miércoles, 14 de marzo de 2012

El votante nómada


Cd. Victoria, Tam.- Son tiempos de encuestas y habrá más cuando las campañas inicien, de diversa catadura y a todos los niveles, aunque la pregunta mayor concierne a la urna presidencial.
Pienso, desde luego, en encuestas serias y no “cuchareadas” en favor del partido que las pague, costumbre deshonrosa para todos los que intervienen en ella: la agencia, el partido y el medio o medios que las publican.
Pero lo interesante es que aún los muestreos profesionales eventualmente fallen y el resultado difiera sustantivamente de sus previsiones, otorgando el triunfo a un candidato distinto al que daban por vencedor.
Y no es necesario ser un experto en investigación de campo para darse cuenta que el punto más débil de toda encuesta es el ciudadano mismo.
Particularmente en México donde una cultura política menos que incipiente carece todavía de hábitos que incluyan el análisis comparativo, detallado y juicioso entre las distintas ofertas partidistas.
El sufragio razonado, conciente, memorioso, responsable y bien informado sigue siendo todavía un ideal por alcanzar para la inmensa mayoría de los mexicanos.
Por ello el valor tan relativo que tiene la respuesta dada al encuestador, ya que fuera del llamado voto duro (los siempre leales a un partido, sea quien sea el candidato) una proporción amplia del padrón resulta impredecible, por su naturaleza fluctuante.
Al día siguiente de que JOSEFINA VAZQUEZ MOTA venció en la elección interna a los señores CORDERO y CREEL, escuché a muchas mujeres decir de manera categórica que votarían por ella.
Ciertamente, el discurso que emitió JOSEFINA aquel 5 de febrero fue muy emotivo (bastante mejor que el del pasado 11 de marzo) pero mi duda era: ¿Por qué tomar decisiones tan pronto y en favor de una opción que apenas conocen, que no ha presentado su programa y antes de ver la respectiva oferta de los demás candidatos?
La respuesta más común era: porque es mujer, porque una mujer nunca ha sido presidenta y, además, porque habló muy bonito ese domingo. ¡Atrás los fielders!
Sin embargo, por contundentes que se escuchen, opiniones así no resisten mucho el paso de los días y pueden variar en función del impacto mediático de otras opciones partidistas que en los días posteriores sepan acariciar sus cuerdas sensibles con la eficacia debida. Lo que fácil llega, fácil se va.
Con los varones pasa lo mismo. Es por eso que las casas encuestadoras insisten ahora en hacer el mayor número de muestreos posibles, porque conocen las pulsiones del votante nómada dispuesto a cambiar sus simpatías las veces que sea necesario a lo largo de la campaña.
Y esto lo saben expertos en contra-propaganda y artífices de la guerra sucia, sabedores de que la razón y los sentidos corren en direcciones opuestas, particularmente en sociedades altamente mediatizadas donde la publicidad y su fábrica de sensaciones le ganan batallas todos los días al pensamiento.
Y la propaganda, como la publicidad, suele simplificar los argumentos privilegiando el más etéreo lenguaje de las sensaciones.
Sin duda, nuestro sistema político deberá alcanzar en los años venideros la mayoría de edad que hoy por desgracia no observa, con partidos fuertes, reglas de competencia claras y resultados creíbles.
Pero también con un electorado crítico, emplazado desde la más sana de las desconfianzas, que no se entregue fácilmente a la primera sensación agradable antes de que la razón diga la última palabra.
Cultura democrática, en efecto, que no llegará mágicamente en los meses que faltan para llegar a julio próximo. 
Por lo que concierne a la presente elección, nada impide esperar que los brujos del marketing harán hincapié en lo que mejor saben hacer: tejer sueños y ofertarlos con eficacia abrumadora.
Y lo harán empleando en la maniobra todos los trucos de orden sensorial que apelen al sentimiento fácil y busquen acorralar al pensamiento, reduciéndolo a un puñado de fórmulas memorizables. A las campañas vamos.