Cd.
Victoria.- Para respiro del peso mexicano, HILLARY
CLINTON hizo bien la tarea, se aplicó en los preparativos, estudió las rutinas
mentales del adversario, previó con tiempo por dónde lanzaría DONALD TRUMP sus
ataques y se pertrechó con las respuestas adecuadas para neutralizarlo.
Parece otra HILLARY, distinta a la mujer
hosca, altiva y displicente que minimizaba a sus contrincantes y no supo como
enfrentar al senador BARACK OBAMA en las primarias demócratas de 2008.
Ante un fino y muy incisivo esgrimista
como BARACK, la espada de HILLARY habría lucido chata, lenta en sus evoluciones,
corta en la maniobra y poco efectiva.
¿Cuál sería la diferencia ahora?, ¿Aprendió
la lección?, tal vez, aunque a regañadientes.
Que ocho años después se observe ligera y
asertiva pudiera deberse también a que TRUMP es bastante más pesado que ella.
Es una mole.
Ni carga florete ni brilla como
espadachín, sino que embiste armado con el martillo herrumbroso de sus
antepasados germánicos.
De ser boxeador devendría especialista en
golpes bajos. Como luchador sería un rudo temible y en futbol americano un
tacleador brutal.
VULNERABLE
No es alguien que argumente mucho ni le
seduzca el resplandor de la razón. Colecciona frases tan huecas como
estentóreas, propias del branding publicitario.
Bravatas pegajosas sin duda, pero que en
nada sirven para contrarrestar los lancetazos certeros de quien ubique sus
debilidades.
Ante una diferencia tan grande en
conocimiento y aptitudes, la señora CLINTON solo debía esperar el momento en
que DONALD se internara en sus propios laberintos para ponerlo en evidencia.
Cabe aquí nuestro dicho aldeano de que
para tener la lengua larga es necesaria una cola corta. Asombroso que el
magnate sea tan bravucón pese a venir cargando un historial de perversidades
tan largo como una serpiente marina.
Demasiados puntos débiles para alguien
que privilegia la confrontación y la lucha cuerpo a cuerpo.
El solo hecho de que sea el primer
candidato a la presidencia de Estados Unidos que oculta su declaración fiscal
en los últimos 50 años es un indicativo siniestro.
Lo es también su historial de éxitos y
fracasos en el mercado hotelero, inmobiliario y de la construcción, amén de
poseer casinos, campos de golf, empresas del espectáculo, invertir en
aerolíneas y hasta un equipo de futbol.
MUY
OPACO
Aunque no siempre para bien. Del tamaño
de sus éxitos se cuentan sus proyectos ruinosos, fracasos, quiebras y problemas
de impuestos, comparecencias por practicar la exclusión racial en sus
condominios, pleitos con socios y empleados.
Hábilmente HILLARY insistió en estos
puntos obligando a que TRUMP se perdiera en una espesa madeja de explicaciones
a medias. Palabrería vana que en nada respondía a los cuestionamientos y solo
buscaba desviar la atención.
Dada la relación que el magnate establece
entre su alta autoestima y el éxito económico, la señora CLINTON se animó a
especular sobre las razones de esa negativa a rendir cuentas públicas de su
fortuna.
Sugirió como posibles causas que ni es
tan rico como dice ni provee las donaciones de caridad que ruidosamente
presume.
Al respecto, un reporte del Washington
Post reveló que no existe prueba del dinero aportado por los negocios del
candidato después de 2008, a pesar de que se pavonea de haber realizado
aportaciones altruistas por 102 millones de dólares en los últimos cinco años.
Con tantos agujeros y manchones oscuros
en su historia personal, la estrategia de su competidora demócrata se fincó en
la disciplina.
Ante el disparate, la defensa fue el sentido común. Propuestas consistentes, aunque no fueran
espectaculares y una refutación congruente.
Primer round para la razón demócrata, faltan dos.
Primer round para la razón demócrata, faltan dos.