Cd. Victoria.- Este fin de semana circuló en redes una infografía
donde aparece el presidente PEÑA con una docena de gobernadores.
El autor anónimo
de dicho “meme” añadió nombres y la situación jurídica en que se encuentran
buena parte de ellos.
Llamativos, los
letreros sobrepuestos vía Photoshop (o similares). Algunos dicen “encarcelado”,
otros “prófugo”, “sujeto a proceso” o “en libertad caucional”.
Rudeza acaso
innecesaria, aunque la palabra “cartel” (en su acepción heterodoxa de “pandilla”
o “banda delictiva”) ya la habíamos visto en tiempos de FELIPE CALDERÓN cuando
se hablaba del “cartel de la PGR” y, su adversario, el “cartel de SSP”.
Antes aún, en
los días de CARLOS SALINAS, los colegas especializados en asuntos de narcotráfico
solían hablar del “cartel de Los Pinos”.
¿Es un cártel
CONAGO, la Conferencia de Gobernadores?... no necesariamente, aunque los
expedientes delictivos de numerosos miembros (y sus antecesores) despierten tantas
suspicacias.
La palabra viene
de la ciencia económica, antes de brincar (mire usted) al léxico de la nota
roja. Esa terminología callejera que hoy empleamos al hablar del crimen organizado.
En su
significado original hace referencia a todo acuerdo al margen del mercado,
realizado entre empresas que oficialmente rivalizan en un mismo ramo económico.
La intención es
reemplazar la competencia por una negociación discreta que meta freno a la oferta
en beneficio del productor y, eventualmente, en perjuicio del consumidor.
Equivale a un
monopolio, solo que compartido, con un puñado de socios que imponen su voluntad.
Oligopolio, pues.
Esta es una de
las razones por las que la legalización de estupefacientes (producción,
comercio, consumo) propuesta por VICENTE FOX pone a temblar a quienes controlan
el negocio. Debilitaría el control, se derrumbarían los precios.
TURBIA METÁFORA
Aunque
(volviendo al tema) pudiera pasar por una ofensa el ubicar a nuestros
gobernantes como una asamblea de jefes regionales que acuerdan de manera
discreta y en función de intereses oscuros.
Vale como aproximación,
en calidad de chiste propio de caricaturistas y francotiradores aviesos en
redes sociales.
El símil es
incompleto, pues. Tiene algunos visos de realidad, ciertas semejanzas, pero no
es (todavía) una calca de los cárteles mafiosos.
Ciertamente, que
muchos de estos prohombres (o sus antecesores) se encuentren camino a prisión
es ya preocupante.
Por colusión con
la delincuencia (muchos) aunque también por disponer de los diversos
presupuestos a su cargo como si fueran suyos. Tan sencillo (y cínico) como
pasarse dinero de una bolsa a la otra.
Programas de
ayuda social en las más diversas secretarías cuyos beneficiarios resultan ser,
a la postre, fantasmas. Personas inexistentes, cuya dirección no concuerda.
Solo la firma, mes con mes, elaborada por quien sabe quien.
Aunque no todo
es enriquecimiento inexplicable, lavado de dinero, fraude o delitos
patrimoniales.
Igual de grave
(y bastante menos investigada) es la represión, el asesinato, las ejecuciones
sumarias y su complemento, los entierros clandestinos.
Ya lo había
advertido hace cosa de tres años el cura texcocano ALEJANDRO SOLALINDE y en
este mismo espacio lo consignamos por la crudeza de su expresión.
En Veracruz
(dijo) donde escarben van a encontrar muertos. Por supuesto es una exageración,
aunque lo llamativo no es el significado literal sino su fuerza simbólica.
Demasiadas
víctimas, entre ellas no pocos periodistas, acaso el gremio más odiado por el
exgobernador JAVIER DUARTE.
Ese jefe estatal
que respondía con un gesto sádico, burlón, a los familiares de comunicadores
desaparecidos y asesinados. La misma expresión sicótica que exhibe hoy junto a
sus captores guatemaltecos.