miércoles, 8 de agosto de 2012

Ciberabuso, ciberprotección


Cd. Victoria, Tam.- Hoy como ayer, antes como ahora, cualquier libertad ejercida sin contrapesos abre puertas a toda suerte de arbitrariedades.
La red Internet, sus foros y redes sociales no tendrían por qué ser la excepción.
A ratos creo que el anonimato es como una droga.
Ofrece campo irrestricto a expresiones (erupciones) de albañal que en circunstancias normales permanecerían soterradas.
Suena bien, por ello, que las autoridades educativas en Tamaulipas se preocupen y (mejor aún) se organicen para combatir eso que hoy llaman “bullying” en espacios escolares.
La agresión directa, física, frontal.
Pero hay todavía mucho camino por andar en ese otro “bullying”, el acoso virtual que por ser anónimo se presta a tribulaciones más oscuras e impunes.
Hace tiempo ponderé desde esta columna los avances del sistema inglés por haber incorporado en sus programas de educación básica la capacitación de los infantes contra las amenazas de la red.
Esto es: acosadores, pederastas, fanáticos, apologistas del odio, promotores del vicio y también transmisores de virus, troyanos, malware y demás.
La protección contra todas estas lacras se ha convertido en materia obligatoria dentro de la educación británica.
La razón central: que al conocer de ello se prevengan, protejan, sepan como reaccionar de la manera más pronta y sana ante cualquier acoso.
Y algo muy importante: lo comenten siempre con padres y maestros.
Redacto esta columna teniendo a la vista el anuncio de que el gobierno tamaulipeco bloqueará redes escolares de computadoras para el entrante ciclo escolar.
¿Contra que o quienes?
El reporte oficial habla de evitar, entre otras cosas, situaciones como el "ciberbullying" y la pornografía. Bien.
Aunque también habla de bloquear las redes sociales (Twitter, Facebook, etc.) para los jóvenes que acceden al cómputo en el aula, por las mismas razones. Prevención.
El director del centro estatal de tecnología educativa JUAN CARLOS VÁZQUEZ GONZÁLEZ explicó que parte de la normatividad incluye vigilar contenidos y políticas de ingreso.
Lo cuál a nadie debería espantar. Son normas de uso general que operan en naciones del primer mundo.
“Restricción por default”, le llaman.
Desde luego, cualquier disposición prohibitiva causa escozor en quienes creen (creemos) en eso que llaman (llamamos) libertad. Hermosa palabra.
Faltaría acaso el contrapeso propositivo para aliviar dichas inquietudes tan cercanas a la culpa.
Decir “no” está lejos de resolver el problema.
Una vez expresada la restricción, el joven interlocutor siempre preguntará por alternativas.
-“Ya me dijiste donde no, ahora dime donde sí.”
O bien, plantearían, con toda justicia, los maestros…
-“¿Que contenidos locales aportar a la red como alternativa del alumno?”
Acaso este sea el reto no solamente para la autoridad educativa sino también para las burocracias culturales.
La necesidad de una oferta no solo “políticamente correcta” sino, sobre todo, lo suficientemente atractiva y estimulante para que su acceso no requiera una orden del maestro, sino que nazca de manera natural.
Simpatía, le llaman.
Aunque para ello sin duda se requiera que en esos mandos culturales haya mínimos de experiencia informática.
Pregunto si los hay.
En especial cuando buena parte del bombardeo mediático está sesgado hacia los antivalores, sin criba alguna.
Aunque usted no lo crea, abundan portales en Internet que exaltan como héroes a esos chicos norteamericanos que de un día para otro toman la escopeta del abuelo y disparan contra sus iguales, profesores y hasta transeúntes.
Por ello las medidas de protección.
Aunque nunca serán suficientes si la generación anterior (esa que a regañadientes supo de teclados y pantallas después de los 50 años) no se pone las pilas, lo mismo en su calidad de autoridad, que como maestros o padres de familia.
El reto en el aire, pues. Bien que se proponga y vaya en camino.
Ahora falta llenarlo con acciones, nuevas rutinas mentales.
Resultados.