lunes, 7 de marzo de 2016

Guerra psicológica

Cd. Victoria.- La imagen impacta. El grupo de bomberos con equipo y traje de tarea, mangueras, casco, impermeable amarillo, contiene un incendio en un minisuper, una tienda de conveniencia.
Por el ventanal roto y la puerta principal emergen densas bocanadas de humo negro. Hacia el interior destrozos, anaqueles caídos, mercancía regada por el suelo, el caos.
Observe usted, apreciable lector, la mala leche, el manejo mugroso, deleznable, del suceso presentado como noticia. La fotografía subida a FACEBOOK y hecha circular en la red tamaulipeca dice al calce:
-“Ciudad Victoria: queman Oxxo en la colonia Teocaltiche. No se reportan muertos ni lesionados. A los empleados los amagaron y sacaron. Se dice que usaron yogas con gasolina.”
Extrañamente, nada de esto ocurrió. La fotografía procede de un siniestro registrado junto al puerto de Veracruz el 11 de diciembre de 2015. Para ser exactos, en la esquina que conforman las calles Boca del Río y Paseo de las Aves, zona conurbada del municipio jarocho.
Tampoco fue un atentado criminal. Una investigación posterior reveló como probable causa la presencia de niños jugando con lumbre en un baldío cercano.
Pero alguien quiso hacer aparecer el incidente como un presunto ataque delictivo en Ciudad Victoria. Mentiras deliberadas de este corte se elaboran todos los días buscando sembrar pánico, al servicio de intereses por demás oscuros.

REALIDAD DEFORMADA
No podemos cerrar los ojos, sabemos que la capital tamaulipeca está viviendo una escalada de violencia, aunque necesario es insistir que se trata de eventos focalizados.
Situaciones de riesgo de las cuáles se informa con puntualidad y han encontrado respuesta inmediata en las autoridades.
En anteriores columnas he comentado sobre las campañas de miedo y odio. Por mentirosas que sean, tienen impacto real sobre la población.
El viernes pasado muchas aulas se quedaron vacías ante rumores de ataques a centros escolares que, por fortuna, jamás se concretaron.
La pregunta sigue en el aire: ¿Quiénes ganan con esto, a quién conviene sembrar el terror, sin importar el daño causado a familias, a niños que son evacuados de las escuelas por culpa de rumores?
Grande es el desafío que hoy tienen los medios, impresos y electrónicos, así como las instituciones gubernamentales ante casos recurrentes de desinformación calculada.
Decirle a la gente que no todo lo que se publica en Internet es cierto, ni tampoco lo que digan las redes. Que la manipulación existe y abarca todos los ramos de la comunicación social: textos, audios, imagen fija y video.
Peor si se difunde desde voces que por ser anónimas carecen de credibilidad y pierden, por ende, la calidad de fuentes confiables. Sin autor no hay autoridad.

OJOS ABIERTOS
La tecnología facilita las cosas, para bien y para mal. Cualquiera puede descargar una fotografía de escombros proveniente de Bagdad y decir que fue una explosión en Reynosa. O de patrullas carbonizadas en Iguala y asegurar que proceden de Tampico.
De ahí el valor que tiene la fuente en toda nota periodística o incluso en cualquier investigación académica o policial.
Preguntar quién lo dice y qué perfil tiene, indagar si el declarante tuvo cercanía al evento, acceso a datos duros, testimonios sustantivos o documentación digna de análisis.
Solo podremos hablar de una sociedad madura cuando sus integrantes poseen educación, cultura y formación suficientes para deslindar lo real de lo aparente, la noticia del rumor, el trigo de la cizaña.
Auditorios inteligentes, lectores, radioescuchas, televidentes y usuarios de Internet con la suspicacia necesaria para cruzar la información y darse el tiempo de comparar y sopesar cualquier noticia, antes de formarse una opinión concluyente.
Interesante reto.