jueves, 9 de agosto de 2012

Saliente y entrante


Cd. Victoria, Tam.- No pocos interrogantes rodean a la actual transición mexicana, en particular a la relación que guardan ENRIQUE PEÑA NIETO y FELIPE CALDERÓN, hoy plagada de lagunas, contradicciones y sobresaltos.
La comparación es obvia con la vez anterior que un panista y un tricolor se enfrascaron en una tarea semejante, el traspaso de mandos, hace 12 años.
En efecto, durante el verano-otoño del 2000, ERNESTO ZEDILLO y VICENTE FOX protagonizaron un cambio de estafeta tan suave y cordial que fue llamado, con justa razón, la “transición de terciopelo”.
Era otro país, sin lugar a dudas. Sin impugnaciones electorales, ni crisis global ni cadáveres desollados cada tercer día, como ahora.
En aquel idílico año 2000, ZEDILLO no solamente reconoció que un partido distinto había ganado la elección durante la noche misma de los comicios sino que fue más lejos.
Se empeñó además en allanarle el camino al presidente electo VICENTE FOX, manejando con mucho tacto el delicado renglón de la gobernabilidad transexenal.
Tareas diversas como el diseño de presupuestos y el manejo cuidadoso de variables fundamentales: paridad, inflación y deuda externa.
En aquellos meses transcurridos entre el 2 de julio y el 1 de diciembre del 2000, los mexicanos vivíamos nuestro primer final de sexenio pacífico en muchos años, tras los cierres de locura sufridos bajo LOPEZ PORTILLO (1982), DE LA MADRID (1988) y SALINAS (1994).
Destaca todavía más aquella transición armónica del 2000 si la comparamos también con las dos posteriores, la de VICENTE FOX (2006) y la actual de CALDERON (2012), sacudidas ambas por turbulencias políticas y criminalidad extrema.
Por eso ahora que FELIPE se dispone a entregar el mando a un presidente electo emanado del PRI, sorprende la abundancia de mensajes cruzados.
De repente creí que cargar con el reclamo por el multimillonario gasto del nuevo avión presidencial sería un guiño de buena voluntad enviado por CALDERÓN a su relevo tricolor.
Ello, en el entendido de que las críticas serán para FELIPE, aunque la aeronave será estrenada ya entrado el nuevo gobierno que ENRIQUE habrá de encabezar.
Aunque paralelamente hay desencuentros graves. El más sonado por estos días es la terquedad de CALDERÓN para llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso penal contra un puñado de militares de alto rango, algunos cercanos a PEÑA NIETO.
En verdad, quienes pensamos que el resultado de la elección abriría un “impasse” en dicho proceso nos equivocamos palmariamente. La causa continúa y con más fuerza que antes.
Como tampoco se detienen los ímpetus de la PGR contra exgobernadores priístas, familiares y allegados.
Decisión nacida como medida electorera, pero que hoy sigue su marcha sin importar que el PRI haya ganado la Presidencia.
Este miércoles FELIPE CALDERÓN encabezó la ceremonia de firma y promulgación del decreto que contiene la nueva Reforma Política.
El “timing” de esta ceremonia añade más interrogantes que ahondan el misterio en cuanto a la actitud del mandatario saliente hacia la transición en marcha.
Entre otras dudas, la gente se estará preguntando por que se consuma este proceso después y no antes de una elección.
Peor aún cuando sabemos que hay todavía muchas asignaturas pendientes en materia de reforma electoral, ya incluidas en la agenda de PEÑA NIETO y de las entrantes bancadas legislativas.
¿De que se trata, de meter ruido?
Lejos está, pues, FELIPE de asumir la civilidad de ZEDILLO en circunstancias similares, ante un cambio de estafeta inminente y hacia un relevo que proviene de distinto partido.
Se calificaría de zigzagueante la actitud de CALDERÓN. Da y quita; lo mismo acaricia que levanta el puño, habla de consensos pero también se impone.
A nadie le debe quedar duda que el hombre tiene la enconada determinación de gobernar hasta el último minuto de su mandato, pésele a quien le pese.
Después acaso venga el diluvio, pero esa ya será otra historia.