Cd. Victoria, Tam.- Nada más ingrato para un partido perdedor que la carencia
de liderazgos con autoridad moral suficiente para situarse por encima de las
corrientes internas, regularmente enfrentadas por el control del aparato.
Le
ocurre hoy a la organización albiazul tras la debacle del primero de julio, al
momento de plantearse la difícil tarea de la autocrítica y el control de daños.
En
casos así suele pensarse que los exmandatarios y los excandidatos
presidenciales poseen una suerte de capital político a su favor y cierta aura
de respetabilidad que eventualmente pudieran colocarlos en la tesitura de
conciliar y tender puentes entre los diversos grupos.
Aunque
esto no siempre ocurre en la práctica. Vistas las cosas en retrospectiva,
ningún panista que haya contendido por la presidencia en las últimas cinco
elecciones se encontraría en disponibilidad de servir como fiel de la balanza.
No
puede ser JOSEFINA VAZQUEZ MOTA (2012) porque representa marcadamente a un
grupo con el cuál no comulgan ni lo seguidores de ERNESTO CORDERO ni los de
SANTIAGO CREEL. Peor todavía: ni foxistas ni calderonistas.
Amén
de que las dimensiones catastróficas de su derrota le impiden presentarse para
conducir a un partido apurado en recuperar aquella imagen ganadora que lo
catapultó desde los años noventa.
Tampoco
FELIPE CALDERÓN (2006-2012) por ser el mandatario saliente al que le tocó
cargar con el descalabro electoral.
Circunstancia
que en su interpretación más ortodoxa representa simple y llanamente un voto de
castigo.
El
candidato anterior a CALDERÓN se llama VICENTE FOX (2000-2006), pero ocurre que
su definición franca y reiterada en favor del PRI no solamente le impide
prestar auxilio al partido que lo encumbró sino, incluso, lo coloca en una
tesitura cercana a la expulsión.
Seis
años atrás (1994), el abanderado del PAN fue DIEGO FERNANDEZ DE CEVALLOS,
personaje cuya reciedumbre y carisma nadie pondría en duda.
El
problema es que tan controvertido señor tiene en su contra la sospecha de haber
negociado su capitulación a cambio de prebendas y posiciones en el gobierno de
ERNESTO ZEDILLO.
Y
si nos vamos a las dos contiendas previas (1988 y 1982) resulta que tanto
MANUEL CLOUTHIER como PABLO EMILIO MADERO ya fallecieron.
Ciertamente,
el Partido Acción Nacional posee bases sanas y activos valiosos en miembros,
adherentes y simpatizantes de toda la República.
Su
dificultad es encontrar operadores con la estatura y solvencia necesarias para
colocarse por encima de todas las facciones en disputa.
El
grupo de Los Pinos piensa que debe ser depuesto el dirigente formal GUSTAVO
MADERO pues tiene una cuota innegable de responsabilidad en el fracaso de
julio.
Pero
si nos vamos a los anteriores, ni CESAR NAVA ni GERMAN MARTINEZ serían útiles
por tener muy marcado el fierro calderonista, amen de que sus respectivas
gestiones (más gerenciales que de conducción efectiva) tampoco fueron
precisamente exitosas.
Y
resulta que antes de NAVA y MARTINEZ, al frente del CEN estaba MANUEL ESPINO,
actualmente expulsado del PAN y sin muchas ganas de regresar pues (al igual que
FOX) se la jugó con PEÑA NIETO.
Por
eso la idea de una “refundación” propuesta semanas atrás por el presidente
CALDERÓN tiene la virtud de responder a la grave crisis de liderazgos que
enfrentará dicha organización a partir del primero de diciembre.
La
propuesta de FELIPE abriría, al menos, la posibilidad de que tomasen la
alternativa cuadros de refresco, como urgente reemplazo de la hoy anquilosada
élite partidista.
La
otra opción impulsada por el grupo de MADERO, no pasa por refundación alguna ni
por reemplazo adelantado del CEN.
Todo
seguiría igual hasta 2013, cuando concluya el periodo normal y se sigan los
procedimientos ordinarios para renovar la cúpula.
Desde
luego, hay muchas maneras de sacar al buey de la barranca. Con prisa o sin
ella, con decisiones audaces o gradualistas. El tiempo dirá.