martes, 7 de febrero de 2017

Ni vieja, ni parchada

Cd. Victoria.- El aniversario 100 de la Carta Magna aviva los epítetos que las últimas décadas hemos leído y escuchado sobre el documento dado a luz en Querétaro, en la plenitud del movimiento carrancista.
Respingando la nariz y con dejos de omnisapiencia, suelen llamarle vieja y también parchada.
Como si el paso del tiempo fuera (per se) un defecto y, también, como si el afán de actualizarla emprendido por las generaciones posteriores la hubiera deformado o desnaturalizado.
Por principio, mucho habría que reconocer a la generación constituyente de 1917 por haber generado un documento con la suficiente visión de futuro para conservar su funcionalidad un siglo después.
En cuanto a las mutaciones que la Constitución ha observado en estos 100 años, podríamos abonarlas también a favor de su capacidad adaptativa. Su versatilidad.
El espíritu liberal y humanista que le dio vida la convirtió en buena medida en un documento abierto, susceptible a las actualizaciones que vendrían después.
Quienes la redactaron estaban muy lejos de actuar imbuidos en verdades absolutas, doctrinas cerradas o modelos de pensamiento perfectos.
De ser así habría envejecido pronto y su utilidad hubiera colapsado en la siguiente generación.
Por el contrario, si nuestra Carta de 1917 se conservó vigente y actuante es porque su embalaje fundamental fue pensado para resistir los cambios de una sociedad en movimiento.
Su diseño fue visionario y también plural pues si bien obedeció a la iniciativa de una de las fracciones revolucionarias (la dominante, el carrancismo) en ella cupieron también aportaciones de maderistas, zapatistas y villistas, entre otros.
Curiosamente, la convocatoria de don VENUSTIANO tuvo por sede un recinto de Querétaro que llevaba por nombre AGUSTÍN DE ITURBIDE.
Hoy más convenientemente renombrado “Teatro de la República.”
Edificio, por cierto, con una carga histórica considerable, si recordamos que en dicho recinto se estrenó el himno nacional mexicano 63 años atrás, el 15 de septiembre de 1854.
También ahí se celebró el consejo de guerra que enjuició y dictó condena de muerte al emperador MAXIMILIANO y sus contlapaches MIRAMÓN y MEJÍA.
Ni vieja ni parchada, doña Constitución es un legado útil cuyo reemplazo aún no asoma en el horizonte nacional.
Mejor aún, el día que el reemplazo llegue, tendrá por valiosa inspiración el documento actual.

COBERTURA EDUCATIVA
Y, bueno, un aspecto poco estudiado de la inminente deportación a México de indocumentados prometida por DONALD TRUMP es, desde luego, el cupo escolar.
De aquí la importancia que tiene el reporte ofrecido por el titular de la SET HECTOR ESCOBAR SALAZAR sobre la preparación de espacios que deberán abrirse a los menores venidos de la Unión Americana.
El incremento de la demanda afectará a todo el sector de los servicios públicos. Más pupitres escolares, en efecto, pero también más camas de hospital, espacios habitacionales y, por supuesto, empleo.
Otro aspecto requerido de atención es el que planteó el actual presidente de CONAGO, GRACO RAMÍREZ, gobernador de Morelos.
¿Qué hacer con los deportados centroamericanos, sudamericanos, caribeños?...
Porque mire usted que al momento de practicar las redadas y acarrear a los detenidos hacia la frontera sur, el esquema racista de la tenebrosa “migra” no hará distingos entre mexicanos, salvadoreños o guatemaltecos.
¿Los aceptará México como refugiados, los embarcará a sus países de origen, les negará entrada ante la autoridad americana que pretenda expulsarlos por nuestra frontera?
Ya se tiene el ejemplo en Tijuana, dice GRACO, “con haitianos y africanos”. Y, claro está el delicado asunto de los cubanos que en Tamaulipas podría convertirse en nota de primera plana mundial.