Cd.
Victoria.- El titular de Gobernación MIGUEL ANGEL
OSORIO dijo una verdad de a kilo que posee trascendencia mayor. Ninguna tregua
se pactó con las bandas del narco en aras de facilitar la reciente visita papal.
Sería innecesaria dicha explicación si no
fuera porque todavía hay gente pensando que es factible sentarse con esa gente para
fijarle condiciones de manera explícita y puntual.
Barbaridad que ofende a la inteligencia
ciudadana y cuyos defensores suelen manifestarlo en dos variantes, para mal y
para peor:
(1) Para mal. Durante su mandato, FELIPE
CALDERÓN condenó una y otra vez que gobiernos de otros partidos (PRI, PRD)
hayan establecido, según él, pactos con la delincuencia.
Añadiría que su estrategia era el combate
franco y nunca la negociación. De aquí su guerra sangrienta contra las cúpulas
delictivas. Mismas que, lejos de retroceder, se multiplicaron con cada corte,
cada dirigente muerto o arrestado.
(2) Para peor. Por su cuenta, VICENTE FOX ha
recomendado la reglamentación de la droga y un armisticio político con los cárteles.
Burrada infernal, FOX pone de ejemplo la
instancia que negoció con la guerrilla zapatista (la COCOPA) sugiriendo un
acuerdo similar con el narco.
Lo cuál serviría (imagina) para que
produzcan droga legal, sus infanterías busquen un trabajo honrado y regresen alegremente
al salario mínimo.
Palabras que serían de risa loca si no
supiéramos su autor. Viniendo de quien vienen, resultan terroríficas. Que
alguien capaz de creer eso haya gobernado este país explica en buena medida nuestra
desgracia.
FIJAR
CONDICIONES
Y bueno, siempre que se especule con el
tema de los acuerdos, la inquietud gira en torno a la pregunta que los
mexicanos se hacen sobre la discreción, la ausencia de ruido que observa el
trasiego de droga al cruzar el río Bravo.
El propio MIGUEL DE LA MADRID lo dijo
alguna vez. La mayor parte de la estructura comercial (mayorista, minorista, vendedor
de calle) está de aquel lado.
Solo que allá no se registran batallas
sangrientas ni se ve afectada la paz social.
Importa añadir que dicha actividad operó en
México en términos análogos a lo largo del siglo 20.
Negocio próspero operado por pocas manos, no
exigía contratar ejércitos de sicarios, sólo un puñado de pistoleros para
cuidar el trasiego y salvaguardar a los capos. Punto.
A partir de esta realidad, cabecitas
pequeñas como las de FOX y CALDERÓN deducen que hubo una negociación en toda
forma, donde los gobiernos habrían fijado manuales de conducta.
Nada más falso. Cuando nuestros vecinos
vieron que resultaba imposible blindar su vastísimo territorio contra el
comercio ilegal de narcóticos, adoptaron una decisión pragmática, sencilla.
Se optó por aplicar toda la fuerza del
Estado contra las organizaciones mas violentas y esto habría de funcionar (ojo)
como un criterio de selección natural.
Asestar golpes de precisión entre los
grupos cuya rudeza ponía en peligro vidas y patrimonios de la gente pacífica.
Perseguir a los “perros rabiosos”, individuos y grupos que por su carácter
atrabiliario significaban una amenaza directa para la sociedad.
Jamás hubo acuerdo, solo coexistencia
tácita fijada a golpes de autoridad, a manera de condicionamiento conductual.
La regla funciona desde el Chicago de los
años veintes y México la adoptó de forma mimética en los tiempos de CALLES, sin
pacto alguno.
Los desalmados caen, los discretos
sobreviven y esta enseñanza es el paradigma central de novelistas y cineastas
que durante décadas se han ocupado del tema.
De allí el equilibrio que hoy priva en la
Unión Americana entre el mundo de arriba y el mundo de abajo. Nadie negoció,
sólo se fijó por límite la tranquilidad ciudadana.