Cd. Victoria, Tam.- Origen es destino, la condición atípica que marcó la
llegada al poder de FELIPE CALDERÓN afectó sensiblemente la naturaleza de las
reformas que emprendió, no siempre con éxito ni en la dirección adecuada.
Su
reforma política pareció determinada por el trauma electoral de 2006, que
dividió al país y muy cerca estuvo de provocar una crisis constitucional, de
haber triunfado el intento opositor de impedirle tomar posesión aquel primero
de diciembre.
Comparativamente,
un día como ese, pero de 1988, la izquierda neocardenista que acusaba de fraude
a CARLOS SALINAS, redujo su protesta a la salida tumultuaria de los
legisladores de ambas cámaras, miembros del naciente PRD, al grito de: “sólo el
pueblo legitima”.
Medida
suave si se compara con la batalla campal por el control de la tribuna que
protagonizaron todas las fracciones parlamentarias en 2006.
La
imagen de un FELIPE CALDERÓN tomando posesión a costa del repudio legislativo
está todavía en el portal de videos YOUTUBE.
La
ceremonia en sí tuvo una duración cercana a los 5 minutos, desde que FELIPE entra
a San Lázaro por la puerta trasera, hace su juramento a toda prisa, le es
entregada la banda presidencial, se entona el himno y emprende la salida (la
huida, casi) acompañado por la sonrisa pachorruda de VICENTE FOX.
Será
ese trauma de origen, la etiqueta de ilegitimidad (mayor incluso a la de
SALINAS) lo que orientará el rumbo de una reforma política destinada a
tranquilizar los ánimos del principal inconforme: el PRD.
Todas
estas rarezas que vemos ahora vienen de ahí: desde la inexplicable temporada de
veda que hoy está por concluir, hasta la prohibición de efectuar cualquier acto
de proselitismo fuera de la regla, lo cuál incluye al Presidente, afectando
también a figuras de la televisión y hasta un boxeador.
Decía
JOSE LOPEZ PORTILLO que se debe legislar teniendo a la vista el largo plazo y
no para satisfacer necesidades del momento ni con dedicatoria a personas o
grupos específicos.
No
ocurrió así en el caso referido. La etiqueta en la frente de un mandatario (al
que pese a todo le siguen llamando “espurio”) sería el punto de partida que
privilegió aquellas reformas urgidas por el sector más agraviado.
Y
ello impidió revisar asignaturas pendientes de mayor envergadura que hoy
afloran sobre la nueva elección en marcha, sin que haya demasiado margen para
resolverlas.
Renglones
que debieron haberse revisado en frío, mucho antes de que el proceso electoral
empezara.
La
más reciente es la cuota de género cuyo incumplimiento hoy sorprende a todos
los partidos y a la cuál solamente el PAN ha dado respuesta.
La
corrección se antoja tardía pues no se consideró en la etapa previa (y más
adecuada) del proceso selectivo.
Igual
podríamos decir sobre preocupaciones hoy presentes como el “chapulineo” (el
brinco de un cargo electoral a otro, sin concluir el primero) o el caso de las
“juanitas”, damas postuladas únicamente para cubrir la cuota de género y que,
una vez ganada la elección, renuncian al cargo para cederle la curul al esposo
o compañero sentimental.
Pero
hay pendientes más de fondo para la próxima (enésima) reforma electoral a la cuál
deberá convocar el nuevo gobierno y el entrante Congreso de la Unión.
Temas
como la reelección de legisladores, alcaldes y gobernadores, la segunda vuelta
en las elecciones presidenciales o la revisión de los requisitos para que una
organización partidista conserve su registro, considerada hoy demasiado laxa
pues permite la supervivencia de partidos chatarra como el PVEM o el PANAL, que
le cuestan al erario bastante más de lo que valen.
Parece
que fue ayer pero han pasado 35 años desde aquel 1977 cuando JESUS REYES
HEROLES convocó a la primera gran reforma política de peso en el México
contemporáneo, que legalizaría al Partido Comunista, creando la figura de los
legisladores plurinominales y otorgando a los partidos acceso a los medios.
El
esfuerzo, por increíble que parezca, continúa inconcluso.