viernes, 9 de marzo de 2018

Estrategia anti-veto


Cd. Victoria, Tam. – Sin mediar comprobación, de tiempo en tiempo se ponen de moda argumentos dominantes sobre coyunturas específicas de la actualidad nacional.
Interpretaciones que, para multiplicarse en redes y medios informales, tampoco necesitan de veracidad. Les basta la verosimilitud.
Palabras que, a menudo, confundimos. La primera postula hechos ciertos, la segunda solo exige que parezcan ciertos. La primera es compromiso profesional, la segunda distracción.
Ejemplo de ello, un argumento poco consistente, pero de fácil venta.
Si TOÑO MEADE no repunta y se mantiene rezagado en la tercera posición, el presidente PEÑA NIETO preferiría perder con LÓPEZ OBRADOR (por su proclividad al perdón) que con RICARDO ANAYA porque ha prometido investigar al actual gobierno.
En efecto, ANDRÉS MANUEL se ha manifestado partidario del “borrón y cuenta nueva”, anunciando el advenimiento de una nueva era de honestidad, cuando él llegue a Palacio.
Para ello, insiste, no es necesario emprender castigos ni política de nota roja, pues bastará con que “el presidente sea honesto”, para que todos los servidores públicos “sean honestos.”
Y persiste en la idea como caballito de batalla. La pirámide completa de funcionarios se mimetizaría con su ejemplo, en automático.
Conversión súbita, purificación masiva, de la cúpula a la base, en escalerita, pasando por secretarios, gobernadores, alcaldes y hasta el más modesto gendarme.
Al respecto, habría que distinguir dos aristas fundamentales de este discurso.
En principio (1) el que un candidato ofrezca el paraíso a cambio del voto, por chocante que parezca, resulta comprensible. Nunca justificable (claro) aunque lo podemos entender, no es el primero ni será el último, en todos los partidos y los tres niveles de gobierno.
Lo grave ocurre cuando (2) una sorprendente pluralidad de trincheras (seguidores y adversarios, por igual) considera en serio dicha postura.
Peor aún, creyendo a pie juntillas que no habrá revancha, ni cacería de brujas, ni represalia, desquite o venganza.
Y sorprende que hasta sus detractores más enconados utilicen dicho razonamiento al señalar que AMLO absolvería a la clase política si le permiten llegar.
De aquí hay quienes concluyen que la guerra mediática contra ANAYA obedece a la peligrosidad de sus promesas, pues pretende castigar la corrupción desde la más alta cúpula gubernamental.
La duda (y tema central de este comentario) es si el candidato de MORENA (1) está realmente dispuesto a cumplir su oferta de impunidad, o acaso (2) se trata de una deliberada y bien orquestada estratagema electoral.
Si algo caracteriza al discurso de LÓPEZ OBRADOR en 2018, es la oferta de negociación que dirige a todos los grupos sociales susceptibles de obstaculizar o vetar su candidatura.
La consigna es romper candados, desbloquear caminos, sacudirse el estigma de 2006 que lo encasilló como un “peligro para México”.
A los hombres de negocios, temerosos del gasto inflacionario, les dice que respetará la autonomía del Banco de México y habrá “déficit cero” en las cuentas nacionales.
A las fuerzas armadas manifiesta su apoyo a la Ley de Seguridad Interior, pues jamás permitirá que se utilice “contra el pueblo”.
A los expanistas incorporados a su campaña les habla de honestidad.
A los jefes narcos, su mensaje de amnistía y la oferta de incorporar a los sicarios como becarios.
La carnada para los católicos empieza con el nombre de MORENA y la fecha simbólica que eligió para registrar su candidatura, el 12 de diciembre.
A los protestantes, su coalición con el PES. A los maestros, echar abajo la reforma educativa y al gobierno de Washington la sentencia de respetar a TRUMP, “para que él respete a México.”
Por ello, porque todas son tácticas de campaña, hay motivos suficientes para dudar sobre su oferta de impunidad.