Cd. Victoria.- He vivido en carne propia dos casos de reclamo abusivo por parte de compañías telefónicas que emprenden maniobras de acoso intimidatorio por adeudos de terceros que, sin consultarme, me dieron por referencia.
Huelga decir que la culpa
no descansa solamente en el cliente moroso sino en la liviandad de las mismas empresas
que dan por buena cualquier referencia sin preguntar a las personas involucradas
si están de acuerdo con ello.
Peor aún, emplean dicha
referencia (absolutamente verbal, sin documento, ni firma) como si fuera aval o
garantía fiduciaria, abrogándose el derecho a reclamar de malas maneras en caso
de adeudo incumplido.
Ojo con esto, una
referencia no constituye un aval, carajo. Son dos asuntos muy distintos.
Una cosa es firmar de
común acuerdo para garantizar algún contrato de un tercero (socio, familiar o
amigo) y la otra es que, sin mediar firma ni autorización documentada, nuestro
nombre sea empleado sin permiso.
La diferencia es que por
la primera si estamos obligados a responder, en la medida en que se nos
consultó y atravesamos firma, con identificación y hasta autoridad como
testigo. Por la segunda nunca.
Y voy a repetir la frase
para que quienes están viviendo situaciones así la tengan en cuenta: una referencia
no constituye un aval, porque nada prueba que dimos nuestro consentimiento.
VENTAS SIN ESCRÚPULOS
Aunque ocurre que, en su
maniaco afán de vender, son tan irresponsables las empresas de telefonía que
prácticamente cualquier persona puede dar un nombre y un número (¡Hasta de un
desconocido, del directorio telefónico!) para darlo como referente y las
compañías alegremente lo dan por bueno.
No se sienten obligados a
verificar que la persona exista, ni que conozca al referido y (más importante
aún) que además esté de acuerdo en que su nombre y números queden anotados en
dicho convenio.
Me intriga, en
particular, el perfil psicológico (sádico, retorcido) de quienes aceptan ser
entrenados por un salario mugriento para realizar estas tareas de reclamación
telefónica.
Crueldad deliberada, ¿Pueden
dormir con eso?, al parecer sí.
Saben bien que no les
asiste razón y para ello sus capacitadores les hacen memorizar actitudes y argumentos
inquisitoriales que, si bien carecen de fundamento legal, les permiten sostener
su actitud de hostigamiento contra cualquier defensa racional de la víctima.
OFICIO TENEBROSO
Acaso el maestro del
suspenso ALFRED HITCHCOCK pudo haber relatado personalidades así de tortuosas
que en buena medida recuerdan al señor SMITH, el ubicuo policía de la MATRIX.
La charla típica…
-“Oiga, pero yo no
autoricé que dieran mi nombre.”
-“Pues eso dicen todos.”
-“Créame, no autoricé,
¿Por qué no checan antes de firmar un contrato que las personas dadas como
referencia realmente están de acuerdo?”
-“Pues mire señor, ninguna
compañía lo hace y en todo caso usted puede demandar a la persona que usó su
nombre o decirle que pague para que no le estemos llamando. ¡Vaya y dígale que
pague!”
-“Disculpe, pero no tengo
obligación ni tiempo de andar montando causas legales para que le paguen a
usted, ni tampoco fungiendo como cobrador de su compañía, ¿Qué le pasa?”
-“Pues mientras no paguen
le vamos a seguir llamando.”
-“¡Ora pues!”
Por fortuna existen los
bloqueadores de números a los cuáles recurrir, sobre todo cuando deciden
hostigarnos minuto a minuto, enfurecidos porque (después de intentar infructuosamente
razonar con ellos) decidimos colgar la bocina.
Aunque ello no significa
que nos hayamos librado del esa plaga, pues igual pueden llamar desde otra
línea para perpetuar su acoso.
En nuestro México las
cosas no avanzan todo lo rápido que uno quisiera, pues si bien la figura de la
cobranza ilegítima ya ocupa un lugar en el vocabulario de los consumidores,
legisladores y partidos políticos, todavía no se afianza lo suficiente en las
leyes para impedir estos abusos.
Buen tema, sin duda, para
quienes ahora buscan las diputaciones federales del entrante 2015.