del liderazgo y por ello su trayectoria fue eminentemente política.
De ahí el carisma, su adecuación al marketing y la natural facilidad para hacer “clic” con la gente desde el primer día de su pontificado.
RATZINGER, en cambio, no suscita demasiados entusiasmos. Se diría que este fin de semana los millares de mexicanos que salían a la vera de su recorrido buscaban más al símbolo que a la persona.
Querían ver otra vez al hombre de blanco. Dato revelador: muchos de ellos cargaban posters de WOJTYŁA.
Es el recuerdo de este último y de los cinco viajes que hizo entre 1979 y 2002 lo que garantiza un buen aforo a la visita de RATZINGER.
Ello amén del aparato mediático construido por la jerarquía católica, las televisoras, la administración calderonista y el propio gobierno de Guanajuato.