miércoles, 28 de marzo de 2012

Chapulines, juanitas, género…


Cd. Victoria, Tam.- Origen es destino, la condición atípica que marcó la llegada al poder de FELIPE CALDERÓN afectó sensiblemente la naturaleza de las reformas que emprendió, no siempre con éxito ni en la dirección adecuada.
Su reforma política pareció determinada por el trauma electoral de 2006, que dividió al país y muy cerca estuvo de provocar una crisis constitucional, de haber triunfado el intento opositor de impedirle tomar posesión aquel primero de diciembre.
Comparativamente, un día como ese, pero de 1988, la izquierda neocardenista que acusaba de fraude a CARLOS SALINAS, redujo su protesta a la salida tumultuaria de los legisladores de ambas cámaras, miembros del naciente PRD, al grito de: “sólo el pueblo legitima”.
Medida suave si se compara con la batalla campal por el control de la tribuna que protagonizaron todas las fracciones parlamentarias en 2006.
La imagen de un FELIPE CALDERÓN tomando posesión a costa del repudio legislativo está todavía en el portal de videos YOUTUBE.
La ceremonia en sí tuvo una duración cercana a los 5 minutos, desde que FELIPE entra a San Lázaro por la puerta trasera, hace su juramento a toda prisa, le es entregada la banda presidencial, se entona el himno y emprende la salida (la huida, casi) acompañado por la sonrisa pachorruda de VICENTE FOX.
Será ese trauma de origen, la etiqueta de ilegitimidad (mayor incluso a la de SALINAS) lo que orientará el rumbo de una reforma política destinada a tranquilizar los ánimos del principal inconforme: el PRD.
Todas estas rarezas que vemos ahora vienen de ahí: desde la inexplicable temporada de veda que hoy está por concluir, hasta la prohibición de efectuar cualquier acto de proselitismo fuera de la regla, lo cuál incluye al Presidente, afectando también a figuras de la televisión y hasta un boxeador.
Decía JOSE LOPEZ PORTILLO que se debe legislar teniendo a la vista el largo plazo y no para satisfacer necesidades del momento ni con dedicatoria a personas o grupos específicos.
No ocurrió así en el caso referido. La etiqueta en la frente de un mandatario (al que pese a todo le siguen llamando “espurio”) sería el punto de partida que privilegió aquellas reformas urgidas por el sector más agraviado.
Y ello impidió revisar asignaturas pendientes de mayor envergadura que hoy afloran sobre la nueva elección en marcha, sin que haya demasiado margen para resolverlas.
Renglones que debieron haberse revisado en frío, mucho antes de que el proceso electoral empezara.
La más reciente es la cuota de género cuyo incumplimiento hoy sorprende a todos los partidos y a la cuál solamente el PAN ha dado respuesta.
La corrección se antoja tardía pues no se consideró en la etapa previa (y más adecuada) del proceso selectivo.
Igual podríamos decir sobre preocupaciones hoy presentes como el “chapulineo” (el brinco de un cargo electoral a otro, sin concluir el primero) o el caso de las “juanitas”, damas postuladas únicamente para cubrir la cuota de género y que, una vez ganada la elección, renuncian al cargo para cederle la curul al esposo o compañero sentimental.
Pero hay pendientes más de fondo para la próxima (enésima) reforma electoral a la cuál deberá convocar el nuevo gobierno y el entrante Congreso de la Unión.
Temas como la reelección de legisladores, alcaldes y gobernadores, la segunda vuelta en las elecciones presidenciales o la revisión de los requisitos para que una organización partidista conserve su registro, considerada hoy demasiado laxa pues permite la supervivencia de partidos chatarra como el PVEM o el PANAL, que le cuestan al erario bastante más de lo que valen.
Parece que fue ayer pero han pasado 35 años desde aquel 1977 cuando JESUS REYES HEROLES convocó a la primera gran reforma política de peso en el México contemporáneo, que legalizaría al Partido Comunista, creando la figura de los legisladores plurinominales y otorgando a los partidos acceso a los medios.
El esfuerzo, por increíble que parezca, continúa inconcluso.