Cd.
Victoria.- El primer escalón de gobierno, el
municipal, parece reunir las mejores condiciones de acceso a las candidaturas
independientes, por la cercanía física que tiene con el votante.
Y por ser el único de los tres niveles
donde el ejecutivo y la asamblea a la cuál rinde cuentas (el cabildo) se eligen
juntos, en planilla.
Lo cuál otorga a quien gana una estratégica
cuota de gobernabilidad por pertenecer a su equipo quienes habrán de fiscalizar
y sancionar el ejercicio cotidiano del poder.
Un edil independiente puede operar sin
partido, con el respaldo razonado de quienes en buena medida escogió para ser
votados en la misma boleta y urna.
No ocurre así con gobernadores y
presidentes de la nación, cuyos congresos se eligen aparte y donde la ausencia
de una estructura partidista los colocaría en posición muy vulnerable.
De llegar solos, carecerán de bancada propia
capaz de apoyar iniciativas de ingresos y egresos, defender cuentas públicas, promover
iniciativas y sacar adelante reformas.
Los alcaldes pueden transitar ese camino de
manera independiente porque buena parte de la comuna fue seleccionada con su
anuencia.
No ocurre así con los gobernadores y el
mejor ejemplo es JAIME RODRIGUEZ, el Bronco, en Nuevo León.
Gobierna sin bancada ni alcaldes
comprometidos con su causa por la vía de la lealtad partidista. Sus
dificultades (inmensas) están hoy a la vista.
UN
CASO EJEMPLAR
Cabe preguntar que ocurriría si en 2018
llegase a Palacio Nacional un independiente, posibilidad remota. El primer ejemplo
que se me ocurre es Perú bajo ALBERTO FUJIMORI en 1990.
Agrónomo de profesión, candidato ciudadano,
sin partido y al frente de un pequeño movimiento (Cambio 90) el triunfo de
FUJIMORI fue fruto de la coyuntura.
Por principio, la desconfianza ciudadana
hacia la polarización rabiosa entre el oficialista APRA de centro izquierda que
abanderaba al economista LUIS ALVA CASTRO y el Frente Democrático, una
coalición de derecha cuyo candidato era el escritor MARIO VARGAS LLOSA.
Benefició a FUJIMORI el mecanismo de
segunda vuelta (inexistente en México) que obliga a repetir la votación entre
los dos principales contendientes, si ninguno alcanza mayoría en la primera
ronda.
También ayudó el desprestigio del APRA. Su
mandatario saliente ALAN GARCÍA enfrentaba una severa crisis económica, por lo
cuál sufriría el riguroso voto de castigo al quedar su delfín ALVA CASTRO en
tercer lugar.
Es así como un desconocido con el modesto
20% del voto logra colarse a la recta final para enfrentar a un VARGAS LLOSA
que al principio parecía invencible.
Eliminado de la competencia, el APRA decide
apoyar a FUJIMORI para meter zancadilla a su adversario histórico, la alianza
conservadora y su novelista estrella.
De pronto Perú se vio gobernado por un
profesor con un novedoso proyecto de reformas pero sin partido ni congreso.
Solitario en el cargo, con un gabinete de
novatos, FUJIMORI verá fracasar una y otra vez sus iniciativas ante un
parlamento por completo ajeno y hostil.
Eligió entonces el camino del
autoritarismo. En abril de 1992, a dos años de llegar al cargo, decide disolver
el Congreso y gobernar de facto.
En los siguientes meses impone por decreto
sus iniciativas económicas mientras organiza a toda velocidad una fuerza
política propia, capaz de apoyarlo en ulteriores comicios.
Hombre sin partido en busca de partido, al
paso del tiempo consolidaría un espacio político propio para imponerse en
sucesivas reelecciones hasta el año 2000.
Su final fue triste. Depuesto ese año por
el congreso, hoy purga sentencias acumuladas por cuantiosos escándalos de
corrupción y actos de represión que incluían el asesinato de opositores. Se
había convertido en dictador.