jueves, 28 de septiembre de 2017

Donadores y postores

Cd. Victoria, Tam. – Cambiar para no cambiar. Reencauzar el dinero de los partidos a la reconstrucción de las zonas afectadas por los sismos es propuesta que ha observado una evolución peculiar.
Nacida como exigencia social, la idea figura hoy como bandera que disputan todos los membretes, en distintas cantidades y porcentajes, de manera temporal o definitiva, como en subasta. ¿Quién da más?
Razones les sobran para estar preocupados. En 2018 viviremos “la madre de todas las elecciones”, con el mayor número de cargos en disputa que se haya vivido jamás.
Desde alcaldes, síndicos y regidores, hasta diputados locales y (en algunos casos) gobernadores. La totalidad del poder legislativo federal y la Presidencia.
Contienda que se avizora aguerrida pues ningún partido se encuentra en condiciones de cantar victoria en la víspera.
Que lo diga AMLO carece de novedad. Igual lo proclamó en dos ocasiones anteriores, sin éxito.
Y que el PAN busque ahora abrigo en una coalición con el PRD y el MC significa, lisa y llanamente que, de manera separada, ninguno de los hoy confederados se siente en condiciones de ganar. Los CALDERÓN andan perdidos.
Tampoco el PRI genera entusiasmos, si observamos los números de PEÑA NIETO y su dificultad para ubicarse a la altura del clamor nacional, ante el ascenso de la inconformidad social.
El México que emerge entre los escombros parece haber rebasado al sistema de partidos y no encuentra en su menú quien los represente.
Ni siquiera AMLO ha podido encabezar este oleaje popular cuyo carácter solidario se mueve con una autonomía total, respecto a las instituciones y partidos.
Esos millares de manos anónimas que día y noche, sin descanso, escarban, limpian, salvan, reconstruyen, parecen haber achaparrado a gobernantes, organizaciones, dirigentes.
Ante la contundencia de los hechos, el discurso tradicional envejece. Se percibe oportunista, genera desconfianza, incredulidad.
Frente a las montañas de escombros y el ejército de voluntarios trabajando, las apariciones en pantalla de hombres como MANCERA, PEÑA o la tercia frentista (RICARDO, ALEJANDRA, DANTE) parecen espectros de tiempos idos.
Etapas previas al despertar colectivo. Anteriores a la certeza de que edificios nuevos jamás se habrían caído sin el permiso cómplice otorgado a constructores fraudulentos.
Y no hay partido que sirva de ejemplo. ¿El PRI cuya autopista del sol observó fallas estructurales desde el día de su inauguración y jamás han terminado de repararlas?
¿El PAN de la Estela de Luz, que costó el triple de lo programado para ser inaugurada año y medio después del bicentenario patrio?, ¿El PAN de la carretera Mazatlán-Durango que se desquebrajó en tramos completos con la siguiente tempestad del Pacífico?
¿Los prófugos del PRD hoy personeros de MORENA, cuyos segundos pisos en el periférico se derrumbaban antes de concluir la obra?, ¿El otro PRD, el de MARCELO y su polémica línea 12 del metro?
¿El PRI de RUIZ ESPARZA y el PRD de GRACO que hoy se avientan la pelotita por el brutal socavón de Cuernavaca, en una obra apenas inaugurada?
La percepción colectiva es que la ineptitud, la ausencia de escrúpulos y su consecuente compulsión por la ganancia rápida impregnan a toda la clase política, sin distingo de colores partidistas.
Y no asoma (al menos, todavía) quien encabece un reclamo genuino, creíble, por una renovada administración pública, capaz de recuperar su funcionalidad básica.
Las movilizaciones populares de 1985 tuvieron efecto tres años después, en la elección presidencial de 1988. Ahora los calendarios se acortan.
Entre el actual septiembre y el primero de julio hay menos de diez meses. La respuesta política y su consecuente efecto electoral vendrán más pronto.