viernes, 2 de junio de 2017

Guerra asimétrica

Cd. Victoria, Tam. - Se plantea en medios legislativos locales la posibilidad de una reforma jurídica que facilite la portación de armas para legítima defensa.
Aplicaría a todo ciudadano que demuestre haberla adquirido legalmente, pagado los impuestos necesarios y elegido un calibre autorizado.
La polémica cobró vida entre empresarios y legisladores tamaulipecos a partir de la iniciativa promovida en el vecino estado de Nuevo León por el Congreso local y bajo el gobierno de JAIME RODRÍGUEZ.
Los diputados de aquella entidad aprobaron modificar el artículo 17 de su Código Penal para considerar permitido el matar en legítima defensa.
Se adicionan, concretamente, párrafos como este:
“Se presumirá que concurren los requisitos de la legítima defensa, respecto de aquel que rechazare al agresor, en el momento mismo de estarse introduciendo o realizando actos idóneos encaminados a lograr entrar a su casa o departamento habitado, o de sus dependencias, cualquiera que sea el daño causado al agresor.”
Y por tanto aprueba…
"Obrar el acusado en defensa de su persona, de su familia, de su honor o de sus bienes, o de la persona, honor o bienes de otro, repeliendo una agresión actual, violenta, sin derecho, y de la cual resulte un peligro inminente."

URGENCIAS
La situación real es que un sector importante de la población se siente indefenso ante la embestida del hampa y la limitada capacidad de respuesta policial en delitos como secuestro, robo domiciliario, asalto con violencia.
Y piensan que la libertad de andar armados podría representar alguna suerte de protección o defensa.
Planteamiento que, por principio, abriría la puerta a un sinfín de incidentes con armas de fuego y de carácter marcadamente asimétrico.
Una lucha dispareja porque el ciudadano tiene límites en cuanto al tipo de armas permitido. Su atacante, en cambio, puede traer un cuerno de chivo cuya capacidad de fuego supera infinitamente a la de su víctima.
El abismal contraste se observa también en el plano emocional. Algo que llamaríamos diferencial de escrúpulos.
Mientras el ladrón no dudará un instante en apretar el gatillo las veces y el tiempo que sea necesario, su contraparte, el ciudadano común, no está seguro siquiera de querer accionar su pistola.
Peor si la delincuencia acomete en grupo. Mejor armados y acompañados, con el factor sorpresa a su favor y un rencor social que les proporciona la adrenalina necesaria, ¿Qué puede hacer ante ellos un padre de familia?
Problema anexo, la proliferación de gente armada pero inexperta, ampliaría de golpe el abanico de daños colaterales. Lo cuál va desde pegarse un tiro en un pie hasta causar daño a gente inocente.

ALLÁ ELLOS
Y, bueno, si la medida tiene una relativa eficacia entre nuestros vecinos del norte es porque pertenecen a una nación curtida históricamente en la batalla. Generación tras generación.
Lo he comentado aquí. Si el bisabuelo estuvo en la segunda guerra, el abuelo anduvo en Corea, el padre en Vietnam y los hermanos en las guerras del Golfo. Ello, sin olvidar la parentela enviada a Bosnia, Afganistán, Panamá, Granada y más.
Cuestión de comparar el servicio militar que reciben los jóvenes americanos con su equivalente mexicano. Este último, más parecido a las clases de educación física de la secundaria que a una capacitación verdadera.
Por supuesto, esto tiene una lectura positiva. México es un país de paz. No tenemos bases militares en Filipinas, Puerto Rico, Guam o Gibraltar.
Nuestros vecinos, en cambio, desde su primera juventud, están imbuidos en una subcultura armamentista, agresiva y letal que se retroalimenta en la praxis bélica.
Conflictos de los que ninguna administración se salva, desde GEORGE WASHINGTON hasta DONALD TRUMP.
Realidades distintas, leyes distintas.