Cd.
Victoria.- El papa JORGE MARIO BERGOGLIO inicia por
fin su postergado viaje a nuestro país con actividad del 12 al 17 de febrero,
visitando la capital mexicana, Chiapas, Michoacán, Chihuahua y el Estado de
México.
Demasiadas especulaciones se han tejido en
torno a su identidad ideológica. Dudas que el mismo pontífice ha propiciado
desde que eligió el nombre de FRANCISCO, honrando al predicador italiano del
siglo trece, FRANCESCO D’ASSISI, el santo de los pobres.
Y también cuando asoman en su huerto
algunas posturas liberales como su deseo de poner a discusión el celibato y la
equidad de género.
O cuando toma distancia de la postura
homofóbica que por tradición ha marcado a su iglesia. O cuando endurece el puño
contra los curas pederastas.
Sin olvidar su reordenamiento de las
finanzas eclesiales en pos de la simplificación y la transparencia, reconocido,
entre otros, por el sacerdote texcocano ALEJANDRO SOLALINDE.
PAPA
BOMBERO
Cabe preguntar, ¿es BERGOGLIO un hombre del
sistema?, por supuesto, ¿identificado con los intereses esenciales del holding
financiero, inmobiliario y religioso denominado Vaticano?, también, ¿es un
revolucionario?, ¡absolutamente no!..
¿A qué vienen entonces esos desplantes telúricos
que hoy causan nerviosismo al sector más añejo de la curia y provocan nauseas
al cardenal NORBERTO RIVERA?
La razón es que JORGE MARIO posee el
diagnóstico realista que no quisieron asumir sus antecesores, WOJTYŁA y
RATZINGER. La institución vive hoy una profunda crisis de credibilidad que pone
en peligro su supervivencia.
Desafío que se expresa en (1) una Europa
cada vez más laica, secularizada que (2) ya no asiste a las iglesias, hoy semivacías,
convertidas en sitios turísticos, (3) una civilización global que, por mayoría
estadística, considera obsoletos muchos dogmas de fe, amen de (4) la alarma
porque el problema de la pedofilia pasó de ser un “lamentable caso aislado” a
un abuso antiguo y ampliamente perpetrado, cuyas víctimas asoman en todo el
planeta.
Los focos rojos están ahí, cuando millones
de católicos desoyen el dogma y prefieren hacer caso a sus gobiernos en la
práctica del control natal.
Cuando demuestran no temer a los castigos
del infierno y acuden felizmente al divorcio, el adulterio, la diversidad
sexual, el amor libre.
Están ahí, con la invasión hormiga del
Islam a Europa que ya reclama espacios en las principales capitales, la
expansión del budismo en la América anglosajona y del protestantismo en América
latina.
PAPA
PRECURSOR
No se necesita, pues, ser cura de
izquierdas ni teólogo de la liberación para reconocer que la jerarquía se
encuentra ante la disyuntiva de renovarse o morir, adaptación o derrumbe.
La bandera de JORGE MARIO es la
inaplazable urgencia de la modernidad, que significa apertura, pluralidad, transparencia,
equidad de género, combate a la impunidad clerical y media docena de rubros
más.
Está más cerca del progresismo de HANS KÜNG
que de la revuelta estilo CAMILO TORRES o SERGIO MÉNDEZ ARCEO.
Sabe bien que desde la extraña muerte de
ALBINO LUCIANI (JUAN PABLO I), la entronización de KAROL WOJTYŁA (JUAN PABLO
II) y JOSEPH RATZINGER (BENEDICTO XVI), el conservadurismo se apropió de la
curia romana, el colegio cardenalicio y la alta burocracia durante 35 años.
Como el personaje ficticio de LAMPEDUSA en
su única novela “El Gatopardo”, el papa FRANCISCO tiene plena conciencia de que
la institución a su cargo necesita cambiar para permanecer, antes de que sea
demasiado tarde.
Y aunque en algo se parezcan, su modelo no
es precisamente el de LUCIANI. Se asemeja más al papa RONCALLI (JUAN XXIII) partidario
del avance selectivo y gradual. Un precursor que allana el camino para cambios
más profundos que deberán venir después.