miércoles, 28 de septiembre de 2016

Punto para la razón

Cd. Victoria.- Para respiro del peso mexicano, HILLARY CLINTON hizo bien la tarea, se aplicó en los preparativos, estudió las rutinas mentales del adversario, previó con tiempo por dónde lanzaría DONALD TRUMP sus ataques y se pertrechó con las respuestas adecuadas para neutralizarlo.
Parece otra HILLARY, distinta a la mujer hosca, altiva y displicente que minimizaba a sus contrincantes y no supo como enfrentar al senador BARACK OBAMA en las primarias demócratas de 2008.
Ante un fino y muy incisivo esgrimista como BARACK, la espada de HILLARY habría lucido chata, lenta en sus evoluciones, corta en la maniobra y poco efectiva.
¿Cuál sería la diferencia ahora?, ¿Aprendió la lección?, tal vez, aunque a regañadientes.
Que ocho años después se observe ligera y asertiva pudiera deberse también a que TRUMP es bastante más pesado que ella. Es una mole.
Ni carga florete ni brilla como espadachín, sino que embiste armado con el martillo herrumbroso de sus antepasados germánicos.
De ser boxeador devendría especialista en golpes bajos. Como luchador sería un rudo temible y en futbol americano un tacleador brutal.

VULNERABLE
No es alguien que argumente mucho ni le seduzca el resplandor de la razón. Colecciona frases tan huecas como estentóreas, propias del branding publicitario.
Bravatas pegajosas sin duda, pero que en nada sirven para contrarrestar los lancetazos certeros de quien ubique sus debilidades.
Ante una diferencia tan grande en conocimiento y aptitudes, la señora CLINTON solo debía esperar el momento en que DONALD se internara en sus propios laberintos para ponerlo en evidencia.
Cabe aquí nuestro dicho aldeano de que para tener la lengua larga es necesaria una cola corta. Asombroso que el magnate sea tan bravucón pese a venir cargando un historial de perversidades tan largo como una serpiente marina.
Demasiados puntos débiles para alguien que privilegia la confrontación y la lucha cuerpo a cuerpo.
El solo hecho de que sea el primer candidato a la presidencia de Estados Unidos que oculta su declaración fiscal en los últimos 50 años es un indicativo siniestro.
Lo es también su historial de éxitos y fracasos en el mercado hotelero, inmobiliario y de la construcción, amén de poseer casinos, campos de golf, empresas del espectáculo, invertir en aerolíneas y hasta un equipo de futbol.

MUY OPACO
Aunque no siempre para bien. Del tamaño de sus éxitos se cuentan sus proyectos ruinosos, fracasos, quiebras y problemas de impuestos, comparecencias por practicar la exclusión racial en sus condominios, pleitos con socios y empleados.
Hábilmente HILLARY insistió en estos puntos obligando a que TRUMP se perdiera en una espesa madeja de explicaciones a medias. Palabrería vana que en nada respondía a los cuestionamientos y solo buscaba desviar la atención.
Dada la relación que el magnate establece entre su alta autoestima y el éxito económico, la señora CLINTON se animó a especular sobre las razones de esa negativa a rendir cuentas públicas de su fortuna.
Sugirió como posibles causas que ni es tan rico como dice ni provee las donaciones de caridad que ruidosamente presume.
Al respecto, un reporte del Washington Post reveló que no existe prueba del dinero aportado por los negocios del candidato después de 2008, a pesar de que se pavonea de haber realizado aportaciones altruistas por 102 millones de dólares en los últimos cinco años.
Con tantos agujeros y manchones oscuros en su historia personal, la estrategia de su competidora demócrata se fincó en la disciplina.
Ante el disparate, la defensa fue el sentido común. Propuestas consistentes, aunque no fueran espectaculares y una refutación congruente.
Primer round para la razón demócrata, faltan dos.