Cd.
Victoria.- Temas de la democracia, a partir de que
la diversidad pasó de ser bandera marginal para convertirse en nicho electoral,
un cambio de óptica se gestó en los partidos.
Pragmatismo habemos. A medida en que la
bandera igualitaria va ganando espacios el rechazo se vuelve más sutil dentro
de la clase gobernante.
La homofobia se incorporó, pues, al
conjunto de posturas políticamente incorrectas que los estrategas electorales
se ven obligados a evitar para no generar votos en contra.
El tema se incluye en la lista de
actitudes consideradas de efecto sensible, amen de indeseable, como xenofobia,
racismo, clasismo y misoginia, que si no logran erradicarse del todo, al menos
deben excluirse de cualquier uso político.
Y exige, además, el debido cuidado en
todo lo que se comente sobre personas con discapacidad, los compatriotas que
ahora identificamos “con capacidades diferentes”.
El riesgo es de sobra conocido. Casos de
candidatos a diputados o alcaldes que han sido conminados a dejar la contienda
por alguna declaración sospechosa de discriminar o hacer burla por razones de
género, perfil étnico o por su orientación sexual.
Un “tuit” de más que cruce la delicada
línea de lo correcto puede desencadenar una tormenta y convertirse en
#TrendTopic negativo, linchamiento incluido.
HUMOR
DE RIESGO
Para quienes crecimos en las décadas
finales del siglo 20 no deja de ser curioso el recordar los temas clásicos del
humor popular, el albur y la escatología de vodevil, cuando las fobias constituían
el arsenal básico de la comicidad cinematográfica y televisiva.
Todavía hoy, los portales electrónicos
que almacenan chistes para toda ocasión clasifican sus respectivos acervos en
base a categorías decididamente fóbicas.
Chistes de negros, chinos, enanos y
mujeres. Curiosamente, no hay alguna sección que se llame “de hombres”, aunque
sí de homosexuales, de jorobados y (comprensiblemente) de políticos.
Habría que anotar el humor clasificado
sobre gallegos, argentinos y cubanos como expresión diversa de xenofobia.
Difícil imaginar el humor mexicano sin
todos esos vicios que hoy son etiquetados como abusos, reprobados en redes y
sancionados por las leyes.
En esta misma medida, los grupos más
conservadores han tenido que aprender a frenar su propensión al rechazo moral
ante segmentos que hoy reclaman el derecho pleno al ejercicio de sus libertades
públicas.
TROPEZONES
Queda para la historia aquel día de 1994
cuando el entonces candidato panista a la Presidencia de la República DIEGO
FERNÁNDEZ se refirió (con simpatía, por cierto) a las mujeres de su partido
como “el viejerío”.
Ciertamente, en el centro y sur del país
la palabra “vieja” tiene una connotación bastante más ofensiva que en este
norte tamaulipeco, donde se aplica en ambas direcciones (viejo y vieja) para
referirse a la pareja sentimental, sin carga despectiva alguna.
La protesta contra el jefe DIEGO surgió,
precisamente, en aquellas zonas geográficas donde el término resulta ofensivo
para las damas, incluyendo la Ciudad de México.
No ha ocurrido, por cierto, que varón
alguno se moleste porque una señora emplee el término complementario (mi viejo,
tu viejo) al hablar de marido, novio o compañero amoroso.
De cualquier manera, el cuidado del
lenguaje es hoy asunto de interés electoral, partidista, que matiza discursos y
purga vocabularios en cámaras, pódiums, paneles, círculos de opinión, incluso
en foros electrónicos.
El propio VICENTE FOX vivió algunos
episodios de confrontación cuando dejó escapar comentarios relacionados con
alguna de estas fobias.
La mujer como “lavadora de dos patas”, el
trabajo de los braceros, tan rudo que “ni los negros lo quieren” o su consejo
de evitar ser engañado “como un chino”.