miércoles, 30 de marzo de 2016

AMLO, recetario

Cd. Victoria.- El tabasqueño ANDRES MANUEL LÓPEZ OBRADOR recorre de nuevo el horizonte tamaulipeco ahora con la bandera de la alternancia, detalle que merece atención.
Ciertamente, no es MORENA la única trinchera que pregona tal demanda. Es canto recurrente entre hombres como PACO CABEZA, GUSTAVO CÁRDENAS y el señor CHAVIRA.
La duda es cuán realista puede ser AMLO al reclamar para tu partido (MORENA) los favores del cambio democrático. Lo cuál significa que fuerzas distintas gobiernen, de una a otra administración local, estatal o federal.
Siendo francos, el obradorismo carece de estructura en Tamaulipas y marcha muy por debajo de proyectos mejor encaminados como los de CABEZA y CÁRDENAS.
He aquí la paradoja, MORENA tiene en la entidad un candidato creíble como es el reynosense HECTOR MARTÍN GARZA.
Aunque ocurre que todo el andamiaje de dicho partido se encuentra en estado peor que larvario, elemental.
Recién llegados apenas al circuito de los partidos nacionales, carecen de estructura, militancia, clientela. Podríamos hablar de células, algunas animosas, otras entusiasmadas, mínimas siempre.
Quien lo dude se puede asomar a los porcentajes alcanzados por MORENA en los comicios de Nuevo León o Colima. No pintan.
Y por esta falta de coherencia grupal, el peso de la fajina electoral recae en el candidato mismo, HECTOR MARTÍN y su círculo cercano, lo cuál es insuficiente.

LA MISMA CANCIÓN
El problema es que su líder ANDRES MANUEL recorre las provincias mexicanas en “plan chilango”. Esto es, con la visión cuadrada del altiplano que predica por sistema desde su dispensario de frases hechas y con ignorancia plena de la realidad local.
Pontifica sin saber y, algo peor, tiene por regla darse por ganado donde quiera que aterrice. Jamás se toma la molestia de checar los sondeos nativos, antes de arrogarse funciones de profeta.
Ingrata manera de preparar el camino para fundar el reclamo ante cualquier derrota. Su nicho de mercado es la imagen atávica y muy mexicana del campeón sin corona, como aquel legendario PEPE, el “Toro”.
Una y otra vez, en 2006, 2012 y (todo indica) en 2018, la consigna previamente imaginada como destino fatal será la de “luchamos como nunca, nos robaron como siempre.”
Apriorístico, ajeno a los datos de la experiencia, LÓPEZ OBRADOR tiene un guión preconcebido, fórmulas aplicables para toda ocasión.
Su lógica es terminal. Cuando gana, los comicios fueron justos, democráticos. La victoria demuestra de manera fehaciente su justificación histórica.
Por igual, el resultado adverso le estará dando la razón. Si pierde será porque una mano infame, tenebrosa, se alargó desde la oligarquía nacional para malograr su destino.

VÍCTIMA RECURRENTE      
Con el martirologio como discurso, proclama una superioridad moral que se asume peligrosa para el sistema. De taclearlo se encargan, por principio, los ricos, los empoderados, de SALINAS a PEÑA, pasando por FOX y CALDERÓN.
Lo celan los “camajanes”, lo entrampan los engañadores que de muchas maneras se las ingenian para cerrarle el camino y arruinar sus planes de redención social.
Jamás se concede tiempo para elaborar diagnósticos realistas, cotejar datos duros, sólidos, imparciales, sobre el estado que guardan las fuerzas políticas en cada estado, municipalidad, región o comarca.
De entrada pone en circulación esos argumentos que supone de validez universal, lo mismo si está en su natal Macuspana que si desembarca en Tijuana, Mérida, Acapulco o Tampico.
En algún lado le aguarda el complot, le espera el boicot, la componenda adversa, la conspiración. En la orilla opuesta se encuentra él, con el pueblo por respaldo, sustentado en una pureza que no admite discusión.
El mismo discurso de 2006, pero diez años después.