Cd. Victoria, Tam.- Como error, se antoja extravagante. Si a principios de año
alguien me hubiera dicho que el jefe de gobierno capitalino MARCELO EBRARD
cometería una equivocación garrafal, tal vez imaginaría el manejo erróneo de alguna
situación crítica en materia de seguridad o acaso caótica en el ramo de la protección
civil. Quizás algún error de cálculo en su obra pública mayor.
Pero
jamás se me hubiera ocurrido que la imagen de EBRARD sufriese tal deterioro de
manera pronta y gratuita por culpa de un sátrapa lejano del que el 99% de los
mexicanos (y me voy corto) no teníamos ni idea.
Ciertamente,
las maldades cometidas por HEYDAR ALIYEV en la ignota república de Azerbaiyán durante
30 años de dictadura, ni le vienen ni le van a una opinión pública nacional tan
preocupada por sobrevivir a sus tragedias domésticas.
Tampoco
cala mucho el saber que desde su muerte (2003) HEYDAR haya heredado el cargo a su
hijo ILHAM, quien gobierna con igual o peor mano de hierro a esa nación con 9
millones de habitantes, población total apenas equivalente a la del Distrito
Federal.
O,
incluso, si en lugar de la horrible mole, el homenaje del gobierno capitalino
al mandarín euroasiático hubiese consistido en imponer su nombre a una escuela,
hospital o biblioteca, la queja se limitaría a los usuarios de dichos centros.
Ni
siquiera se puede hablar de un gasto excesivo en el erario chilango, pues el
esperpento de bronce es un regalo enviado por barco desde su nación de origen.
Lo
que hoy emerge es algo muy parecido a la defensa de valores estéticos
elementales en una zona por demás céntrica y hermosa de la ciudad, en pleno
Bosque de Chapultepec, entre Reforma y Tolstoi, junto a la llamada “Estela de
Luz”.
Y
también de valores democráticos, en particular porque la opinión pública
nacional tenía a MARCELO como un genuino representante de la izquierda
moderada, moderna y republicana.
Lo
más parecido (imaginábamos) a la socialdemocracia europea, alemana, sueca o
francesa.
Izquierda
distante al populismo obradorista, pero también (pensamos) lo suficientemente ajena
al sombrío culto personal de los viejos “timoneles” como LEONID BRÉZHNEV, MAO
ZEDONG, KIM IL-SUNG o el citado HEYDAR ALIYEV.
La
coartada que maneja la oficina de prensa ebrardiana destaca el presunto agradecimiento
“de la ciudad” a un donativo superior a los 6 millones de dólares que el
gobierno de Azerbaiyán otorgó a la capital para la remodelación de dos plazas
públicas.
A
cambio, dicen, le tuvieron que aceptar de regalo (pilón, entiéndase) un
adefesio por demás ajeno no solo al paseante capitalino sino a los mexicanos
todos.
No
hay en dicho personaje (como sí lo hay en la cercana estatua de GANDHI) un sólo
valor en el que los mexicanos puedan reconocerse.
Salvo
que su hijo (hoy gobernante) malgastó el erario azerí (azerbaiyano) en este
homenaje que para maldita cosa sirve.
No
reposa el gesto en ninguna de las justificaciones que reclamaría el arte
estatuario de uso público.
Ni
resalta valores, ni reconoce aciertos, ni exalta trayectoria o acto heroico reconocible.
Tampoco hay belleza en ello.
Desplante
fiel del llamado realismo socialista, se ensalza al dirigente presentándolo con
su expresión más cruda, apoltronado en su sillón, autosuficiente.
Destaca
a sus espaldas el mapa de su país en mármol blanco montado, como amoeba
gigante, sobre una base de piedra oscura.
En
este raro saludo a la dureza gubernamental de aquellas regiones, el hombre, la
silla y el mapa ofrecen, de conjunto, un aspecto repelente.
Tal
exceso, desde luego, resulta un revés algo severo para un hombre como MARCELO
que tenía un alto grado de aceptación entre la élite intelectual capitalina.
Representa,
además, un turbio nexo con el pasado, con la peor tradición de la izquierda autoritaria,
para una figura que hoy desea proyectase hacia el futuro, con miras a la justa
presidencial del 2018, en la cuál se asume desde ahora participante.