Cd.
Victoria, Tam. – Algo tienen en común
los reportes que escuchamos durante las primeras horas de cualquier episodio trágico,
igual si es huracán, terremoto o balacera.
Ese abismo insalvable ente las versiones
oficiales y las estimaciones a vuelo de pájaro que difunden blogs y redes. Lo cual
no es nuevo.
Haciendo memoria, en aquella célebre transmisión
a nivel de banqueta que JACOBO ZABLUDOVSKY realizó tras el sismo de 1985, es
posible constatar que sus primeras indagaciones pecaban de timoratas.
Actitud precursora del infame “no pasa
nada” que bien conocemos en Tamaulipas. Quien guste ver el video aún
localizable en YouTube, verá que JACOBO avanza por avenida Reforma haciendo un
esfuerzo deliberado por minimizar los hechos.
El Ángel de la Independencia seguía en
su lugar, una fuente cercana funcionando con normalidad, los daños en edificios
se reducían a fachadas y algunos vidrios, la ciudad (según él) fluía con
normalidad.
Pero llegó a la avenida Juárez y ahí le
estaba esperando la verdadera dimensión de la tragedia. El derrumbe total de
los hoteles Regis y Del Prado. Y muy cerca la devastación del conjunto
Nonoalco-Tlatelolco, donde el edificio “Nuevo León” se cayó completo.
El diagnóstico empeoró al sumarse en esa
lista el Hospital General de México, el Centro Médico Nacional, los Multifamiliares
Juárez, el Conjunto Pino Suárez, la Procuraduría capitalina, las oficinas de
SECOFI y SCT, fábricas de ropa con alto costo en vidas humanas y (para colmo)
Televisa.
PUDOR
REINCIDENTE
En la edición 2017 del fenómeno, las
primeras coberturas de todos los canales parecían orientadas bajo el mismo criterio
de disimular lo ocurrido, atenidos a la vieja consigna de que es mejor mentir
que causar pánico.
Las redes sociales (que no había en 85)
rápidamente desmintieron esa visión benévola del sismo. Imposible seguir
fingiendo ante la masificación de la telefonía celular, capaz de videograbar paisajes
y testimonios para difundirlos en redes sociales al instante.
Noticias adversas en cascada. Aunque el
daño no fue tan amplio como en 1985, las construcciones alcanzadas por la ola
sísmica colapsaron igual en colonias como la Condesa, Roma, Del Valle,
Narvarte, Portales, Guerrero, Lindavista, el propio centro y también la Juárez
donde se ubica eso que llaman “Zona Rosa”.
Al sur, las delegaciones Coyoacán,
Tlalpan y (de manera muy severa) Xochimilco, cuyas trajineras parecían danzar
entre las crestas de un maremoto. Estremecedor, por sus víctimas infantiles, el
caso del Colegio Rébsamen, en Coapa.
Ciertamente, en la capital azteca, como
en todo el mundo, las oficinas de prensa y sus medios aliados enfrentan hoy la
competencia feroz del ciudadano medio.
Armado de su móvil, el hombre de la
calle puede ofrecer el testimonio vivo y en tiempo real de fenómenos que antes
eran tergiversados o pasaban desapercibidos.
En foto fija, audio, video, la difusión
masiva está a un clic de distancia, en redes sociales, blogs, portales
alternativos, sin olvidar el potencial explosivo de YouTube.
Toca al lector decidir qué es
preferible, la verdad manifiesta o encubierta. El diagnóstico realista o su
versión descafeinada, pasada por agua. Como las píldoras roja y azul de la
Matrix.
Curiosamente, cuando un hecho se oculta
o deforma, abre camino a su antítesis, la rumorología alarmista. El ciudadano común
queda a merced de la exageración malévola y deliberada que (esta sí) busca
sembrar pánico.
A falta de datos duros, florecen los mensajes
falsos (fake news) y malintencionados cuyo antídoto eficaz nunca será el
reporte rosa, sino la información objetiva, oportuna, completa, rigurosa, clara,
veraz.
Sirvan de ejemplo los dos sismos que un
mismo día (septiembre 19) pero con 32 Años de diferencia, sacudieron a la
capital.