Cd. Victoria.- El aniversario 100 de la Carta Magna aviva los
epítetos que las últimas décadas hemos leído y escuchado sobre el documento
dado a luz en Querétaro, en la plenitud del movimiento carrancista.
Respingando la
nariz y con dejos de omnisapiencia, suelen llamarle vieja y también parchada.
Como si el paso
del tiempo fuera (per se) un defecto y, también, como si el afán de
actualizarla emprendido por las generaciones posteriores la hubiera deformado o
desnaturalizado.
Por principio,
mucho habría que reconocer a la generación constituyente de 1917 por haber
generado un documento con la suficiente visión de futuro para conservar su
funcionalidad un siglo después.
En cuanto a las
mutaciones que la Constitución ha observado en estos 100 años, podríamos
abonarlas también a favor de su capacidad adaptativa. Su versatilidad.
El espíritu
liberal y humanista que le dio vida la convirtió en buena medida en un
documento abierto, susceptible a las actualizaciones que vendrían después.
Quienes la
redactaron estaban muy lejos de actuar imbuidos en verdades absolutas,
doctrinas cerradas o modelos de pensamiento perfectos.
De ser así
habría envejecido pronto y su utilidad hubiera colapsado en la siguiente
generación.
Por el
contrario, si nuestra Carta de 1917 se conservó vigente y actuante es porque su
embalaje fundamental fue pensado para resistir los cambios de una sociedad en
movimiento.
Su diseño fue
visionario y también plural pues si bien obedeció a la iniciativa de una de las
fracciones revolucionarias (la dominante, el carrancismo) en ella cupieron
también aportaciones de maderistas, zapatistas y villistas, entre otros.
Curiosamente, la
convocatoria de don VENUSTIANO tuvo por sede un recinto de Querétaro que
llevaba por nombre AGUSTÍN DE ITURBIDE.
Hoy más convenientemente
renombrado “Teatro de la República.”
Edificio, por
cierto, con una carga histórica considerable, si recordamos que en dicho
recinto se estrenó el himno nacional mexicano 63 años atrás, el 15 de
septiembre de 1854.
También ahí se
celebró el consejo de guerra que enjuició y dictó condena de muerte al
emperador MAXIMILIANO y sus contlapaches MIRAMÓN y MEJÍA.
Ni vieja ni
parchada, doña Constitución es un legado útil cuyo reemplazo aún no asoma en el
horizonte nacional.
Mejor aún, el
día que el reemplazo llegue, tendrá por valiosa inspiración el documento
actual.
COBERTURA EDUCATIVA
Y, bueno, un
aspecto poco estudiado de la inminente deportación a México de indocumentados
prometida por DONALD TRUMP es, desde luego, el cupo escolar.
De aquí la importancia
que tiene el reporte ofrecido por el titular de la SET HECTOR ESCOBAR SALAZAR
sobre la preparación de espacios que deberán abrirse a los menores venidos de
la Unión Americana.
El incremento de
la demanda afectará a todo el sector de los servicios públicos. Más pupitres
escolares, en efecto, pero también más camas de hospital, espacios
habitacionales y, por supuesto, empleo.
Otro aspecto
requerido de atención es el que planteó el actual presidente de CONAGO, GRACO
RAMÍREZ, gobernador de Morelos.
¿Qué hacer con
los deportados centroamericanos, sudamericanos, caribeños?...
Porque mire
usted que al momento de practicar las redadas y acarrear a los detenidos hacia
la frontera sur, el esquema racista de la tenebrosa “migra” no hará distingos
entre mexicanos, salvadoreños o guatemaltecos.
¿Los aceptará
México como refugiados, los embarcará a sus países de origen, les negará
entrada ante la autoridad americana que pretenda expulsarlos por nuestra
frontera?
Ya se tiene el
ejemplo en Tijuana, dice GRACO, “con haitianos y africanos”. Y, claro está el
delicado asunto de los cubanos que en Tamaulipas podría convertirse en nota de
primera plana mundial.