Cd. Victoria, Tam.- No pocos interrogantes rodean a la actual transición
mexicana, en particular a la relación que guardan ENRIQUE PEÑA NIETO y FELIPE
CALDERÓN, hoy plagada de lagunas, contradicciones y sobresaltos.
La
comparación es obvia con la vez anterior que un panista y un tricolor se
enfrascaron en una tarea semejante, el traspaso de mandos, hace 12 años.
En
efecto, durante el verano-otoño del 2000, ERNESTO ZEDILLO y VICENTE FOX
protagonizaron un cambio de estafeta tan suave y cordial que fue llamado, con
justa razón, la “transición de terciopelo”.
Era
otro país, sin lugar a dudas. Sin impugnaciones electorales, ni crisis global
ni cadáveres desollados cada tercer día, como ahora.
En
aquel idílico año 2000, ZEDILLO no solamente reconoció que un partido distinto
había ganado la elección durante la noche misma de los comicios sino que fue
más lejos.
Se
empeñó además en allanarle el camino al presidente electo VICENTE FOX,
manejando con mucho tacto el delicado renglón de la gobernabilidad transexenal.
Tareas
diversas como el diseño de presupuestos y el manejo cuidadoso de variables
fundamentales: paridad, inflación y deuda externa.
En
aquellos meses transcurridos entre el 2 de julio y el 1 de diciembre del 2000,
los mexicanos vivíamos nuestro primer final de sexenio pacífico en muchos años,
tras los cierres de locura sufridos bajo LOPEZ PORTILLO (1982), DE LA MADRID
(1988) y SALINAS (1994).
Destaca
todavía más aquella transición armónica del 2000 si la comparamos también con
las dos posteriores, la de VICENTE FOX (2006) y la actual de CALDERON (2012),
sacudidas ambas por turbulencias políticas y criminalidad extrema.
Por
eso ahora que FELIPE se dispone a entregar el mando a un presidente electo
emanado del PRI, sorprende la abundancia de mensajes cruzados.
De
repente creí que cargar con el reclamo por el multimillonario gasto del nuevo
avión presidencial sería un guiño de buena voluntad enviado por CALDERÓN a su
relevo tricolor.
Ello,
en el entendido de que las críticas serán para FELIPE, aunque la aeronave será
estrenada ya entrado el nuevo gobierno que ENRIQUE habrá de encabezar.
Aunque
paralelamente hay desencuentros graves. El más sonado por estos días es la
terquedad de CALDERÓN para llevar hasta sus últimas consecuencias el proceso
penal contra un puñado de militares de alto rango, algunos cercanos a PEÑA
NIETO.
En
verdad, quienes pensamos que el resultado de la elección abriría un “impasse”
en dicho proceso nos equivocamos palmariamente. La causa continúa y con más
fuerza que antes.
Como
tampoco se detienen los ímpetus de la PGR contra exgobernadores priístas,
familiares y allegados.
Decisión
nacida como medida electorera, pero que hoy sigue su marcha sin importar que el
PRI haya ganado la Presidencia.
Este
miércoles FELIPE CALDERÓN encabezó la ceremonia de firma y promulgación del
decreto que contiene la nueva Reforma Política.
El
“timing” de esta ceremonia añade más interrogantes que ahondan el misterio en
cuanto a la actitud del mandatario saliente hacia la transición en marcha.
Entre
otras dudas, la gente se estará preguntando por que se consuma este proceso
después y no antes de una elección.
Peor
aún cuando sabemos que hay todavía muchas asignaturas pendientes en materia de
reforma electoral, ya incluidas en la agenda de PEÑA NIETO y de las entrantes
bancadas legislativas.
¿De
que se trata, de meter ruido?
Lejos
está, pues, FELIPE de asumir la civilidad de ZEDILLO en circunstancias similares,
ante un cambio de estafeta inminente y hacia un relevo que proviene de distinto
partido.
Se
calificaría de zigzagueante la actitud de CALDERÓN. Da y quita; lo mismo
acaricia que levanta el puño, habla de consensos pero también se impone.
A
nadie le debe quedar duda que el hombre tiene la enconada determinación de
gobernar hasta el último minuto de su mandato, pésele a quien le pese.
Después
acaso venga el diluvio, pero esa ya será otra historia.