martes, 13 de febrero de 2018

Campañas previas


Cd. Victoria, Tam. – Algo falla en el marco jurídico partidista cuando queda en franco entredicho el nombre de precampañas. Dudoso el prefijo donde los tres caballeros hicieron proselitismo solos, sin competidor en cada caso.
Entramos ahora en la etapa de veda, paréntesis dispuesto para que los militantes de cada partido evalúen las opciones y decidan quienes serán sus candidatos para cada cargo. Sus cartas fuertes.
Aunque esto solo tiene lugar en el papel, pues, al menos en lo que se refiere a la Presidencia de la República, no hay materia para evaluar, ni decisión sujeta a escrutinio.
No habrá elecciones internas en el sentido estricto de la palabra, si recordamos que el verbo elegir habla de preferir, escoger, seleccionar entre un abanico de opciones. O al menos dos.
Queda para la memoria del presente 2018 que los nombres están previamente decididos. Analistas, observadores de adentro y afuera han venido elaborando cálculos y testimonios en torno a hechos consumados.
En sentido estricto habría que quitarle el “pre” a las campañas, o llamarlas campañas previas, adelanto, preludio de lo que vendrá, con un ligero ajuste en el nombre.
Dejaremos de llamarles precandidatos para llamarlos lo que han sido desde su registro, abanderados reales.
Para los encuestadores se simplifica el trabajo. La estadística de preferencias que hayan registrado en la víspera se extiende (tal cuál) a la contienda constitucional.
Faltando menos de cinco meses para la jornada electoral, la duda gira en torno al segundo lugar. Del puntero y candidato a vencer todos coinciden que es AMLO.
Y es de gran importancia identificar con claridad al retador verdadero de LÓPEZ OBRADOR pues será el receptor lógico de lo que llamamos “voto útil.”
Concepto que el electorado mexicano conoce bien y se percibe con claridad a la mitad de la campaña, acaso antes, al primer tercio.
El razonamiento gira en torno a la aceptación objetiva de las alternativas reales en juego y va más allá de simpatías, lealtades o posturas doctrinales.
En el menú del voto anti-AMLO solo hay de dos sopas: ANAYA y MEADE. Salvo la gente que por razones de orden emocional quiera llevar hasta el final su apoyo a MARGARITA ZAVALA, JAIME RODRÍGUEZ o ARMANDO RIOS PITER. Y serán pocos, por cierto.
Las encuestas de media campaña señalarán (si no es que señalan desde hoy) derroteros claros para quienes no simpaticen con ANDRÉS MANUEL.
De aquí la importancia del modelo conocido como Poll of Polls (MPP) y que tiene entre sus promotores destacados al especialista y comunicador LEO ZUCKERMANN.
Como herramienta marca tendencias promedio entre todos los sondeos realizados en base a las reglas y metodologías autorizadas por el INE. Mejor aún, hay la intención de actualizar sus números con cada nueva encuesta.
Otro tema crucial es cuál sería el “techo” de quien marcha como puntero. Según fuentes del PAN, andaría entre 30 y 35%. De tal estimación se ha hecho eco el propio RICARDO ANAYA.
Los cálculos del MPP elaborados por ZUCKERMAN y compañía piensan que oscilaría entre 36 y 37%.
La estabilidad observada por AMLO en sus números, como suele decirse en salto de altura, les pone la vara muy alta a sus contendientes.
Ser competitivos ante un hombre que lleva 18 años en campaña, representa un esfuerzo mayúsculo. Sería ingenuo (y habrá que insistir desde ahora en esto) el pensar que la guerra sucia emparejará los cartones.
Entre otras razones porque ANDRÉS MANUEL ya se inmunizó tras las toneladas de lodo que ha recibido de 2006 a la fecha.
O, en todo caso, tendrán un peso mayor sus equivocaciones reales, sus errores visibles, comprobables y muy concretos como los arranques de furia que de tiempo en tiempo observa hacia sus críticos de la academia y de los medios. Ello impacta, sobre todo, en la amplia y sustantiva franja de indecisos.