Cd.
Victoria, Tam.- La caída de un jefe delictivo de talla
internacional como sin duda lo fue HERIBERTO LAZCANO parecería un golpe colosal
del gobierno calderonista si no fuera por un detallito que ocurrió horas
después: se robaron el cadáver.
No hay, pues, un trofeo
de caza mayor que presumir ante los medios internacionales, como antes lo
hicieron con una treintena de jefes más, entre vivos y muertos, a lo largo del
sexenio calderonista.
Ni SEMAR ni PGR ni
SEDENA ni PFP pueden esta vez mostrar al ejemplar caído en sus redes, presumirlo
ante cámaras y reflectores, vivo o muerto.
Extraviada la evidencia
sólo queda el testimonio, los apuntes del forense, unas cuantas fotografías y
las huellas dactilares.
En base a un modesto
puñado de datos y en base a su palabra, debemos creerles.
Insistirán que ahí,
sobre esa camilla funeraria en Sabinas, Coahuila, estuvo tendido algunas horas
el jefe máximo de la organización delictiva más poderosa del
continente.
Después (dicen) un
comando armado se lo llevó y no fue hasta entonces cuando las tareas de peritaje
realizadas en ausencia descubrieron de quién se trataba.
Las propias fotografías
despiertan suspicacias.
Esa ceja recta y
delgada que le conocíamos al LAZCA se observa ligeramente curva y más tupida en
el cadáver retratado.
Tampoco vemos el rostro
anguloso ni la nariz fina y bien delineada que caracterizaron al hidalguense. El
muerto luce un mentón más redondo y fosas nasales amplias.
¿Es o no es?, la duda
cruza de cabo a rabo las redes sociales.
Para colmo, los datos
que aporta la Secretaría de Marina (SEMAR) difieren sustancialmente de los que
tiene la agencia norteamericana antidrogas (Drug Enforcement Administration,
DEA) en su archivo de criminales más buscados.
Cito aquí el
comparativo publicado ayer por el reportero ALEJANDRO DOMÍNGUEZ en la edición
electrónica de W-Radio.
El cadáver que reporta
SEMAR mide un metro con 60 centímetros. El perfil fichado por la DEA tiene un
metro y 72 centímetros.
La misma persona, en
efecto, pero con 12 centímetros de diferencia.
Pero eso no es todo.
Según SEMAR el LAZCA nació en 1975. La DEA ubica su fecha de nacimiento en 1974.
Otra vez la misma
persona, pero con un año de distancia.
Salvo que algún milagro
ocurra y de la noche a la mañana alguien encuentre el cadáver, lo más probable
es que la figura de LAZCANO pase a la posteridad de manera incierta y
fantasmal.
Su muerte no irrumpe en
nuestras páginas policíacas con la contundencia de sus colegas caídos como
ARTURO BELTRÁN LEYVA (Cuernavaca, 2009), NACHO CORONEL (Zapopan, 2010) y TONY
TORMENTA (Matamoros, 2010).
El destino de LAZCANO
será, pues, de fábula, como ocurrió con AMADO CARRILLO, cuyo deceso (Distrito
Federal, 1997) suscitó tantas dudas que 15 años después se siguen tejiendo
historias en torno al mítico “Señor de los Cielos”.
Siempre que la
autoridad decida o permita que una interrogante de ese tamaño quede flotando
sobre la tumba de un personaje mayor, se abren las puertas a la
leyenda.
Sucedió con el abogado
guerrerense MARIO RUIZ MASSIEU quien de ser fiscal antidrogas a finales del
salinismo se convertiría después en hombre perseguido por la justicia zedillista
y finalmente preso en Estados Unidos por lavado de dinero.
El reporte oficial de
su fallecimiento dice que RUIZ MASSIEU se quitó la vida el 15 de septiembre de
1999 en Newark, New Jersey.
Sin embargo, cuando su
familia llegó encontró un ataúd sellado que a las pocas horas fue conducido a la
sala de cremación. Había urgencia, pues, por convertirlo en
cenizas.
De ahí también la duda
razonable en torno a su fallecimiento y los rumores que vinieron después
suponiendo que habría fingido su muerte para convertirse en testigo
protegido.
Por eso la broma que
ayer circulaba en TWITTER en torno al futuro nebuloso del comandante LAZCANO.
¿Estará como BIN LADEN en un lecho marino o acaso en algún paraíso
inalcanzable?
El desafío rebasa con
creces al oficio reporteril. Ahí donde el periodismo se rinde, la ficción
empieza.