martes, 29 de marzo de 2016

El país de Trump

Cd. Victoria.- Entre el asco, la risa y el oprobio, el mundo se espantó hace algunas décadas cuando vio al desaparecido líder iraní, el ayatolá JOMEINI, prohibir a sus seguidores beberse el agua de las lavativas en días santos (subrayando, además, que solo en días santos).
Lo cuál de alguna manera me recordó cierto letrero apócrifo observado por el autor de estas líneas en una oficina policial de la capital mexicana (plaza Tlaxcoaque) que amenazaba con castigos severos a quienes pusieran la planta de sus zapatos… ¡En el techo!
Queriendo calmarme, un amigo de edad bastante mayor me acabó de inquietar al decir, a manera de pregunta que se responde a sí misma: “¿qué te preocupa?, si lo prohíben es porque alguien lo hace.”
Un estremecimiento similar sentí este lunes cuando leí que el servicio secreto estadounidense impediría a los representantes republicanos llevar armas a la convención de Cleveland, donde será electo su candidato a la presidencia de Estados Unidos.
Acaso para emular a JOMEINI solo habría faltado deslindar calibres y precisar si la regla incluye granadas de mano y gases lacrimógenos.
O aclarar a los delegados si el cucurucho de Ku Klux Klan debe quedarse en el lobby o podrán doblarlo bajo el brazo para ser usado durante los lapsos de descanso.

LA TRASTIENDA
La barbarie imperial tiene hoy día en DONALD TRUMP a un exponente preclaro, aunque quienes se escandalizan y lo incluyen en la mexicana quema de JUDAS olvidan que la locura ha sido una constante en todos los procesos de elección primaria, por ambos partidos.
La diferencia es que antaño los aspirantes excéntricos, los que prometían expulsar a negros y latinos, derogar todos los impuestos o bombardear Moscú si el voto les favorecía, rápidamente quedaban fuera de las competencias internas.
Los adversarios extravagantes fueron siempre la nota de color, eran la comidilla, nunca el plato principal. El exotismo ponía sal y pimienta a las primarias pero jamás había avanzado más allá del plano anecdótico.
Lo preocupante es que ahora ganen. Que se presenten como opciones viables, factibles, reales.
La reflexión es esta. Por brutal que parezca, el señor TRUMP está diciendo algo que millones de votantes blancos querían escuchar.
El problema (y verdadero peligro) no es el rubicundo señor de los cabellos largos y desusadamente sedosos, sino los millones de seguidores que lo hicieron posible, con dinero y votos.
DONALD es el alter ego de los políticos tradicionales, la bestia peluda que mucha gente educada en Princeton y Harvard carga adentro.
Grita a voz en cuello lo que no pocos demócratas y republicanos habrían querido decir o, por corrección política, comentan solo en voz baja.
Es la voz de la población original anglosajona, blanca y protestante que está siendo desbancada por grupos migrantes de todo el mundo. Rusos en Nueva York, cubanos en Florida, chinos en California y mexicanos en todas partes.

¿Y NOVIEMBRE?
La buena noticia es que su virtual competidora demócrata HILLARY CLINTON le lleva 14 puntos de ventaja en las encuestas. Eso ya tranquiliza un poco.
Y, bueno, salvo que algo inesperado y muy malo manchara la imagen de la señora CLINTON, todo indica que no solamente derrotará a su atribulado rival sino que (mejor todavía) podría propinar una paliza histórica al Partido Republicano.
Se diría que no solo HILLARY sino (en general) todo el proyecto demócrata de los años recientes necesita de una ventaja amplia para sacar adelante las reformas sociales que han visto frenadas en ambas cámaras.
Entre ellas el viejo sueño de JAMES CARTER y BILL CLINTON que tampoco pudo lograr BARACK OBAMA. Un sistema de salud universal que abarque a todos los estratos sociales, empezando por los más pobres.