miércoles, 21 de septiembre de 2016

Visión de los vencidos

Cd. Victoria.- La derrota del PRI en junio pasado observa algunos elementos en común con la que sufrió PANCHO LABASTIDA ante VICENTE FOX en 2000 y ofrece además una graciosa analogía futbolística. Voy por partes.
Entonces como hoy, la cobertura posterior, reflexión y análisis, pareció (y parece) centrada en encontrar las causas primarias del resultado, pero bajo la visión única del contendiente vencido: el PRI.
Antes con LABASTIDA y ahora con BALTAZAR HINOJOSA, es poco común que alguien dedique el espacio necesario a plantearse y responder por qué ganó el Partido Acción Nacional.
Ello en el entendido de que toda derrota en la urna (o en el estadio) implica por lógica la victoria del adversario.
Saber, por ejemplo, qué tareas emprendió para allegarse la confianza ciudadana, dónde estuvieron sus méritos, desde la elección de candidatos hasta los aciertos del marketing electoral y las tareas generales de campaña.
Es una historia que (periodísticamente) falta todavía por contar, la ruta del triunfo panista y no únicamente el camino al despeñadero que siguió el Partido Revolucionario Institucional, su viacrucis y calvario. Esa oscura vorágine sobre la cuál nos hemos vuelto expertos todos.

FIJACIÓN MALSANA
Lo cuál de alguna manera me recuerda las interminables discusiones de las peñas deportivas cada vez que sufre una derrota grave el seleccionado mexicano de futbol.
Esos diálogos bizantinos en torno al lado oscuro del encuentro, excesos y carencias. En dónde falló, cuáles fueron sus errores de estrategia, táctica, planteamiento, a quién debió alinear y no llamó el entrenador y (la contraparte lógica de este argumento) qué jugadores estaban de más en la cancha.
Quienes tendrían que haber sido excluidos desde un principio por ineptos, por obsoletos, por no reunir las características que reclama un “team” triunfador.
Y, desde luego, la consabida búsqueda de culpables, responsables directos e indirectos, a veces con el ánimo carnicero de no saber quién la hizo sino quién la deberá pagar.
De ahí la crucifixión mediática de entrenadores, directivos, funcionarios y hasta patrocinadores (televisoras incluidas).
Ocurre en el equipo tricolor (el “tri”) pero también en el PRI, aunque importa deslindar que el primero representa a todo el país y el segundo solamente a los seguidores de una entre varias organizaciones partidistas.

LA OTRA MITAD
El prejuicio metodológico es el mismo. Ciertamente podemos señalar (lo hemos hecho) muchos errores al candidato BALTAZAR HINOJOSA y al equipo de campaña comandado por RAFA GONZÁLEZ y TOÑO MARTÍNEZ.
Aunque obsesionarse en esto parece olvidar que del lado contrario también había un equipo haciendo su juego, distribuyendo su esfuerzo en aras de un propósito.
El éxito del PAN resulta impensable si solo lo queremos entender desde los descuidos y pifias del contrincante tricolor. Más todavía si fue por goliza. El balón no se metió solo en la portería de BALTAZAR.
Se impuso, por fuerza, un programa y un esfuerzo grupal cuyo candidato era FRANCISCO GARCÍA CABEZA DE VACA, pero donde también cuentan los operadores y candidatos locales.
Nomás imagine usted que en alguna victoria del seleccionado nacional le dedicáramos el 99% del espacio radial, televisivo, impreso y electrónico a elucubrar por qué demonios perdió nuestro adversario, olvidando al ganador.
Resulta absurdo (surrealista acaso) reducir el recuento a los pormenores de una derrota sin considerar a la otra mitad de la contienda, es decir, la manera en que fue construida la victoria.
Al igual que en 2000, dicha visión parcial y fragmentaria del resultado viene de una fijación ideológica que durante muchas décadas daba por sentada la inmovilidad institucional. No había competencia.