jueves, 9 de febrero de 2017

Venalidad en cadena

Cd. Victoria.- El episodio pintaba mal y pudo ser de graves consecuencias. La autoridad actuó a tiempo y los once cubanos secuestrados en la frontera tamaulipeca (cinco hombres, cinco mujeres, un menor) fueron rescatados con vida y se encuentran a buen resguardo.
Es noticia magnífica para los directamente involucrados y sus familiares. Aunque también otorga un respiro de alivio al gobierno de Tamaulipas.
Baste recordar la ola de reclamos diplomáticos suscitados por la desaparición y muerte de migrantes oriundos de Centro y Sudamérica, cuyo expediente sigue abierto.
El caso concreto no pasó a mayores porque las víctimas tuvieron tiempo de pedir auxilio vía teléfono móvil a sus parientes de Cuba y estos se movieron con eficacia en la red consular mexicana.
Lo cuál no impide calificar de estremecedora la cadena infernal de complicidades que aflora tras el caso resuelto.
Tortuoso el viacrucis vivido por estos migrantes desde que fueron bajados a la fuerza del autobús de línea que los transportaba entre Reynosa y Nuevo Laredo.
Difícil distinguir los límites entre autoridades y delincuencia, cuando se reporta que agentes de migración, en lugar de prestar ayuda, despojaron al grupo del dinero en efectivo que portaban para el viaje.
El terror no acaba ahí. Después quedarían a disposición de una pareja de pateros (mexicano y salvadoreña) que retuvieron a los viajantes contra su voluntad.
Y también bajo amenaza de entregarlos a la delincuencia si sus familias no pagaban un rescate de mil 400 dólares por cabeza, más 800 dólares de hospedaje cada uno.
Lo cuál suma 2 mil 200 que multiplicados por 11 personas y al tipo de cambio de 21.5 pesos por dólar darían una ganancia total de 520 mil pesos.
El deslinde de responsabilidades y su consecuente castigo alcanza, al menos, para (1) los agentes migratorios que robaron a la familia, (2) la parejita de pillastres que los privó de su libertad buscando cobrar un rescate y (3) el chofer del autobús que conociendo del ilícito, no lo reportó.

LEY CADUCA
La familia de migrantes gozaba de un permiso formal (salvoconducto) para cruzar el país y llegar a su destino, la Unión Americana.
Viajaban atraídos por un programa gubernamental denominado “Pies Secos, Pies Mojados” (“Wet feet, dry feet policy”) que durante algún tiempo ofreció estatus legal a los cubanos llegados por tierra.
La política migratoria norteamericana hacia el exilio cubano ha pasado por diversas etapas desde 1966 cuando el gobierno de LYNDON JOHNSON impulsó la denominada Ley de Ajuste Cubano (Cuban Adjustment Act).
Disposición que otorgaba residencia legal a los prófugos del castrismo tras un año de permanencia en el vecino país del norte.
Marco jurídico que sería ajustado en 1995 por la administración de WILLIAM CLINTON, restringiendo dicho beneficio únicamente a quienes lograsen llegar a territorio (pies secos), disponiendo que los migrantes interceptados en el mar (pies mojados) fueran devueltos a Cuba.
Una tercera etapa vino tras la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, el pasado 2016.
Por acuerdo de BARACK OBAMA, a partir del 12 de enero de 2017, todos los inmigrantes cubanos (secos o mojados) reciben el mismo trato que sus similares de otras naciones.
El razonamiento es sencillo. Ya no se les considera refugiados políticos y por ende deben pasar por el trámite regular de cualquier ciudadano (sin distingo de origen) que pretenda ingresar a Estados Unidos.
Aún así, pese a que el citado programa “Pies Secos, Pies Mojados” ya caducó, la frontera norte, de Tijuana a Matamoros, es hoy receptora creciente de isleños.
Los cuáles se suman a los migrantes haitianos y africanos. Lucrativo negocio para autoridades venales.