lunes, 10 de abril de 2017

Salud, el derrumbe

Cd. Victoria.- Difundida la noticia el jueves por la tarde, el viernes fue tema regional de primera plana el esperado adiós de LYDIA MADERO a la Secretaría de Salud, donde permaneció, muy apenas, seis meses.
Los tres días que siguieron (viernes, sábado, domingo) fueron de catarsis para medios y redes que descargaran su resto (por si algo les quedaba en el tintero) contra la servidora pública caída en desgracia.
Borbollones de tinta en torno a las circunstancias que prohijaron su aparatosa caída. Y algo más...
Con lujo de precisión, las columnas regionales habían vaticinado en la víspera que el desenlace era inminente. Algo se sabía, se filtró, escurrió de arriba.
Bastante más que meras especulaciones, por supuesto. Amen de observaciones reales sobre el malestar que privaba entre los trabajadores del área.
Gente que se sentía lastimada ante el cuestionable estilo porfiriano de ejercer el mando que caracterizó a la dama.
Y su incapacidad manifiesta para enfrentar las emergencias epidémicas de temporada, el desabasto de medicamentos, los complejos desafíos del diario trajinar en un sector difícil que exige conocimiento, experiencia y mucho colmillo político.
Acaso LYDIA haya ignorado que aún para despedir gente y recortar salarios, eliminar compensaciones y poner a trabajar a los comisionados, se necesita mano izquierda, tacto, buena diplomacia.
Los cuidados necesarios para no aventar el niño junto con el agua.
Y vaya que tenía mala puntería. Queriendo cortar de tajo la mala yerba de las aviadurías, sus machetazos pegaban muy seguido sobre la gente buena que sí trabaja, la que checa tarjeta temprano y se soba el lomo todo el día por un modesto salario.
Errores y tropiezos que le ganaron (a pulso) el calificativo de la titular más polémica que se recuerde en dicha dependencia.
La de mayor y más rápido desgaste que en el mismo mes de su llegada ya concitaba reconcomios entre la base trabajadora.
Siendo justos, el sector salud (como el educativo) necesitan objetivamente la purga severa que los estrategas del actual gobierno han recomendado.
De ahí viene la frase (afortunada por cierto) que expresó LYDIA al llegar, cuando los reporteros le señalaron que no tenía carrera médica.
Entonces dijo (brillante respuesta) que no llegaba a curar personas sino a la institución en su conjunto.
Solo que la ingeniería institucional que (en efecto) necesitan las dependencias de gobierno solamente puede funcionar si se encuentra a cargo de personas capacitadas.
Esto es, con el perfil académico y la experiencia laboral suficientes en el campo de la administración, pública o privada.
De aquí la duda. La hoja de servicios que le conocemos a la regiomontana la señala egresada de una carrera de nombre algo heterodoxo (“Derecho Social”) en un lugar denominado Instituto Superior de Cultura y Arte de Monterrey (ISCAM).
De ahí la duda válida y respetable que afloró en un principio entre los colegas de prensa. ¿Que tendría que ofrecer al sector una titular que no cuenta entre sus galones académicos grado alguno en salud ni en administración?
Su trayectoria electoral no ha sido mejor. Los tres cargos de elección que ha ejercido (curul federal, curul local, escaño senatorial) fueron de carácter plurinominal. Lo demás, puras derrotas.
Por ello, en medios de prensa se manejó que su paso por salud era apenas una andamiaje para proyectarse en 2018 rumbo a la Cámara Alta, otra vez. Opción que, por supuesto, sigue abierta, aunque ahora sin plataforma de lanzamiento. Sin pasarela.
Respetable afán, como todas las aspiraciones en cualquier partido político. Aunque justo es decir que, con tanto panista joven haciendo hoy méritos en los diversos sectores de la vida tamaulipeca, el citado plan se antoja difícil. Muy cuesta arriba.