martes, 6 de marzo de 2018

Inevitable deja vu


Cd. Victoria, Tam. – Más allá de las impresiones momentáneas, dejando a un lado el aspecto anecdótico, cabe preguntar: ¿quién o quienes resultarán beneficiados con ese tosco y mal instrumentado manojo de imputaciones que hoy esgrime la PGR contra RICARDO ANAYA?
A botepronto, el más feliz sería AMLO, entre otras razones (1) por tratarse de una bronca que no le involucra pues (2) enfrenta, de manera directa, al PRI con el PAN, es decir, (3) a PEÑA NIETO contra ANAYA y, en consecuencia, (4) el desgaste es dual, afectando al propio TOÑO MEADE.
En un primer momento, se enlodan ambos bandos. El acusado por la gravedad de los cargos en su contra, pero también la parte acusadora, ante la sospecha de estar torciendo la justicia con fines electorales.
El detalle es que nos encontramos apenas en el prólogo de la contienda. Periodo previo conocido como “intercampañas”, que inició el 12 de febrero y termina el 29 de marzo (dentro de 23 días).
Lo cual otorga margen suficiente para que la embestida gubernamental sea sopesada por la opinión pública, abriendo la posibilidad del “efecto rebote”.
Si, en las próximas semanas, la PGR no logra quitar a RICARDO del camino, el péndulo alcanzará su punto máximo y vendrá de regreso.
Ya lo estamos viendo ahora con la estrategia instrumentada por el frente (PAN, PRD, MC) para victimizar la imagen de su candidato y presentarlo ante la opinión pública como un perseguido político.
Circunstancia que, por cierto, despierta recuerdos en el votante, a la manera de un “deja vu”. ¿En dónde vimos esto antes?, ¿Cuándo habíamos vivido algo así?
No hay que buscarle mucho. Fue en 2005 con AMLO, a quien VICENTE FOX quiso sacar de la boleta con una acusación menor sobre un predio en litigio donde se construyó una vía rápida.
La indignación ciudadana arropó a LÓPEZ OBRADOR, ante la torpeza del procedimiento seguido por el procurador MACEDO DE LA CONCHA.
Y, también, por el error de FOX al dictaminar al acusado como culpable, antes siquiera de que empezara el proceso, arrogándose atribuciones de juez que no le correspondían.
La victimización de ANDRÉS MANUEL catapultó a su favor las preferencias del voto, entre marchas de protesta y cartas abiertas de grupos civiles exigiendo al presidente cancelar el procedimiento, por existir la duda razonable de haber sido instrumentado con fines partidistas.
Importa aclarar que ANAYA no observa (todavía) el arrastre que entonces tuvo LÓPEZ OBRADOR en la capital, escenario central de aquel litigio.
Sin embargo, guardadas las debidas proporciones, los elementos básicos del 2005 están presentes en 2018.
Un aspirante opositor que sufre el acoso repentino del poder presidencial, con el inocultable propósito de impedirle participar en la contienda.
Ocurre además que la parte afectada tiene hoy tiempo suficiente y un magnífico pretexto para elevar su protesta y proyectar su imagen ante organismos internacionales, prensa europea y norteamericana.
En esta perspectiva, la persecución, lejos de causar daño, podría convertirse en un trampolín para el candidato acosado y abonarle los seis o siete puntos que hoy lo separan del puntero AMLO, quien compite por tercera vez.
Para la autoridad que acusa siempre será de alto riesgo el emprender acciones de tipo penal contra un adversario, en pleno año electoral. Si los estrategas de PEÑA y MEADE lo previeron (o no) el problema será de ellos.
Aun habiendo fundamento sólido (suponiendo, sin conceder, que así fuera) el “timing” es pésimo. Escogieron la peor época. La gente jamás va a creer que lo hacen por justicia, sino por cruda mezquindad electorera.
El mejor ejemplo lo tenemos en Tamaulipas, con CABEZA DE VACA. Los ataques sistemáticos en su contra funcionaron siempre como un potente vitamínico, camino al senado y luego a la gubernatura. Lejos de doblarlo, lo fortalecieron.