Cd.
Victoria, Tam. – Más allá de las
impresiones momentáneas, dejando a un lado el aspecto anecdótico, cabe
preguntar: ¿quién o quienes resultarán beneficiados con ese tosco y mal
instrumentado manojo de imputaciones que hoy esgrime la PGR contra RICARDO
ANAYA?
A botepronto, el más feliz sería AMLO, entre
otras razones (1) por tratarse de una bronca que no le involucra pues (2)
enfrenta, de manera directa, al PRI con el PAN, es decir, (3) a PEÑA NIETO contra
ANAYA y, en consecuencia, (4) el desgaste es dual, afectando al propio TOÑO
MEADE.
En un primer momento, se enlodan ambos bandos.
El acusado por la gravedad de los cargos en su contra, pero también la parte
acusadora, ante la sospecha de estar torciendo la justicia con fines electorales.
El detalle es que nos encontramos apenas
en el prólogo de la contienda. Periodo previo conocido como “intercampañas”,
que inició el 12 de febrero y termina el 29 de marzo (dentro de 23 días).
Lo cual otorga margen suficiente para
que la embestida gubernamental sea sopesada por la opinión pública, abriendo la
posibilidad del “efecto rebote”.
Si, en las próximas semanas, la PGR no
logra quitar a RICARDO del camino, el péndulo alcanzará su punto máximo y vendrá
de regreso.
Ya lo estamos viendo ahora con la
estrategia instrumentada por el frente (PAN, PRD, MC) para victimizar la imagen
de su candidato y presentarlo ante la opinión pública como un perseguido
político.
Circunstancia que, por cierto, despierta
recuerdos en el votante, a la manera de un “deja vu”. ¿En dónde vimos esto
antes?, ¿Cuándo habíamos vivido algo así?
No hay que buscarle mucho. Fue en 2005
con AMLO, a quien VICENTE FOX quiso sacar de la boleta con una acusación menor
sobre un predio en litigio donde se construyó una vía rápida.
La indignación ciudadana arropó a LÓPEZ
OBRADOR, ante la torpeza del procedimiento seguido por el procurador MACEDO DE
LA CONCHA.
Y, también, por el error de FOX al
dictaminar al acusado como culpable, antes siquiera de que empezara el proceso,
arrogándose atribuciones de juez que no le correspondían.
La victimización de ANDRÉS MANUEL catapultó
a su favor las preferencias del voto, entre marchas de protesta y cartas
abiertas de grupos civiles exigiendo al presidente cancelar el procedimiento, por
existir la duda razonable de haber sido instrumentado con fines partidistas.
Importa aclarar que ANAYA no observa (todavía)
el arrastre que entonces tuvo LÓPEZ OBRADOR en la capital, escenario central de
aquel litigio.
Sin embargo, guardadas las debidas
proporciones, los elementos básicos del 2005 están presentes en 2018.
Un aspirante opositor que sufre el acoso
repentino del poder presidencial, con el inocultable propósito de impedirle
participar en la contienda.
Ocurre además que la parte afectada tiene
hoy tiempo suficiente y un magnífico pretexto para elevar su protesta y
proyectar su imagen ante organismos internacionales, prensa europea y
norteamericana.
En esta perspectiva, la persecución,
lejos de causar daño, podría convertirse en un trampolín para el candidato
acosado y abonarle los seis o siete puntos que hoy lo separan del puntero AMLO,
quien compite por tercera vez.
Para la autoridad que acusa siempre será
de alto riesgo el emprender acciones de tipo penal contra un adversario, en
pleno año electoral. Si los estrategas de PEÑA y MEADE lo previeron (o no) el
problema será de ellos.
Aun habiendo fundamento sólido
(suponiendo, sin conceder, que así fuera) el “timing” es pésimo. Escogieron la
peor época. La gente jamás va a creer que lo hacen por justicia, sino por cruda
mezquindad electorera.
El mejor ejemplo lo tenemos en
Tamaulipas, con CABEZA DE VACA. Los ataques sistemáticos en su contra
funcionaron siempre como un potente vitamínico, camino al senado y luego a la
gubernatura. Lejos de doblarlo, lo fortalecieron.