Los medios de este lunes citan que la justicia italiana, en casos así (cuando más de una nación reclama al detenido) otorga prioridad al gobierno que sea capaz de documentar aquellas faltas que supongan penas más graves.
Ello, en el caso de que el acusado sea en verdad culpable de todo aquello por lo cuál se le persiguió, capturó y hoy le acusan. Y que además se lo puedan comprobar, lo cuál está por verse.
En tal caso, de venir a México le esperarían penas hasta por veinte años de prisión. Al norte del río Bravo serían dos cadenas perpetuas.
Necesario es insistir. Para ello necesitarían los fiscales de aquí y allá tener en sus manos un expediente bien armado y sin fisuras. Lo cuál es más factible que ocurra en la Unión Americana.
En México, ya lo sabemos, los casos se arman, parchan, recomponen y la verdad se estira o comprime a conveniencia, con una plasticidad formidable.
Dicen que TOMÁS se cambió de nombre durante su vida en Florencia, aunque por ahí asoma el apellido de su esposa (MORALES) en la identidad superpuesta.
Añaden las crónicas que se sometió a cirugía plástica, pero las fotografías nos muestran el mismo rostro que vimos recorrer Tamaulipas en sus tiempos de gobernante, algunos años, kilos y canas de más.
Observándolo en video, esponjado el pelo, de frente despejada, lentes y gesto adusto, mientras camina con parsimonia junto a sus captores, me recordó a un amigo suyo, el expresidente ZEDILLO.
Arresto atípico, los uniformados esperaron a que terminara de cenar. Lo abordaron luego en una plaza cercana y tras un sencillo saludo que incluyó apretón de manos, el procedimiento quedó consumado.
Ni jalones ni forcejeos. Con la misma tranquilidad lo veremos subir a la patrulla y luego entrar a la estación, enchamarrado, erguido, con la mirada quien sabe dónde.
¡Qué no hubiera dado MARIO VILLANUEVA por ese trato minimalista, en todas y cada una de las etapas que conformaron su accidentado viacrucis, detención, extradición, reingreso a México y (de nueva cuenta) prisión!
Cayó, pues, uno de los tres exgobernadores tamaulipecos señalados por la justicia calderonista desde aquella alerta migratoria que activó una persecución mediática y se convertiría en expediente judicial, en ambos lados de la frontera.
Acaso el más tranquilo de los tres sea el todavía senador MANUEL CAVAZOS, a quien no solo le ayudan los años sino además su gusto por el bajo perfil. Más que gusto, su estilo de vida austero.
De EUGENIO solo sabemos que el proceso sigue abierto de lado americano, aunque (a diferencia de TOMÁS) doña PGR no parece estar interesada en llamarlo a cuentas, por lo menos en la presente administración federal.
El problema del ingeniero HERNÁNDEZ FLORES radica en la corte de Estados Unidos cuya colección de legajos ya merece hoy día el calificativo de “maxiproceso”.
Ahí donde está MÓNICA ROCA y una escalofriante lista de nombres, incluyendo los chicos aquellos del avión que quisieron embarrar al rector ETIENNE. Por cierto, sin conseguirlo, hasta ahora al menos.
Y aunque se trate de dos tradiciones jurídicas distintas (y también dos estilos de ejercer la justicia) si en algo coinciden los procesos en México y Estados Unidos es en su proclividad a la narrativa mediática.
Telenovelas por episodios, con alto rating, defensores y fiscales en papeles estelares, especialistas y peritos desfilando frente a cámaras y micrófonos, más el anecdotario de rigor.
Veremos que nos deparan los medios. Por lo pronto, Tamaulipas repite como escenario de estas andanzas y no necesariamente para bien.