miércoles, 2 de marzo de 2016

Con y sin partido

Cd. Victoria.- El primer escalón de gobierno, el municipal, parece reunir las mejores condiciones de acceso a las candidaturas independientes, por la cercanía física que tiene con el votante.
Y por ser el único de los tres niveles donde el ejecutivo y la asamblea a la cuál rinde cuentas (el cabildo) se eligen juntos, en planilla.
Lo cuál otorga a quien gana una estratégica cuota de gobernabilidad por pertenecer a su equipo quienes habrán de fiscalizar y sancionar el ejercicio cotidiano del poder.
Un edil independiente puede operar sin partido, con el respaldo razonado de quienes en buena medida escogió para ser votados en la misma boleta y urna.
No ocurre así con gobernadores y presidentes de la nación, cuyos congresos se eligen aparte y donde la ausencia de una estructura partidista los colocaría en posición muy vulnerable.
De llegar solos, carecerán de bancada propia capaz de apoyar iniciativas de ingresos y egresos, defender cuentas públicas, promover iniciativas y sacar adelante reformas.
Los alcaldes pueden transitar ese camino de manera independiente porque buena parte de la comuna fue seleccionada con su anuencia.
No ocurre así con los gobernadores y el mejor ejemplo es JAIME RODRIGUEZ, el Bronco, en Nuevo León.
Gobierna sin bancada ni alcaldes comprometidos con su causa por la vía de la lealtad partidista. Sus dificultades (inmensas) están hoy a la vista.

UN CASO EJEMPLAR
Cabe preguntar que ocurriría si en 2018 llegase a Palacio Nacional un independiente, posibilidad remota. El primer ejemplo que se me ocurre es Perú bajo ALBERTO FUJIMORI en 1990.
Agrónomo de profesión, candidato ciudadano, sin partido y al frente de un pequeño movimiento (Cambio 90) el triunfo de FUJIMORI fue fruto de la coyuntura.
Por principio, la desconfianza ciudadana hacia la polarización rabiosa entre el oficialista APRA de centro izquierda que abanderaba al economista LUIS ALVA CASTRO y el Frente Democrático, una coalición de derecha cuyo candidato era el escritor MARIO VARGAS LLOSA.
Benefició a FUJIMORI el mecanismo de segunda vuelta (inexistente en México) que obliga a repetir la votación entre los dos principales contendientes, si ninguno alcanza mayoría en la primera ronda.
También ayudó el desprestigio del APRA. Su mandatario saliente ALAN GARCÍA enfrentaba una severa crisis económica, por lo cuál sufriría el riguroso voto de castigo al quedar su delfín ALVA CASTRO en tercer lugar.
Es así como un desconocido con el modesto 20% del voto logra colarse a la recta final para enfrentar a un VARGAS LLOSA que al principio parecía invencible.
Eliminado de la competencia, el APRA decide apoyar a FUJIMORI para meter zancadilla a su adversario histórico, la alianza conservadora y su novelista estrella.
De pronto Perú se vio gobernado por un profesor con un novedoso proyecto de reformas pero sin partido ni congreso.
Solitario en el cargo, con un gabinete de novatos, FUJIMORI verá fracasar una y otra vez sus iniciativas ante un parlamento por completo ajeno y hostil.
Eligió entonces el camino del autoritarismo. En abril de 1992, a dos años de llegar al cargo, decide disolver el Congreso y gobernar de facto.
En los siguientes meses impone por decreto sus iniciativas económicas mientras organiza a toda velocidad una fuerza política propia, capaz de apoyarlo en ulteriores comicios.
Hombre sin partido en busca de partido, al paso del tiempo consolidaría un espacio político propio para imponerse en sucesivas reelecciones hasta el año 2000.
Su final fue triste. Depuesto ese año por el congreso, hoy purga sentencias acumuladas por cuantiosos escándalos de corrupción y actos de represión que incluían el asesinato de opositores. Se había convertido en dictador.