miércoles, 14 de marzo de 2018

Escopeta que llora


Cd. Victoria, Tam. – En tiempo electoral y en asuntos de contra propaganda, el “timing” es fundamental, a riesgo de que una mala programación provoque el efecto contrario.
Y también resulta crucial (¿quién lo duda?) el cuidado de los detalles donde (reza el dicho) suele esconderse el diablo.
Ejemplar el caso de doña CLAUDIA RUIZ MASSIEU, actual secretaria general del PRI, abogada, exdiputada, un par de veces secretaria en el presente sexenio, de Turismo y Relaciones Exteriores.
Se nos aparece de pronto en Washington, por veredas y contactos que conoció siendo canciller, pero ahora con fines partidistas.
Y se presenta ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) para hacer una denuncia contra RICARDO ANAYA, por el tema que ya conocemos, el presunto lavado.
No importa aquí si la acusación resulta cierta o (incluso) si el candidato involucrado merezca, eventualmente, ir a la cárcel.
Lo grave es que se trata de una investigación apenas en marcha, filtrada a la opinión pública pero todavía no aterrizada en órdenes de comparecencia o aprehensión, ni mucho menos consignación y juicio.
El señalamiento flota en el aire, por información filtrada desde PGR y cuyo litigio transcurre en los medios, sin mayor avance formal.
Ante la mismísima OEA se plantó la señora RUIZ MASSIEU para entregar, dijo, una carta y un expediente contra ANAYA.
Rarísimo el episodio, entre otras cosas porque la naturaleza del caso no permite dudas en cuanto al tipo de instancia que debe atenderlo. El ministerio público.
¿Tiene vela en este entierro el abogado uruguayo LUIS ALMAGRO, titular de dicho organismo?... Una pena, pero no.
La desmesura de CLAUDIA provoca una mezcla de sorpresa, pasmo, burla y, al final del día, pena ajena. ¿Quién le dijo que fuera?
Hija del desaparecido exgobernador guerrerense JOSE FRANCISCO RUIZ MASSIEU, sobrina además de CARLOS y RAÚL SALINAS DE GORTARI, la inquieta dama (ojo al despropósito) acude ante un organismo mundial para pedirle que actúe como demarcación policiaca.
Le indigna, añade, que el personaje “no haya dado una explicación pública con fundamento en pruebas y documentación”.
Sorprende que, siendo abogada (por lo menos así aparece en su ficha curricular) ignore o pase por alto que nadie está obligado a probar su inocencia. Al revés, la obligación recae en quien acusa. Demostrar la culpa.
Otro detallito. Mientras la autoridad no dicte sentencia, resulta ofensivo manejar como un hecho consumado cualquier responsabilidad en actos ilícitos.
Ella dice “enriquecimiento inexplicable”, pero jamás se ha presentado ante la Procuraduría para argumentar tal señalamiento.
La explicación que ahora pide se llama comparecencia y corresponde al AMP solicitarla cuando haya reunido elementos suficientes para presumir la comisión de uno o más ilícitos.
Esto no ha sucedido y (mire usted), el desplante deja mal parado al gobierno de PEÑA NIETO, donde CLAUDIA ocupó dos cargos de gabinete.
¿La secretaria del PRI no confía en un gobierno priísta, no cree en su PGR?
Porque, hasta donde todo mundo entiende, es ahí donde se ventilan estas cosas.
¿Voló a Washington nomás para eso?
Igual solicitó que su denuncia se hiciera llegar a la Misión Electoral del sistema interamericano que (como es sabido) estará presente como observadora en los comicios presidenciales de México, el próximo 1 de julio.
Aunque lo extraño (atípico, diríamos) sigue siendo el que una representante del partido en el poder ponga el grito en el cielo contra un opositor. Por lo general es al revés.
Son los disidentes quienes piden auxilio ante organismos internacionales cuando se sienten perseguidos por un gobierno. Planteado de manera inversa raya en el absurdo.
Ahora resulta que doña Escopeta interpone queja (indignada) contra el malvado pato.
Sainete lamentable que raya en la desesperación.