Cd. Victoria.- Cierto es que ni el PAN ni el PRD han hecho extensivo el cargo simbólico que el partido tricolor otorga a sus presidentes y gobernadores, el de “primer priísta”, del país, en estados y hasta municipios.
Se sabe poco de primeros panistas o primeros perredistas, salvo que se trate de un comentario irónico o jocoso. Algún dislate menor de ranchería o colonia.
No lo acostumbraron FOX ni CALDERÓN en sus respectivos sexenios, como tampoco los jefes del gobierno capitalino que han llegado por el Sol Azteca desde 1997, de CUAUHTEMOC CÁRDENAS a MIGUEL MANCERA.
Por lo que hace a provincia, hay poca huella en la prensa, alguna crónica perdida, encabezados sin rumbo que han usado como cliché dichos títulos para referirse a una autoridad, aunque siempre como práctica aislada, propia del medio y sin mucha fortuna.
Es fenómeno único y muy característico del PRI esa concentración de poder que mandatarios nacionales y estatales han regenteado antes y después de la alternancia, desde que la revolución se bajó del caballo.
REEMPLAZOS
La opinión pública se ocupó de ello cuando el PRI perdió en 2 mil y se quedó sin ese liderazgo metaconstitucional, ese “fiel de la balanza” de cuya función hacía gala JOSÉ LOPEZ PORTILLO.
Con FOX en Los Pinos, los gobernadores emanados del tricolor se convertirían en reemplazos provisionales, en ausencia del primer priísta nacional. Nada fácil, por cierto.
La pregunta se centró entonces en los estados gobernados por el PAN y el PRD, donde el control del priísmo quedaría en manos del CEN, aunque muy acotado por los grupos nativos y, en particular, por la fuerza emergente que fueron cobrando los gobernadores agrupados en CONAGO.
Mando colegiado que al paso del tiempo fue siendo más efectivo durante el posterior sexenio de FELIPE CALDERÓN.
Tras el retorno del PRI a Los Pinos en 2012, ninguna duda quedó de que el presidente PEÑA NIETO retomaría puntualmente la antigua potestad sobre el partido.
SIN PILOTO
Importa el planteamiento, a manera de interrogante, hoy que por vez primera en la historia, el PRI de Tamaulipas se queda sin fiel de la balanza.
El gobernador EGIDIO TORRE CANTÚ ya dejó muy claro que se ausentará del estado en los próximos dos años y (cabe pensar) de toda actividad partidista.
El candidato perdedor BALTAZAR HINOJOSA tampoco las tiene todas consigo ante la debilidad manifiesta que evidenció su derrota.
Ante los ojos de la república, quedó 14 puntos porcentuales abajo de su contrincante CABEZA DE VACA.
Ello, amen de perder mayoría en el congreso local y conquistar tan solo 14 de los 43 ayuntamientos en disputa. Paliza indiscutible que no se olvida fácilmente.
Sus bonos son, para colmo, más endebles tras la caída en desgracia de su padrino y protector, el exsecretario de Hacienda LUIS VIDEGARAY.
EL HUECO
Peor todavía, si volteamos hacia los tres mandatarios anteriores (HERNÁNDEZ, YARRINGTON, CAVAZOS) su capacidad de maniobra es mínima, tras la embestida mediática que los arrastró a finales del calderonismo, con su secuela de expedientes judiciales al norte del río Bravo.
Ausente EGIDIO a partir de octubre, anulados sus tres antecesores y demeritado BALTAZAR, no asoma, pues, una figura regional articuladora y con el poder suficiente para reciclar los activos políticos hoy dispersos en todo el estado.
Tendrán que depender del CEN y de Los Pinos, instancias de poder bastante más preocupadas por cuadrar sus números en la víspera de los compromisos estatales de 2017 y el nacional de 2018.
Por lo que hace a Tamaulipas, el hueco está ahí y tiene una doble lectura, es problema y también oportunidad.
Ello, ante un ejecutivo entrante legitimado por el voto que llega pisando fuerte y con un firme ascendente sobre el tejido social.