Cd.
Victoria.- La imagen impacta. El grupo de bomberos con
equipo y traje de tarea, mangueras, casco, impermeable amarillo, contiene un
incendio en un minisuper, una tienda de conveniencia.
Por el ventanal roto y la puerta principal
emergen densas bocanadas de humo negro. Hacia el interior destrozos, anaqueles
caídos, mercancía regada por el suelo, el caos.
Observe usted, apreciable lector, la mala
leche, el manejo mugroso, deleznable, del suceso presentado como noticia. La
fotografía subida a FACEBOOK y hecha circular en la red tamaulipeca dice al
calce:
-“Ciudad Victoria: queman Oxxo en la
colonia Teocaltiche. No se reportan muertos ni lesionados. A los empleados los
amagaron y sacaron. Se dice que usaron yogas con gasolina.”
Extrañamente, nada de esto ocurrió. La
fotografía procede de un siniestro registrado junto al puerto de Veracruz el 11
de diciembre de 2015. Para ser exactos, en la esquina que conforman las calles
Boca del Río y Paseo de las Aves, zona conurbada del municipio jarocho.
Tampoco fue un atentado criminal. Una
investigación posterior reveló como probable causa la presencia de niños
jugando con lumbre en un baldío cercano.
Pero alguien quiso hacer aparecer el
incidente como un presunto ataque delictivo en Ciudad Victoria. Mentiras
deliberadas de este corte se elaboran todos los días buscando sembrar pánico,
al servicio de intereses por demás oscuros.
REALIDAD
DEFORMADA
No podemos cerrar los ojos, sabemos que la
capital tamaulipeca está viviendo una escalada de violencia, aunque necesario es
insistir que se trata de eventos focalizados.
Situaciones de riesgo de las cuáles se informa
con puntualidad y han encontrado respuesta inmediata en las autoridades.
En anteriores columnas he comentado sobre las
campañas de miedo y odio. Por mentirosas que sean, tienen impacto real sobre la
población.
El viernes pasado muchas aulas se quedaron
vacías ante rumores de ataques a centros escolares que, por fortuna, jamás se
concretaron.
La pregunta sigue en el aire: ¿Quiénes
ganan con esto, a quién conviene sembrar el terror, sin importar el daño causado
a familias, a niños que son evacuados de las escuelas por culpa de rumores?
Grande es el desafío que hoy tienen los
medios, impresos y electrónicos, así como las instituciones gubernamentales
ante casos recurrentes de desinformación calculada.
Decirle a la gente que no todo lo que se
publica en Internet es cierto, ni tampoco lo que digan las redes. Que la
manipulación existe y abarca todos los ramos de la comunicación social: textos,
audios, imagen fija y video.
Peor si se difunde desde voces que por ser
anónimas carecen de credibilidad y pierden, por ende, la calidad de fuentes
confiables. Sin autor no hay autoridad.
OJOS
ABIERTOS
La tecnología facilita las cosas, para bien
y para mal. Cualquiera puede descargar una fotografía de escombros proveniente
de Bagdad y decir que fue una explosión en Reynosa. O de patrullas carbonizadas
en Iguala y asegurar que proceden de Tampico.
De ahí el valor que tiene la fuente en toda
nota periodística o incluso en cualquier investigación académica o policial.
Preguntar quién lo dice y qué perfil tiene,
indagar si el declarante tuvo cercanía al evento, acceso a datos duros,
testimonios sustantivos o documentación digna de análisis.
Solo podremos hablar de una sociedad madura
cuando sus integrantes poseen educación, cultura y formación suficientes para deslindar
lo real de lo aparente, la noticia del rumor, el trigo de la cizaña.
Auditorios inteligentes, lectores,
radioescuchas, televidentes y usuarios de Internet con la suspicacia necesaria
para cruzar la información y darse el tiempo de comparar y sopesar cualquier
noticia, antes de formarse una opinión concluyente.
Interesante reto.