Cd. Victoria, Tam.- Hoy como ayer, antes como ahora, cualquier libertad ejercida
sin contrapesos abre puertas a toda suerte de arbitrariedades.
La
red Internet, sus foros y redes sociales no tendrían por qué ser la excepción.
A
ratos creo que el anonimato es como una droga.
Ofrece
campo irrestricto a expresiones (erupciones) de albañal que en circunstancias
normales permanecerían soterradas.
Suena
bien, por ello, que las autoridades educativas en Tamaulipas se preocupen y
(mejor aún) se organicen para combatir eso que hoy llaman “bullying” en
espacios escolares.
La
agresión directa, física, frontal.
Pero
hay todavía mucho camino por andar en ese otro “bullying”, el acoso virtual que
por ser anónimo se presta a tribulaciones más oscuras e impunes.
Hace
tiempo ponderé desde esta columna los avances del sistema inglés por haber
incorporado en sus programas de educación básica la capacitación de los
infantes contra las amenazas de la red.
Esto
es: acosadores, pederastas, fanáticos, apologistas del odio, promotores del vicio
y también transmisores de virus, troyanos, malware y demás.
La
protección contra todas estas lacras se ha convertido en materia obligatoria dentro
de la educación británica.
La
razón central: que al conocer de ello se prevengan, protejan, sepan como
reaccionar de la manera más pronta y sana ante cualquier acoso.
Y
algo muy importante: lo comenten siempre con padres y maestros.
Redacto
esta columna teniendo a la vista el anuncio de que el gobierno tamaulipeco
bloqueará redes escolares de computadoras para el entrante ciclo escolar.
¿Contra
que o quienes?
El
reporte oficial habla de evitar, entre otras cosas, situaciones como el
"ciberbullying" y la pornografía. Bien.
Aunque
también habla de bloquear las redes sociales (Twitter, Facebook, etc.) para los
jóvenes que acceden al cómputo en el aula, por las mismas razones. Prevención.
El
director del centro estatal de tecnología educativa JUAN CARLOS VÁZQUEZ
GONZÁLEZ explicó que parte de la normatividad incluye vigilar contenidos y
políticas de ingreso.
Lo
cuál a nadie debería espantar. Son normas de uso general que operan en naciones
del primer mundo.
“Restricción
por default”, le llaman.
Desde
luego, cualquier disposición prohibitiva causa escozor en quienes creen
(creemos) en eso que llaman (llamamos) libertad. Hermosa palabra.
Faltaría
acaso el contrapeso propositivo para aliviar dichas inquietudes tan cercanas a
la culpa.
Decir
“no” está lejos de resolver el problema.
Una
vez expresada la restricción, el joven interlocutor siempre preguntará por
alternativas.
-“Ya
me dijiste donde no, ahora dime donde sí.”
O
bien, plantearían, con toda justicia, los maestros…
-“¿Que
contenidos locales aportar a la red como alternativa del alumno?”
Acaso
este sea el reto no solamente para la autoridad educativa sino también para las
burocracias culturales.
La
necesidad de una oferta no solo “políticamente correcta” sino, sobre todo, lo
suficientemente atractiva y estimulante para que su acceso no requiera una
orden del maestro, sino que nazca de manera natural.
Simpatía,
le llaman.
Aunque
para ello sin duda se requiera que en esos mandos culturales haya mínimos de experiencia
informática.
Pregunto
si los hay.
En
especial cuando buena parte del bombardeo mediático está sesgado hacia los
antivalores, sin criba alguna.
Aunque
usted no lo crea, abundan portales en Internet que exaltan como héroes a esos
chicos norteamericanos que de un día para otro toman la escopeta del abuelo y
disparan contra sus iguales, profesores y hasta transeúntes.
Por
ello las medidas de protección.
Aunque
nunca serán suficientes si la generación anterior (esa que a regañadientes supo
de teclados y pantallas después de los 50 años) no se pone las pilas, lo mismo
en su calidad de autoridad, que como maestros o padres de familia.
El
reto en el aire, pues. Bien que se proponga y vaya en camino.
Ahora
falta llenarlo con acciones, nuevas rutinas mentales.
Resultados.