Cd.
Victoria, Tam. – El estado de Morelos
ofrece hoy las imágenes más crudas del terremoto, aunque es difícil señalar la
entidad más afectada.
Ello, por la desproporción brutal de cualquier
región provincial con la ciudad de México, megalópolis indudable. Localidades disímbolas,
arquitecturas diferentes, insalvable abismo demográfico.
Aunque las imágenes llegadas de Jojutla,
Zacatepec, Jantetelco, Xochitepec, Yecapixtla o Yautepec se antojen
apocalípticas. Son las más llamativas, por lo menos hasta hoy, cuando (todavía)
falta saber más de Oaxaca y Chiapas.
La devastación de edificios en la capital
observa entre sus rarezas el haber sido tan focalizada. Trazó líneas que ahora
los geólogos interpretan. Fracturas dibujadas a lápiz sobre el trazo de Google
Maps y Street View.
Al menos, los capitalinos tienen por
consuelo que las construcciones vecinas (al lado, enfrente, a media cuadra, a
la vuelta) no sufrieron daño tan grave y hubo gente capaz de ayudarlos, proporcionar
albergue.
En Morelos, en cambio (como en localidades
pequeñas de Puebla o Tlaxcala) la tragedia los aplastó parejo. A donde volteen,
la desdicha es común.
No llega el consuelo con la inmediatez, la
celeridad que las corporaciones aplicaron desde el primer momento en las
colonias Condesa, Roma, Narvarte.
De ahí la preocupación entre instituciones
asistenciales, organizaciones no gubernamentales, asociaciones civiles,
artistas (como el pintor TOLEDO en Oaxaca) y un sinfín de grupos independientes,
por despachar comida, ropa, medicinas, agua.
Todo un caos propiciado por la misma
generosidad de la gente. Impensable la sincronía, imposible el orden o la conducción
racional.
Sobre todo, si hablamos de aportaciones
que nacen del corazón, en distintos momentos, diferentes días y puntos lejanos del
país.
No se van a formar, ni a descargar en
función de un plan preconcebido, ni tienen porque pedir permiso a las
autoridades en la urgente labor de llevar socorro.
Ni enlistarse, anunciarse, registrarse, avisar,
reportar, planificar la entrega de acuerdo a criterios burocráticos.
Nomás la llevan siguiendo la inocultable
ruta del dolor.
LOS
GANANCIOSOS
Y aquí es donde toparon con pared. Al
menos en Morelos (el caso más conocido) ya los estaban esperando cuerpos
policiales instruidos por la autoridad estatal para canalizar todo a las
bodegas del DIF. Más que una chulada, se diría que chulada y media.
Entre sorpresa y pasmo, YouTube se
encargó de dispersar hacia las redes sociales la queja por dicho exceso de
autoridad.
Mismo que a las pocas horas ya se
convertía en remolino viral y, finalmente, en queja de una fuente digna de todo
crédito, el obispo de Cuernavaca RAMÓN CASTRO.
Antes hubo videos grabados con celular
donde las personitas del DIF-Morelos explicaban mediante monosílabos las
razones de la incautación. Pero el testimonio del obispo dejó claro el atraco. Al
respecto, vale barajar hipótesis:
1.- LA NOBLE: Manejada oficialmente. Ninguna
intención hubo de robo ni de lucimiento con recursos ajenos. Solo el gentil
deseo de repartir los apoyos racionalmente, de acuerdo a un diagnóstico preconcebido.
2.- LA INTERMEDIA. Planean entregarlo
todo, sin quedarse con nada, pero solo hasta que dicho reparto fortalezca la
campaña de la entrante candidata del PRD a la gubernatura de Morelos, hoy
primera dama, ELENA CEPEDA.
3.- LA GRAVE. Van a lucrar parejo y no
será la primera vez. En Tampico, durante los días posteriores al huracán “Hilda”
(1955) hubo un Jefe de Mejoras Materiales que hizo fama por negociar con tales
apoyos.
Mismos que luego salieron a la venta en
el establecimiento de un compadre libanés. El citado funcionario sería luego
gobernador del Estado.
Todas las opciones apestan. ¿Cuál
prefiere usted?