Cd.
Victoria.- Tiene mar de fondo el renovado ímpetu de
los medios nacionales para recordar los pecados de la profesora ELBA ESTHER
GORDILLO, depuesta reina del SNTE y su expresión partidista, el PANAL.
Los enumeran de nuevo, del gasto al gusto,
refrescando con ello la memoria colectiva, en un tono que por momentos se
antoja reiterado y hasta didáctico.
Apurado afán, recordarle a la gente por qué
está ahí la chiapaneca. Los excesos de su fortuna, aquellos derroches en Neiman
Marcus, sus propiedades (una veintena) en la capital mexicana, amen de las dos
residencias en Isla Coronado, junto a la bahía de San Diego, California.
Todas esas historias parecen reverdecer
como si un túnel del tiempo nos devolviera a febrero de 2013, cuando la PGR
detuvo a la señora GORDILLO en el aeropuerto de la capital mexiquense.
Inquietud mediática que, en efecto, obedece
a una lógica y merece atención puntual.
Y es que en los últimos meses, litigantes y
amigos de la maestra han buscado apelar a la compasión colectiva, ya no por
justicia sino por gracia.
Lo cuál, en un país como México (de
sentimientos atávicos y memoria corta) equivale a victimizarla para pedir su
indulto o (al menos) la prisión domiciliaria.
La quieren libre por la vía de la
indulgencia y emplean para ello tres argumentos de cierto impacto…
(1) Su precaria salud pues, según el
diagnóstico alarmista de los médicos, la dama tendría ¡diez enfermedades!, casi
para el libro Guinness.
(2) La edad (71 años) dato que antes de su captura
difícilmente revelaría y hoy asoma como asunto central. Quien le diría a esta enemiga
tenaz del padre tiempo, emperatriz del botox y el colágeno, que el tiempo mismo
sería una coartada a su favor.
(3) El lamentable deceso de su hija, la
senadora MÓNICA ARRIOLA, sin duda doloroso. Tema sensible, poco hay que añadir
a una pena de dicha magnitud, por principio, digna de todo respeto.
RESISTENCIA
OFICIAL
En respuesta, el mensaje del sistema ha
sido claro. Y se filtra a través de notas, editoriales y hasta caricaturas. Se
multiplica en redes.
Inflexibilidad, mire usted, que no parece hija
del encono. Decisión fría, más bien, que obedece al sentido común, la sensatez,
la prudencia.
La señora es un costal de mañas. Nada
garantiza que, pese a los presuntos achaques y dolencias morales, recupere al
salir aquella altivez (de todos) conocida.
Que una vez instalada en su casa, los males
se evaporen y empiece a manejar los hilos atrás de la cortina, como es su
celestial gusto.
La resistencia oficial a concederle espacios
representa, en buena medida, un reconocimiento tácito a su notable capacidad
como operadora política que le permitió gobernar al magisterio durante 24 años.
Fuerte su temperamento, duro, indoblegable.
Mueve gente, ordena, dispone, atropella, incluso. Agrio el rictus, furibunda la
mirada, perseverante en sus decisiones, fiel a sus rencores.
Y algo que conviene subrayar. La excesiva
indulgencia que tiene consigo misma sería además una alerta roja.
Incapaz de reconocer excesos y errores, la
profesora sostiene su posición de mujer agraviada. No le hemos visto asumir responsabilidad
alguna.
La ausencia de una mínima autocrítica y sus
resabios contra el gobierno de la reforma educativa nos indican que la señora seguirá
siendo por buen tiempo una adversaria de cuidado.
Mientras no le baje dos rayitas a su
orgullo, habrá elementos para pensar que, en caso de salir (aunque fuera al
domicilio) buscaría el camino gradual de la revancha.
Y, la verdad, ni el horno está para bollos
ni el horizonte nacional necesita más tensiones de las que (de por sí) se acumulan,
con una economía impactada por la debacle petrolera y una actividad criminal que
no cede en los términos deseados.