Cd.
Victoria, Tam. – Algo falla en el
marco jurídico partidista cuando queda en franco entredicho el nombre de
precampañas. Dudoso el prefijo donde los tres caballeros hicieron proselitismo
solos, sin competidor en cada caso.
Entramos ahora en la etapa de veda, paréntesis
dispuesto para que los militantes de cada partido evalúen las opciones y
decidan quienes serán sus candidatos para cada cargo. Sus cartas fuertes.
Aunque esto solo tiene lugar en el
papel, pues, al menos en lo que se refiere a la Presidencia de la República, no
hay materia para evaluar, ni decisión sujeta a escrutinio.
No habrá elecciones internas en el
sentido estricto de la palabra, si recordamos que el verbo elegir habla de
preferir, escoger, seleccionar entre un abanico de opciones. O al menos dos.
Queda para la memoria del presente 2018
que los nombres están previamente decididos. Analistas, observadores de adentro
y afuera han venido elaborando cálculos y testimonios en torno a hechos
consumados.
En sentido estricto habría que quitarle
el “pre” a las campañas, o llamarlas campañas previas, adelanto, preludio de lo
que vendrá, con un ligero ajuste en el nombre.
Dejaremos de llamarles precandidatos
para llamarlos lo que han sido desde su registro, abanderados reales.
Para los encuestadores se simplifica el
trabajo. La estadística de preferencias que hayan registrado en la víspera se
extiende (tal cuál) a la contienda constitucional.
Faltando menos de cinco meses para la
jornada electoral, la duda gira en torno al segundo lugar. Del puntero y
candidato a vencer todos coinciden que es AMLO.
Y es de gran importancia identificar con
claridad al retador verdadero de LÓPEZ OBRADOR pues será el receptor lógico de
lo que llamamos “voto útil.”
Concepto que el electorado mexicano
conoce bien y se percibe con claridad a la mitad de la campaña, acaso antes, al
primer tercio.
El razonamiento gira en torno a la
aceptación objetiva de las alternativas reales en juego y va más allá de
simpatías, lealtades o posturas doctrinales.
En el menú del voto anti-AMLO solo hay
de dos sopas: ANAYA y MEADE. Salvo la gente que por razones de orden emocional
quiera llevar hasta el final su apoyo a MARGARITA ZAVALA, JAIME RODRÍGUEZ o
ARMANDO RIOS PITER. Y serán pocos, por cierto.
Las encuestas de media campaña señalarán
(si no es que señalan desde hoy) derroteros claros para quienes no simpaticen
con ANDRÉS MANUEL.
De aquí la importancia del modelo
conocido como Poll of Polls (MPP) y que tiene entre sus promotores destacados
al especialista y comunicador LEO ZUCKERMANN.
Como herramienta marca tendencias
promedio entre todos los sondeos realizados en base a las reglas y metodologías
autorizadas por el INE. Mejor aún, hay la intención de actualizar sus números
con cada nueva encuesta.
Otro tema crucial es cuál sería el
“techo” de quien marcha como puntero. Según fuentes del PAN, andaría entre 30 y
35%. De tal estimación se ha hecho eco el propio RICARDO ANAYA.
Los cálculos del MPP elaborados por
ZUCKERMAN y compañía piensan que oscilaría entre 36 y 37%.
La estabilidad observada por AMLO en sus
números, como suele decirse en salto de altura, les pone la vara muy alta a sus
contendientes.
Ser competitivos ante un hombre que
lleva 18 años en campaña, representa un esfuerzo mayúsculo. Sería ingenuo (y
habrá que insistir desde ahora en esto) el pensar que la guerra sucia
emparejará los cartones.
Entre otras razones porque ANDRÉS MANUEL
ya se inmunizó tras las toneladas de lodo que ha recibido de 2006 a la fecha.
O, en todo caso, tendrán un peso mayor
sus equivocaciones reales, sus errores visibles, comprobables y muy concretos
como los arranques de furia que de tiempo en tiempo observa hacia sus críticos
de la academia y de los medios. Ello impacta, sobre todo, en la amplia y
sustantiva franja de indecisos.