miércoles, 10 de octubre de 2012

Lazcano, la leyenda


Cd. Victoria, Tam.- La caída de un jefe delictivo de talla internacional como sin duda lo fue HERIBERTO LAZCANO parecería un golpe colosal del gobierno calderonista si no fuera por un detallito que ocurrió horas después: se robaron el cadáver.
No hay, pues, un trofeo de caza mayor que presumir ante los medios internacionales, como antes lo hicieron con una treintena de jefes más, entre vivos y muertos, a lo largo del sexenio calderonista.
Ni SEMAR ni PGR ni SEDENA ni PFP pueden esta vez mostrar al ejemplar caído en sus redes, presumirlo ante cámaras y reflectores, vivo o muerto.
Extraviada la evidencia sólo queda el testimonio, los apuntes del forense, unas cuantas fotografías y las huellas dactilares.
En base a un modesto puñado de datos y en base a su palabra, debemos creerles.
Insistirán que ahí, sobre esa camilla funeraria en Sabinas, Coahuila, estuvo tendido algunas horas el jefe máximo de la organización delictiva más poderosa del continente.
Después (dicen) un comando armado se lo llevó y no fue hasta entonces cuando las tareas de peritaje realizadas en ausencia descubrieron de quién se trataba.
Las propias fotografías despiertan suspicacias.
Esa ceja recta y delgada que le conocíamos al LAZCA se observa ligeramente curva y más tupida en el cadáver retratado.
Tampoco vemos el rostro anguloso ni la nariz fina y bien delineada que caracterizaron al hidalguense. El muerto luce un mentón más redondo y fosas nasales amplias.
¿Es o no es?, la duda cruza de cabo a rabo las redes sociales.
Para colmo, los datos que aporta la Secretaría de Marina (SEMAR) difieren sustancialmente de los que tiene la agencia norteamericana antidrogas (Drug Enforcement Administration, DEA) en su archivo de criminales más buscados.
Cito aquí el comparativo publicado ayer por el reportero ALEJANDRO DOMÍNGUEZ en la edición electrónica de W-Radio.
El cadáver que reporta SEMAR mide un metro con 60 centímetros. El perfil fichado por la DEA tiene un metro y 72 centímetros.
La misma persona, en efecto, pero con 12 centímetros de diferencia.
Pero eso no es todo. Según SEMAR el LAZCA nació en 1975. La DEA ubica su fecha de nacimiento en 1974.
Otra vez la misma persona, pero con un año de distancia.
Salvo que algún milagro ocurra y de la noche a la mañana alguien encuentre el cadáver, lo más probable es que la figura de LAZCANO pase a la posteridad de manera incierta y fantasmal.
Su muerte no irrumpe en nuestras páginas policíacas con la contundencia de sus colegas caídos como ARTURO BELTRÁN LEYVA (Cuernavaca, 2009), NACHO CORONEL (Zapopan, 2010) y TONY TORMENTA (Matamoros, 2010).
El destino de LAZCANO será, pues, de fábula, como ocurrió con AMADO CARRILLO, cuyo deceso (Distrito Federal, 1997) suscitó tantas dudas que 15 años después se siguen tejiendo historias en torno al mítico “Señor de los Cielos”.
Siempre que la autoridad decida o permita que una interrogante de ese tamaño quede flotando sobre la tumba de un personaje mayor, se abren las puertas a la leyenda.
Sucedió con el abogado guerrerense MARIO RUIZ MASSIEU quien de ser fiscal antidrogas a finales del salinismo se convertiría después en hombre perseguido por la justicia zedillista y finalmente preso en Estados Unidos por lavado de dinero.
El reporte oficial de su fallecimiento dice que RUIZ MASSIEU se quitó la vida el 15 de septiembre de 1999 en Newark, New Jersey.
Sin embargo, cuando su familia llegó encontró un ataúd sellado que a las pocas horas fue conducido a la sala de cremación. Había urgencia, pues, por convertirlo en cenizas.
De ahí también la duda razonable en torno a su fallecimiento y los rumores que vinieron después suponiendo que habría fingido su muerte para convertirse en testigo protegido.
Por eso la broma que ayer circulaba en TWITTER en torno al futuro nebuloso del comandante LAZCANO. ¿Estará como BIN LADEN en un lecho marino o acaso en algún paraíso inalcanzable?
El desafío rebasa con creces al oficio reporteril. Ahí donde el periodismo se rinde, la ficción empieza.