viernes, 19 de septiembre de 2014

De banderas y traseros


Cd. Victoria.- Es diversa, variada, carece de patrón único, la manera en que los pueblos se relacionan con aquello que sus gobiernos les enseñan y remarcan desde la más tierna niñez (y a lo largo de muchas generaciones) como símbolos patrios: bandera, escudo, himno, colores.
Nación de inmigrantes, la juventud norteamericana usa las barras y las estrellas hasta en los calzones.
O en sus versiones minimalistas, bikini, tanga y abstracciones de menor cuantía cuya descripción me obligaría a incursionar en el terreno de la cordelería o la limpieza bucal.
Estadounidenses al fin, lucen también sus colores en preservativos y en el papel arroz empleado para forjar cigarrillos de mariguana.
Por ello no recuerdo que JIMMY HENDRIX haya causado demasiado escándalo cuando interpretó en Woodstock (1967) una versión del himno oficial (The star spangled banner) aderezada con rasgueos de cuerdas que parecían evocar el sonido de las ametralladoras, alusión probable a la guerra de Vietnam.

MILLAS AL SUR
Cultura sustantivamente distinta, entre los mexicanos pervive una devoción religiosa al lábaro tricolor, al águila mítica que habría señalado el destino de los nahuas (islote, nopal y serpiente incluidos) siguiendo el instructivo de cierta deidad solar llamada HUITZILOPOCHTLI.
Fervor que, por añadidura, hacemos extensivo a la canción que (con letra de GONZÁLEZ BOCANEGRA y música de NUNÓ) nos fijó SANTA ANA como ícono auditivo, para veneración patriótica de las generaciones siguientes.
Y es que en eso de faltarle al respeto a la simbología de los pueblos, nuestros vecinos del norte se pintan solos.
De visita alguna vez en la Basílica de Guadalupe, la tía HILLARY CLINTON se detuvo ante el ayate mariano y (con esa frivolidad que descuida detalles y atropella a la más elemental diplomacia) dejó escurrir un comentario, a manera de pregunta que causó retortijones entre los purpurados locales.
-“Aaaaay, que bonita, ¿Quién la pintó?...”
Y mire usted, casi le da el soponcio a NORBERTO RIVERA.

BARBARIE AMERICANA
No debe sorprendernos entonces que un caballerito de nombre JUSTIN BIEBER emplease como trapeador la bandera argentina.
O cierta chica lenguaraz que se hace llamar MILEY CYRUS haya utilizado en calidad de jerga la bandera venezolana en la tierra donde el chavismo es la religión oficial y NICOLÁS MADURO su profeta.
El desparpajo es el sello de esta chica DISNEY, ahora remasterizada como diva perversa con gran despliegue de marketing que incluye fórmulas de reposicionamiento aplicadas como recetarios.
Escándalos sexuales, droga, pleitos con la policía, algún video indiscreto, lenguaje soez y una excesiva propensión a sacar la lengua que haría palidecer al mismísimo GENE SIMMONS, bajista de KISS.
El caso es que hoy, esa niña deslenguada es tema en redes y medios por cierto desplante de insolencia que alteró nuestro ardor patrio.
De alguna parte salió una bandera, difícil saber si la traían los mastodontes de la coreografía o la lanzó alguien del público.
Estamos en septiembre, no olvidar, ahorita hay lábaros de todos los tamaños y formatos, incluso como decoración de restaurantes y bares, junto al cenicero y la botella de tequila.
Y ello ocurrió mientras la diva entonaba una canción que (previa consulta a mis hijas adolescentes) hoy estoy en condiciones de identificar con el nombre de “23” (Twenty-three).
Pieza musical incluida en el tour intitulado “Bangerz” que recorre ciudades de Latinoamérica, incluyendo Monterrey (martes 16 y miércoles 17 de septiembre) y la Ciudad de México (este viernes 19 de septiembre).
Puesta a cuatro patas, la niña ejecuta algo parecido a unas lagartijas, mientras un bailarín afroamericano le azota el trasero con la bandera.
La diva (dicen los jurisconsultos) habría violado el artículo 32 de la ley sobre el escudo, la bandera y los himnos nacionales, haciéndose acreedora a una multa de hasta mil 200 dólares o un arresto de 36 horas.
Se cruzan apuestas, ¿Qué cree usted que decida Gobernación?...