Cd.
Victoria, Tam.- Ciertamente, no es sano servir a
dos amos, pertenecer a dos partidos que, por definición, existen para competir,
figurar como antagonistas, adversarios.
Se antoja, pues, justificado, expulsar del PRI al exgobernador
de Coahuila HUMBERTO MOREIRA, por aceptar la candidatura de otro partido a una
curul plurinominal.
Tarjeta roja que, con el mismo razonamiento, merecieron
el nayarita RAÚL MEJÍA y el poblano PORFIRIO ALARCÓN. Por jugarle las contras
al PRI.
La salida observó un orden lógico y el
procedimiento regular. Dar recepción a las denuncias presentadas ante la
Comisión Nacional de Justicia tricolor, estudiar cada caso y obrar en
consecuencia. Vino luego el anuncio oficial.
Como noticia tiene sentido, se entiende sin mayor explicación.
Aunque marca también una diferencia importante respecto a casos previos de
traición reiterada, sin que mecanismo de depuración alguno actuara con la
celeridad necesaria.
Ejemplo sonado, el de ELBA ESTHER GORDILLO y todos
los dirigentes seccionales del SNTE que se sumaron al Partido Nueva Alianza
(PANAL) desde su creación formal (agosto de 2005) ubicándose así en franca
rebeldía.
El caso ameritaba una expulsión masiva de
personajes que no solo participaron como dirigentes partidistas y candidatos a
cargos de elección sino que además apoyaron, abiertamente, la candidatura de
FELIPE CALDERÓN en 2006.
Como antes, en 2000 (cuando eran solo SNTE y no
todavía PANAL) se subieron felizmente al caballo de VICENTE FOX.
El caso de GORDILLO, cuya tardía expulsión data del
13 de julio de 2006, se debió en realidad a un choque de personalidades (y
ambiciones) con ROBERTO MADRAZO, por entonces figura dominante de ese partido,
quien se catapultó desde el CEN a la candidatura presidencial (fallida, por
cierto).
Ya para entonces, doña ELBA y sus huestes
magisteriales habían cometido un largo historial de traiciones contra la
organización tricolor, como abiertos contlapaches de FOX y CALDERÓN, incubadores
paralelos del PANAL.
OTRAS
TRAICIONES
Por supuesto, cada partido tendrá sus reglas, aunque
el común denominador de todos apunta hacia valores como lealtad y congruencia.
En la campaña de 2012 fue descarado el apoyo de
VICENTE FOX y su operador favorito MANUEL ESPINO a favor de ENRIQUE PEÑA NIETO.
Apostándole a la desmemoria, con un dejo
inocultable de cinismo, FOX alegaba que su opción por PEÑA se debía a que la
candidata del PAN (JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA) no podía ganar y era necesario
impulsar (con el voto útil como coartada) el proyecto económico más cercano (el
de PEÑA) para oponerse al populismo de AMLO.
Falacia desvergonzada, pues la decisión de VICENTE
databa, al menos, de 2010, cuando PEÑA NIETO (y otros mandatarios priístas)
eran visitantes y clientes asiduos del Centro FOX.
Tiempos aquellos, PEÑA era apenas gobernador,
JOSEFINA estaba muy lejos de figurar como aspirante a la candidatura y ni
siquiera AMLO la tenía segura, pues la nominación por la izquierda le era
disputada vigorosamente por el entonces Jefe de Gobierno MARCELO EBRARD.
Sin embargo, ya para entonces FOX hacía campaña por
PEÑA y solía presentarlo en su rancho como “el próximo presidente de México.”
Motivos sobraban para que, desde el 2010 o en la
campaña misma de 2012 y aún después de la derrota panista, FOX y sus huestes
fueran echados del PAN mediante un procedimiento similar al que emplea ahora el
PRI con MOREIRA.
Nunca lo hicieron. El tan mexicano surrealismo
partidista permite y cobija esta suerte de incongruencias, donde la fidelidad a
principios y doctrina son letra muerta.
Se opera en base a criterios pragmáticos que a la
postre desdibujan su carácter de adversarios para ubicarlos como simples
cómplices. Bufones que sin mediar reglas, forcejean y se reparten el botín del
poder.