Cd. Victoria, Tam.- La mejor expectativa, entre tantas que se tejieron en
fechas previas a la elección de julio, era el deseo sincero de que el voto
popular sirviese de criba o cedazo.
Causa,
motivo y razón, la necesidad de purgar la lista de partidos cuyos respectivos aparatos
burocráticos, dirigentes, representantes y gastos de organización tienen un
peso oneroso en el presupuesto federal.
De
cabo a rabo se escuchaban consejos como, por ejemplo, que si el votante
simpatizaba con AMLO votase por el PRD y no por sus satélites MC y PT.
O
que si simpatizaba con el PRI, cruzara el símbolo tricolor en la boleta y no el
del parasitario PVEM.
La
sorpresa posterior a las votaciones fue que los cuatro minipartidos (PVEM, PT,
PANAL, MC) no solamente sobrevivieron al desafío sino que incluso gozan de mejor
salud.
Sin
merma de su tradicional gula nominal, todos estos membretes iniciaron a tambor
batiente las nuevas legislaturas en ambas cámaras.
Doña
ELBA ESTHER metió a su hija MONICA ARREOLA al senado y a su nieto RENÉ FUJIWARA
como diputado plurinominal.
Ello,
amen de hacer también diputado al hijo de su comadre MARTHA SAHAGUN, el joven
novicio FERNANDO BRIBIESCA.
Por
el PVEM repitió beca solamente cambiando de cámara el casi tamaulipeco (hoy
quintanarroense no sabemos si por adopción o por turismo prolongado) JORGE
EMILIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ, el “Niño Verde”.
El
caso es que las exigencias de modernidad partidista fraguadas en la víspera se
quedaron en meras intenciones.
Al
final, la “real politik” (esa implacable inercia de intereses también llamados
poderes fácticos) logró imponerse y cobrar sus facturas con la puntualidad
debida, metiendo cada cuál en su saco importantes tajadas del botín.
Aunque
ese no es el tema de esta columna sino (muy apenas) el contexto, los
antecedentes de lo que ocurre ahora.
Si
usted piensa que siete partidos son muchos partidos, por favor espere un
momento, respire hondo y aguarde la noticia de que al menos dos más esperan
turno al bat con razonables esperanzas de entrar en la “polla nacional”.
El
primero en el tiempo es MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) la
asociación fundada por LOPEZ OBRADOR tras los comicios del 20o6 y que en el
presente 2012 derivó en su refugio personal.
Así
lo anunció el propio AMLO tras oficializar su salida de la coalición Movimiento
Progresista (PRD, PT y MC).
Hoy
sabemos que la intención es convertir a MORENA en partido, invirtiendo en dicho
propósito el capital político que aún le queda.
De
cristalizar sus planes, se adivina desde ahora que será una trinchera de perfil
caudillista que habrá de girar en torno a la personalidad que lo anima, como lo
han sido el PT de ALBERTO ANAYA, el MC de DANTE DELGADO, el PANAL de la señora
GORDILLO y el PVEM de la familia GONZÁLEZ.
Desde
luego, a su tiempo este naciente organismo de izquierda buscará conseguir e
incrementar su respectiva cuota de cargos a todos los niveles, por la vía fácil
de la representación proporcional, desde regidurías hasta posiciones legislativas
locales y federales.
El
segundo proyecto, todavía más desconcertante, es la recién anunciada
organización que tentativamente llevaría por nombre “Partido de la Concertación
Mexicana” (PCM).
Especie
exótica, híbrido donde concurre la antigua izquierda revolucionaria (RENE ARCE
y asociados) con personajes del ultraderechista YUNQUE, liderados por MANUEL
ESPINO.
Ante
ideologías tan dispares hoy se insiste que les unen factores circunstanciales
como son (1) su común orfandad política, (2) el mismo afán de poder, (3) un idéntico
apetito por los cargos públicos y (4) la amistad con PEÑA NIETO.
Ello,
aunque en el fondo, el sustento real de los nuevos partidos son las historias
de éxito escritas por rémoras como PT, MC, PVEM y PANAL.
Demostrado
está que es posible vivir del cuento, retozar a perpetuidad bajo los
reflectores de los medios, con sueldo, viáticos y gastos de operación asegurados.
En
efecto, eran muchos y de cualquier manera (ver para creer) parió la abuela.