Cd. Victoria, Tam.- En suspenso, el destino de la reforma laboral cuyo proyecto
fue rasurado en la cámara baja, restaurado por los senadores y devuelto a los
diputados con la esperanza inicial de que fuese aprobado así como se encuentra
ahora, con democracia y transparencia.
Cabe
preguntar si, en efecto (como lo suponen muchos priístas) hay una línea clara
marcada por ENRIQUE PEÑA NIETO a los legisladores de su partido.
O
bien nos encontramos ante un abanico de posibilidades en función de las
variantes que EMILIO GAMBOA, MANLIO FABIO BELTRONES y los sindicalistas
involucrados en la maniobra promueven por su cuenta.
Desde
su retorno a San Lázaro, el proyecto empezó a ser bombardeado por los grupos de
interés que ven con desconfianza asuntos como la rendición de cuentas y el voto
libre en las organizaciones gremiales.
Y
corresponde al líder de la bancada tricolor MANLIO FABIO BELTRONES el difícil
papel de abogado del diablo, aunque habrá que insistir en la duda en cuanto a
la naturaleza de sus propósitos.
Es
decir, qué tanto actúa por instrucciones precisas de PEÑA NIETO y hasta donde
estaría barajando las cartas por cuenta propia y en función de su propia agenda
política, su esquema de alianzas y conveniencias.
Significativo,
por ejemplo, que al retornar el proyecto a su feudo, MANLIO FABIO haya
advertido que la iniciativa ya habría perdido el carácter de preferente que le
asignó CALDERÓN.
Lo
cuál significa que para BELTRONES ya no
corre demasiada prisa ni se tiene por qué trabajar bajo reloj para su votación
final.
Parecería,
incluso, una táctica de “enfriamiento” que quizás no llegue a tanto como para
enviarla a la “congeladora”, pero sí para dilatar su análisis más allá de la
administración panista.
Misma,
como todos sabemos, concluye el día último de noviembre.
Preocupa
también que entre los argumentos más socorridos por quienes se inclinan a favor
de la maniobra dilatoria esté el de la presunta defensa de la autonomía
sindical.
Al
buen entendedor, desean mantener intocable el esquema de privilegios que
permite a los dirigentes gremiales el manejo discrecional de los recursos, la
reelección indefinida y los nombramientos de sus cuadros cocinados siempre en
“petit comité” y sin el concurso de sus bases.
Otra
señal significativa es el anuncio efectuado ayer por el líder senatorial EMILIO
GAMBOA informando que (sin importar el destino de la iniciativa calderonista)
el mandatario entrante ENRIQUE PEÑA NIETO enviará a las cámaras una propuesta suya
de reforma.
Y
esto es todavía más relevante porque si la intención es cierta, al menos para
los priístas y sus aliados, perdería sentido discutir ahora la propuesta
formulada por CALDERÓN, en el entendido de que vendrá otra a sustituirla o, por
lo menos, a replantearla.
Sobre
todo si recordamos la cultura de la disciplina practicada por décadas en las
bancadas del PRI. ¿Tendría sentido dedicar tiempo y esfuerzo a un documento que
desde hoy se adivina como perecedero?
Y
ojo que también EMILIO GAMBOA está dejando ver sus dudas respecto al proyecto
actual.
Por
ejemplo, en lo que se refiere a los contratos colectivos donde la reforma
propone que los trabajadores aprueben lo acordado por sus líderes con la parte
patronal y la libertad de aquellos para pertenecer al sindicato de su
conveniencia.
El
gozo, pues, de una votación madura como la que se había visto en el senado,
podría estarse yendo al pozo.
El
propio GAMBOA tuvo sus cinco minutos de gloria cuando mostró flexibilidad en
aquellas jornadas donde se rehabilitaron los llamados puntos críticos que la
cámara baja había mutilado.
Hay,
en efecto, señales encontradas pues ahora resulta que el nuevo equipo de
gobierno tiene otros planes y está contemplando un manejo más flexible de los
tiempos.
Y
hasta (dicen) están en condiciones de lanzar un proyecto propio, partiendo de
cero, es decir, prescindiendo del documento calderonista, hoy cercenado y
vuelto a parchar.