Así podría ser citada en tesis
académicas y foros internacionales que en las próximas décadas ofrezcan el
recuento sobre la violencia delictiva contra migrantes centro y sudamericanos
en el noreste mexicano durante la primera mitad del siglo 21.
Sin embargo, llevando la lupa al lugar
de los hechos y tras consultar milimétricamente Google Maps y su aplicación
auxiliar Street View (adaptada, en este caso, como Road View) descubrimos que el
kilómetro 75, donde ocurrió el levantón del pasado jueves, se ubica en la
municipalidad de Reynosa.
Por supuesto, muy cerca de los límites
con su vecino San Fernando, amén de que el autobús cruzó por ahí en tránsito regular
proveniente de Tampico.
Aunque en este mundo nuestro de la
postverdad, la verdad relativa y la subjetividad reinante, ayer mismo nos decía
el diario EXCELSIOR que el rapto habría ocurrido en el kilómetro 79 de la
carretera Matamoros-Reynosa.
Ande usted, de sopetón nos cambiaron el asunto
a la zona ribereña. Lamentable pifia, multiplicada por dos cuando es puesta en
boca del Secretario de Seguridad ALFONSO DURAZO.
Inexactitud que (por cierto) DURAZO nunca
dijo. Culpa será de esos míticos duendes que habitan en las redacciones y se
divierten cocinando erratas.
VOCES
DISPERSAS
Y bueno, el tropezón que (este sí)
cometieron los voceros de la autoridad federal durante la jornada del martes, se
relaciona con el número de víctimas.
Para ANDRÉS MANUEL son 22, dice DURAZO que
19, pero luego viene el “Tata” ALEJANDRO ENCINAS y nos sale con 44, al añadir incidentes
previos de similar catadura, relativos todos a la frontera tamaulipeca,
recientes, delincuenciales, graves y sin esclarecer.
Y las ambigüedades se prolongan…
No hay denuncia registrada del caso, si
hay denuncia registrada del caso, la verdad según quien la diga.
Otra fuente dirá que sí hubo y ocurrió
el mismo día, como un pedido de alerta al C-4 de Reynosa, pero los patrulleros
se apersonaron al kilómetro 75 (y aledaños) y como nada encontraron (ni modo
que los estuvieran esperando) se regresaron con la misma.
Luego se dice que tampoco hubo violencia
(lea usted la explicación) porque los encapuchados eligieron uno a uno a los
migrantes y estos jamás opusieron resistencia. Tutti felici, tutti contenti.
Órale, ¿estaban de acuerdo víctimas y
victimarios?
Más misterios sin resolver…
¿Escoltaban o no policías federales al autobús
de migrantes?
La respuesta es “sí” en Tamaulipas,
dicen “no” en la capital mexicana.
¿Era corrida normal de TRANSPAÍS o
corrida especial fletada por los centroamericanos en tránsito a la Unión
Americana?
Queda la duda porque, de haber sido
rentado el autobús para un mismo propósito, (ojo) todos sus ocupantes (a
excepción del chofer) habrían sido secuestrados, sin distingos…
Pero resulta que sí hubo distingos, pues
la mitad de la gente siguió su camino hasta la central camionera de Reynosa.
Comentario que me hace un abogado…
¿Por qué el chofer prosiguió su ruta en
lugar de reportar el incidente desde el lugar mismo de los hechos o algún
poblado cercano ante el AMP federal, como era su obligación, tratándose de un
asalto cometido en una rúa nacional?
No lo hizo y esa prisa por retomar el
camino para entregar (lo que quedaba de) sus pasajeros, complica hoy las investigaciones.
Entre otras cosas, impidió con ello que
la policía pudiera interrogar a los sobrevivientes en busca de pistas sobre los
migrantes raptados.
Por lo demás, en el (timorato y tardío) comunicado
de TRANSPAÍS dicen haber presentado una denuncia en tiempo y forma.
Pero el gobierno estatal les respondió el
mismo lunes que nada sabía de dicho reporte.
ENTORNO
AMPLIO
Por igual, la administración tamaulipeca
señala haber denunciado incidentes violentos en las líneas de autotransporte
que cruzan territorio estatal, sin encontrar respuesta oportuna ni adecuada en el
gobierno de la República.
Existe, en efecto, un elemento de orden contextual
que, sin duda, ayuda a entender mejor este fenómeno de violencia creciente
contra pasajeros en Tamaulipas.
El trato misericordioso que el gobierno
de la Cuarta Transformación está brindando a las caravanas de migrantes parece
haber estimulado el flujo de centroamericanos en tránsito hacia el sueño yanqui.
La marabunta se sintió al principio en
las rutas del Pacífico y ahora está impactando la vertiente del Golfo, cuya plataforma
de salida es (nada menos que) Tamaulipas.
Se dispara el número de migrantes y con
ello (1) aumenta el negocio para quienes lucran con ellos, (2) se vuelve mayor
el celo por pago de peaje en los territorios bajo control delictivo, (3) la violencia
escala a lo largo de las rutas, particularmente (4) en el tramo final.
Y todo ello nos lleva a pensar que, sin
un acuerdo firme, sólido y de confianza mutua entre estado y federación, es bastante
real el riesgo de enfrentar tragedias regionales, como aquellas que impactaron
al mundo entre 2010 y 2011. Señales de tormenta, sin duda sombrías, de nueva
cuenta en año electoral.