Cd. Victoria.- Alcanza ya un carácter viral la inquietud
de redes y medios por el estado que guarda el poder adquisitivo popular y su
referente básico, los salarios.
Preocupación o simple punzada, hay razón para la
extrañeza, ¿por qué ahora?
Tema de agenda política, jamás quitó el sueño a
CALDERÓN, bastante menos a FOX y tampoco destacó en la oferta electoral de PEÑA
NIETO.
Sin embargo se mueve. Acaso por encontrarnos en la
antesala de una elección federal, quepa pensar en contendientes interesados en calentar
el asunto entre la opinocracia nacional.
O tal vez el estallido social del pasado 2010 (no
insurgente ni revolucionario sino, meramente delincuencial) nos obliga a identificar
a los millares de sicarios que circulan por calles y caminos como verdaderos
prófugos del salario mínimo.
Prófugos del artículo 123, cuya filosofía laboral
hoy parece un erial poblado de fantasmas, tan yermo y desolado como el Comala
de RULFO.
EL TRASFONDO
Y aunque nunca fueron todo lo justos que la ley
obligaría, la tragedia actual de los minisalarios arranca en el bienio final
del lopezportillato (1981-82).
Vorágine económica que el propio JOLOPO prohijó y calificó
como un ciclo perverso (“inflación, fuga de capitales, devaluación, más
inflación”) mientras tocaba la puerta del FMI cuyos favores pagaríamos a un
altísimo costo social.
Reducción de subsidios, recortes brutales al gasto público,
aumentos cíclicos a bienes y servicios gubernamentales y, de refilón, un
candado tenaz a los minisalarios.
El país recorrerá sucesivas etapas de recuperación,
pero los salarios seguirán con una piedra atada al cuello.
Vendrán el lamadridato y su hiperinflación desenfrenada,
el salinismo con sus éxitos y caídas, para que finalmente el doctor ZEDILLO
logre estabilizar las variables macroeconómicas (paridad, inflación, balanza
comercial, deuda externa) sin enmendar la debacle laboral.
Lo supo PANCHO LABASTIDA -candidato del PRI en 2000-
al prometer que “los buenos números a nivel macro” debían reflejarse “en la
economía familiar”.
Jamás sabremos si tendría intenciones de cumplirlo,
entre otras razones porque LABASTIDA perdió.
Lo cierto es que al cambio de siglo, el poder
adquisitivo de los trabajadores alcanzó un mínimo histórico.
Pastizal seco en extremo que hacía temer una conflagración mayor y donde sólo haría falta que apareciera un loco con un cerillo.
Pastizal seco en extremo que hacía temer una conflagración mayor y donde sólo haría falta que apareciera un loco con un cerillo.
Y ese orate llegó: VICENTE FOX.
LAS DOS GUERRAS
Simbólica, la primera reunión del gabinete de
seguridad convocada por VICENTE fue en Nuevo Laredo, puerto estratégico para el
comercio legal e ilegal.
FOX planta su bandera y encamina una perversa estrategia
de pinza:
Por un lado las fuerzas federales golpeando duro a
los cárteles nativos. Por otro, una invasión de territorios emprendida por el Cartel
de Sinaloa en todo el país, empezando por Tamaulipas.
Esta fue la primera guerra. Chivo en cristalería,
FOX romperá fronteras históricas cuyo respeto había garantizado la paz entre
las empresas delictivas por más de medio siglo.
En respuesta, los cárteles reclutarán ejércitos de
sicarios, millares de jóvenes de rancherías y colonias, desempleados,
subempleados o asalariados, que de golpe podrían ganar en un día lo que -por la
vía legal- ingresarían en medio año.
Al tiempo, estos grupos irregulares superarán a las viejas
cúpulas, formando mandos horizontales, confederados pero no sujetos
jerárquicamente al negocio internacional de la droga.
En 2006, CALDERÓN aterrizará pensando que con
descabezar a los viejos cárteles acabaría el problema. En realidad lo agravó. Al
privarlos de sus antiguos liderazgos, fortaleció la autonomía de las nacientes comandancias
locales.
Esta fue la segunda guerra cuyo saldo final es la
herencia sangrienta del panismo en 2012.
¿Mezquindad, torpeza de los gobiernos albiazules?, desde
luego, aunque también un modelo económico feroz cuya responsabilidad recae en
los gobiernos previos, huevo de la serpiente que engendró el estallido del
2010.
El año del bicentenario.