Cd.
Victoria, Tam. El presidente LÓPEZ
OBRADOR parece urgido de un diagnóstico realista, una interpretación rigurosa
de lo que representan esos 30 millones de votos cosechados el verano pasado.
Por principio, peca de confiado (o de
ingenuo) si cree que tan abultado número le otorga un cheque en blanco para
disponer libremente de la cosa pública, sin sufrir las consecuencias.
Los pormenores del 2018 están vigentes hoy
más que nunca. Son referencia obligada y (en consecuencia) materia de análisis.
Origen y naturaleza del voto ganador, sus componentes esenciales.
Por principio, derrotó AMLO a dos
candidatos menos que mediocres, ínfimos, desacreditados, como son el autócrata RICARDO
ANAYA y el aspirante híbrido PEPE TOÑO MEADE.
En un bando, ANAYA mintió, engaño, desplazó
a sus compañeros de partido para apropiarse de la candidatura sin mediar
competencia interna. Los panistas más consecuentes le dieron la espalda.
Por otro, MEADE resultó un caro capricho
de ENRIQUE PEÑA NIETO, quien reformó los estatutos del PRI para hacerlo
candidato sin ser militante y sin importar que haya servido en los gabinetes de
CALDERÓN y FOX. Los priístas nunca lo hicieron suyo.
El resultado es que jamás levantaron
estas candidaturas frente al abanderado de izquierda que competía por tercera
vez. Corredor con un conocimiento envidiable del territorio nacional, experiencia
política y colmillo electoral que le permitieron superar (de calle, por
descontón) a sus inexpertos, neófitos, candorosos adversarios.
Se añade a ello que el propio ANDRÉS
MANUEL se preocupó por incorporar a panistas y priístas en sus filas, para
mandar un mensaje de que podría gobernar con todos y para todos.
VOLUNTAD
HETERODOXA
El resultado lo sabemos. Un triunfo avasallador
en ambos poderes, ejecutivo y legislativo, que sin duda es la suma y mixtura de
convencidos con resentidos.
Se amalgamó el voto duro obradorista con
millones de inconformes que se inclinaron hacia un apoyo razonado, con la
lógica del mal menor, supeditado claramente a resultados.
Difícil calcular hoy que proporción de dichos
sufragios fueron simpatizantes de última hora, antiguos malquerientes que votaron
por las fórmulas de MORENA en protesta por la infame oferta del PRI y el PAN.
Gente inconforme con las chapucerías de
ANAYA y la pequeñez de MEADE. Votantes enojados por los escándalos de
corrupción que marcaron a PEÑA y tampoco olvidaban la guerra de CALDERÓN ni las
traiciones de VICENTE FOX.
Y, mire usted, el tabasqueño se
catapultó impulsado por un conjunto de eventos de orden coyuntural, afortunados
para MORENA, aunque difíciles de repetir. Se diría que las circunstancias se
alinearon como nunca, en bien de su candidatura.
Lo cual está muy lejos de representar un
capital político seguro en el mediano o largo plazos. Se trata de un apoyo transitorio,
que puede tornarse efímero, evaporarse en un número importante, si el gobierno
de la 4T se aparta de las expectativas sembradas en campaña.
El gozo podría irse al pozo si este
gobierno se confía, descuida clientelas, incumple promesas, pospone reformas, toma
decisiones cuestionables, se envanece o insiste en arrebatos y chifladuras
discursivas que incomodan al votante.
Por ello importa entender los resultados
de julio pasado y también su pluralidad de motivos. Habrá quienes hayan
otorgado su apoyo a LÓPEZ OBRADOR por simpatizar con la defensa de la soberanía
energética, pero no les gusta la cancelación del nuevo aeropuerto ni el
proyecto del tren maya.
O sufragaron por MORENA porque
simpatizan con la propuesta de mejorar sustantivamente los salarios mínimos,
pero les parece exótico el programa de becarios.
Gente que otorga una gran importancia a
la lucha contra la corrupción, pero hoy se siente desilusionada con el perdón
generalizado del que gozan expresidentes y exfuncionarios vinculados a los
grandes saqueos del pasado inmediato como la “Estafa Maestra”, entre otros.
Ciudadanos que aplauden la creación de la
Guardia Nacional, pero les disgusta la complacencia excesiva del gobierno
mexicano ante los desplantes de DONALD TRUMP y las arbitrariedades de NICOLÁS
MADURO.
O quienes piensan que la democratización
sindical es una magnífica idea pero les incomoda que nadie toque a CARLOS
ROMERO DESCHAMPS, que el cacique minero NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA haya sido
premiado con una senaduría y ELBA ESTHER GORDILLO ande libre y atizando la hoguera
de un nuevo partido.
RECLAMO
INDIGENISTA
No se votó, pues (para usar una frase de
JORGE CASTAÑEDA) por “la enchilada completa”. Esos 30 millones de sufragios se armaron
con simpatizantes parciales, en distintos rubros de la oferta obradorista.
Sin olvidar al mexicano que (así, sin
más) cruzó el círculo de MORENA en las boletas, bajo el argumento franco y muy
válido de estar “harto del PRIAN”.
De aquí la volatilidad del apoyo, su carácter
temporal y (perdón que insista) condicionado a resultados, cumplimiento
razonado de expectativas, seriedad, madurez, sensatez, congruencia.
Por esto causa hoy tanta desazón la
tormenta diplomática que hoy afecta a las relaciones de México con España, por
un reclamo presidencial que (a todas luces, por elemental dignidad) ningún rey,
ni pontífice vaticano podrían tomar en serio.
O en todo caso, no sería AMLO el más
indicado para andar tramitando esas cosas. El tema es magnífico para las
autoridades de cultura o asuntos indigenistas, los grupos parlamentarios de
MORENA en la Cámara Baja o el Senado, plataformas de intelectuales, artistas,
escritores y académicos.
Al presidente le sienta mal tratar de
manera tan personal tales asuntos que solamente brindan argumentos poderosos a
sus malquerientes. De su ronco pecho y sin medir consecuencias.
Por el lado que la vean es pésima
diplomacia. Un alud de “memes”, caricaturas, comentarios burlones en medios
impresos y electrónicos le dio la vuelta a México y al mundo, incluyendo a la
opinión pública española.
De nueva cuenta, forma y fondo. La
bondad de un propósito no justifica tan lamentable desparpajo en la manera de
plantearlo, operarlo, defenderlo.
Peor todavía, la brocha gorda de ANDRÉS
MANUEL tiene muchos aplaudidores interesados (como el gringo ACKERMAN o el
asturiano TAIBO), pero carece olímpicamente de autocrítica.
En psicología le llaman discernimiento.
Pasar las ocurrencias por un cernidor previo, por una criba, como el agricultor
que separa la paja del grano. El gambusino que separa el oro del fango.