Cd. Victoria.- Hay espanto, desde luego, comprensible, por fortunas mal urdidas, complicidades venales, amoralidad persistente, voracidad patológica de exmandatarios, familiares, compadres y compañeras sentimentales.
Haciendo acopio de memoria, ¿en verdad hay un pasado al cuál podamos invocar como ejemplo o modelo que oriente la conducta de nuestra clase gobernante?
¿Con MARTÍNEZ MANAOUTOU fue distinto, con BALBOA, RAVIZÉ, CÁRDENAS?, ¿con sus equivalentes de otras latitudes en los sesentas, setentas, ochentas, los FIGUEROA, FLORES TAPIA, JONGUITUD, el linaje criminógeno de los SÁNCHEZ CELIS en Sinaloa?
Entre la rabia que inunda a las primeras planas, al menos resulta alentador el que haya espacio para la exigencia de castigo, pese a la cansina respuesta institucional.
Hervidero de notas en gadgets y trincheras de comunicación interpersonal donde la posibilidad de control estatal es mínima. Nula, acaso.
Y también en medios tradicionales que (por mera supervivencia) se ven obligados a dar espacio a disidencias y enconos.
El imperativo de congruencia entre el prometer y el gobernar, las mil y un preguntas sobre el ejercicio del gasto público.
Ese gran deporte mexicano llamado patrimonialismo. El usufructo privado de potestades públicas, que permite acumular en un trienio lo que antes requería varias generaciones.
ACTITUD
Y esto es parte de la diferencia. El que ahora se sepa y (con ello) estimule esa capacidad de indignación cuya ausencia antes empequeñecía al mexicano promedio.
Tiempo atrás cuando la pasividad, dejadez, apatía, eran sinónimos de la postración ciudadana ante la omnipotencia estatal.
Si hoy se saben tantas cosas es porque se reclaman. ¿Fue distinto antes?....
El núcleo de tan exuberante casuística es la transversalidad de los medios. Descansa en un factor fácil de entender aunque difícil de subsanar. La ausencia de contrapesos reales.
Y también porque las generaciones actuales cuentan con herramientas inéditas. Ya es posible identificar a beneficiarios concretos en el ejercicio indebido de la función pública.
Los caminos de la inversión, los vericuetos de la subrogación, las proveedurías fantasmas, los concursos de obra amañados y con ganador previamente designado.
La posibilidad de preguntar a transparencia cuánto se gastó tal funcionario (o funcionaria) en transportación, hospedaje, alimentación y viáticos andariegos entre tal y cuál año.
Súmase a ello un descaro que (de plano) ya no cabe en estos tiempos. Ese culto por lo caro y ostentoso, a menudo de gusto infame. Valiosa ayuda para los sabuesos que ponen cola a los depredadores.
ANTECEDENTE
Y mencioné, ente otros, a MARTÍNEZ MANAUTOU porque entre finales de los ochentas y principios de los noventas participó en un litigio que de haber ocurrido hoy sería un escándalo mundial.
El hombre había dispuesto una rutina formal para el lavado de dinero que consistía en entregar (puntual, en persona) remesas de efectivo a un asesor financiero de nombre ROBERTO POLO.
Dineros que serían invertidos en pinturas, joyas, bienes inmobiliarios en el extranjero, así como cuentas en Panamá, Gran Caimán y Nueva York.
El problema fue que POLO malversó parte de esos fondos y el reclamo llegó a los tribunales con el exgobernador como parte ofendida por alguien que (ver para creer) resultó aún más sinvergüenza.
Intermediario que, por cierto, tuvo entre sus clientes a personajes como RODOLFO ECHEVERRÍA y FAUSTO ZAPATA, entre otros.
Historia que conoce bien el exdiputado panista JORGE ANGEL CAMARGO y puede ser consultada en el semanario PROCESO, haciendo “clic” en la siguiente dirección: <https://goo.gl/EsXnHk>
El saqueo, pues, no es de ahora. Lo novedoso es que se investigue, persiga y empiece a dar resultados.