Cd. Victoria.- Siempre que escucho monologar
contra la existencia de cargos plurinominales recuerdo algunos detalles significativos
que acaso equilibren la diatriba para convertirla en reflexión.
El congreso tamaulipeco, por ejemplo, donde el PRI alcanzó
en los primeros años de este siglo resultados de “carro completo”, habría sido ferozmente
monopartidista de no existir la fórmula de representación proporcional.
La cuál opera en consideración al voto opositor que
si bien no fue suficiente para ganar distritos, en el conteo general arrojó
porcentajes importantes, merecedores de representatividad.
En la asamblea del Distrito Federal ocurre
exactamente a la inversa. De no haber plurinominales, el PRI habría sido el
gran ausente de las bancadas capitalinas dominadas largo tiempo por el PRD.
TRES RECIENTES
Pongo de ejemplo la actual sexta legislatura capitalina
(2012-2015). Ninguna de sus 40 butacas de distrito fue para el PRI, ya que 34
quedaron bajo control del Sol Azteca, con tres del PT, dos del PAN y una del
Movimiento Ciudadano (MC).
Si además recordamos que PRD, PT y MC formaron parte
de una coalición que los identifica en una misma corriente de izquierda,
resulta que 38 de las 40 sillas de mayoría estarían en manos del llamado Frente
Progresista, contra dos solitarias bancas del PAN.
Desde luego, tal desproporción no se reflejó en los
números finales porque al PAN le fueron sumadas 11 curules del tipo
plurinominal, misma vía por la cuál el PRI se llevó 9, a pesar de no haber
ganado distrito alguno.
Y si nos vamos a la anterior (la quinta, 2009-2012),
la polarización fue todavía más acentuada pues el PRD ganó 29 de 40 y los otros
11 fueron para el PAN.
Igual, ningún otro partido habría tenido presencia
en dicha cámara, lo cuál habría dejado fuera a los votantes del PRI, PT, MC y
PVEM.
Retrocediendo a la cuarta (2006-2009) en la misma
ciudad de México, tampoco hubo asientos de mayoría para el PRI.
En dicha elección, 34 lugares fueron para la
aplanadora del PRD y los seis restantes se repartieron ente el PAN (cuatro),
con uno para PT y otro para Convergencia (hoy MC).
En las tres legislaturas referidas, el PRI tuvo
representación gracias a la fórmula plurinominal donde se reconoce la
existencia de población votante que no alcanzó boleto por la vía distrital.
Precisamente, para no tirar el niño junto con el
agua, sería necesario entender que lo malo no es la fórmula proporcional sino
el alto número de asientos que se otorga a sus representantes.
Se antoja prudente, pues, la propuesta que hizo el
actual presidente ENRIQUE PEÑA NIETO en sus días de campaña, consistente en
reducir en 100 el número de diputados y en 32 el número de senadores pertenecientes
a dicha fórmula.
Veremos si se extiende a los congresos estatales, DF
incluido.
RECLAMO POPULAR
Menudean también aspectos odiosos que atañen a las
legislaturas en su conjunto pero terminan reforzando el alegato contra quienes
llegan por lista y no por voto.
Entre ellos, las prebendas económicas que gozan los
representantes federales. Seguro médico privado, auto, computadora, asesores y
ayudantías, así como un mar de viáticos gracias al cuál a menudo se exceden en
el llamado turismo legislativo.
Por ejemplo, sus recurrentes misiones fuera del país
o la elección de centros vacacionales como sitios para presuntamente deliberar asuntos
relevantes de su agenda, a guisa de privacidad.
Aunque no siempre sea cierta, la caricatura está
hecha y se repite de boca en boca. Trabajan poco, ganan muy bien, viatican de
lo lindo, pelean pero no construyen y su paso por la butaca constituye una
siesta perenne de tres o de seis años.
Por supuesto, hay casos así, aunque sería injusto
señalar a todos pues ello equivaldría a menospreciar el trabajo efectivo que
desempeñan las bancadas y gracias al cuál tenemos un justo y necesario
equilibrio de poderes.
Ni todos son faltistas como el proverbial “Niño
Verde” ni rijosos improductivos como el legendario señor NOROÑA.