Cd.
Victoria.- Entre el asco, la risa y el oprobio, el
mundo se espantó hace algunas décadas cuando vio al desaparecido líder iraní,
el ayatolá JOMEINI, prohibir a sus seguidores beberse el agua de las lavativas
en días santos (subrayando, además, que solo en días santos).
Lo cuál de alguna manera me recordó cierto
letrero apócrifo observado por el autor de estas líneas en una oficina policial
de la capital mexicana (plaza Tlaxcoaque) que amenazaba con castigos severos a
quienes pusieran la planta de sus zapatos… ¡En el techo!
Queriendo calmarme, un amigo de edad
bastante mayor me acabó de inquietar al decir, a manera de pregunta que se
responde a sí misma: “¿qué te preocupa?, si lo prohíben es porque alguien lo
hace.”
Un estremecimiento similar sentí este lunes
cuando leí que el servicio secreto estadounidense impediría a los representantes
republicanos llevar armas a la convención de Cleveland, donde será electo su
candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Acaso para emular a JOMEINI solo habría
faltado deslindar calibres y precisar si la regla incluye granadas de mano y
gases lacrimógenos.
O aclarar a los delegados si el cucurucho
de Ku Klux Klan debe quedarse en el lobby o podrán doblarlo bajo el brazo para ser
usado durante los lapsos de descanso.
LA
TRASTIENDA
La barbarie imperial tiene hoy día en
DONALD TRUMP a un exponente preclaro, aunque quienes se escandalizan y lo
incluyen en la mexicana quema de JUDAS olvidan que la locura ha sido una
constante en todos los procesos de elección primaria, por ambos partidos.
La diferencia es que antaño los aspirantes
excéntricos, los que prometían expulsar a negros y latinos, derogar todos los
impuestos o bombardear Moscú si el voto les favorecía, rápidamente quedaban
fuera de las competencias internas.
Los adversarios extravagantes fueron
siempre la nota de color, eran la comidilla, nunca el plato principal. El
exotismo ponía sal y pimienta a las primarias pero jamás había avanzado más
allá del plano anecdótico.
Lo preocupante es que ahora ganen. Que se
presenten como opciones viables, factibles, reales.
La reflexión es esta. Por brutal que
parezca, el señor TRUMP está diciendo algo que millones de votantes blancos querían
escuchar.
El problema (y verdadero peligro) no es el rubicundo
señor de los cabellos largos y desusadamente sedosos, sino los millones de
seguidores que lo hicieron posible, con dinero y votos.
DONALD es el alter ego de los políticos
tradicionales, la bestia peluda que mucha gente educada en Princeton y Harvard carga
adentro.
Grita a voz en cuello lo que no pocos demócratas
y republicanos habrían querido decir o, por corrección política, comentan solo en
voz baja.
Es la voz de la población original
anglosajona, blanca y protestante que está siendo desbancada por grupos
migrantes de todo el mundo. Rusos en Nueva York, cubanos en Florida, chinos en
California y mexicanos en todas partes.
¿Y
NOVIEMBRE?
La buena noticia es que su virtual
competidora demócrata HILLARY CLINTON le lleva 14 puntos de ventaja en las
encuestas. Eso ya tranquiliza un poco.
Y, bueno, salvo que algo inesperado y muy
malo manchara la imagen de la señora CLINTON, todo indica que no solamente
derrotará a su atribulado rival sino que (mejor todavía) podría propinar una
paliza histórica al Partido Republicano.
Se diría que no solo HILLARY sino (en
general) todo el proyecto demócrata de los años recientes necesita de una
ventaja amplia para sacar adelante las reformas sociales que han visto frenadas
en ambas cámaras.
Entre ellas el viejo sueño de JAMES CARTER
y BILL CLINTON que tampoco pudo lograr BARACK OBAMA. Un sistema de salud
universal que abarque a todos los estratos sociales, empezando por los más
pobres.