Mixtura
de propósitos generosos y posturas extravagantes. El decálogo fue presentado en
sociedad durante un evento masivo donde trabajadores del SNTE y la CNTE participaron
como organizadores y público. Orquestando arriba y aplaudiendo abajo.
Diez
mandamientos, en efecto, donde el ANDRÉS MANUEL lúcido y sensible se
entremezcla con ese otro LÓPEZ OBRADOR terco y caprichoso que predica y opera
en base a ocurrencias.
En
el primer caso, el del candidato razonable y bien plantado, se ubicarían los propósitos
1, 5, 7, 8 y 10, encaminados hacia metas viables y loables.
Por
principio, merecería el apoyo y el mejor de los aplausos un gobierno que logre (punto
1) “fortalecer la educación pública, gratuita y de calidad en todos los niveles
escolares.”
Y,
en efecto, resulta necesario (punto 5) “fortalecer a las escuelas normales y a
la Universidad Pedagógica Nacional para actualizar métodos de enseñanza y
aprendizaje y mejorar la calidad de la educación”.
También
se observa plausible (punto 7) su dicho de “elaborar conjuntamente con los
maestros, padres de familia, con pedagogos, especialistas, un plan educativo
que mejore de verdad la calidad de la enseñanza sin afectar los derechos
laborales del magisterio.”
En
el mismo tenor, se escucha congruente (punto 8) el respeto a la independencia de
los trabajadores educativos, para que el gobierno no intervenga en la vida
interna de sus organizaciones y garantice la plena democracia sindical.
Por
igual se antoja atractiva la propuesta (punto 10) de eliminar las cuotas escolares
para que el gobierno asuma la responsabilidad de proporcionar mantenimiento a
los planteles, destinando el presupuesto suficiente. Hasta aquí vamos bien.
CLAROSCUROS
El
lado incierto de dicho decálogo asoma en los mandamientos 2, 3, 4, 6 y 9, plagados
(en mayor o menor medida) de incongruencias.
La
del punto 2, porque no representa novedad alguna el prometer “alimentación en
todas las escuelas de educación básica de las zonas pobres y marginadas del
país”, si recordamos la muy antigua tradición institucional de los desayunos escolares.
AMLO
tendría que especificar la diferencia entre su plan y los programas similares
desarrollados por décadas bajo gobiernos priístas y luego adoptados en
administraciones del PAN y otros partidos, incluyendo el PRD.
¿Cobertura,
frecuencia, cantidad, contenido nutricional?, vaya usted a saber, pero la idea
es presentada con la felicidad de quien anuncia entre trompetas el portentoso
descubrimiento del agua tibia.
En
el inciso 3 habla de otorgar “una beca mensual para evitar la deserción escolar”
a todos los estudiantes de preparatoria o nivel medio superior. Ande usted.
El
planteamiento emplea la palabra “todos”, no precisa nivel de ingresos en sus destinatarios,
ni siquiera aclara si dicha beca estará supeditada a resultados (mínimos de
calificación) o, por lo menos, la aprobación del ciclo escolar (año, semestre, tetramestre).
Por
el mismo rumbo va el punto 4 donde establece que habría una beca de 2 mil 400
pesos mensuales para estudiantes universitarios de escasos recursos. Gesto que
parece disfrutar intensamente siempre que lo anuncia. Regalar, a puños, dinero
del contribuyente.
Las
dudas son las mismas: ¿Si el alumno reprueba le sostendrán la beca?, o bien, ¿cuántas
materias tendrá que reprobar antes de perder dicha ayuda?, ¿puede eternizarse
como fósil y seguir cobrando?
En
este mismo inciso cuarto, el candidato asegura tajantemente que “no habrá
rechazados”. Promete así, garantizar el 100% de la inscripción a todos los
jóvenes que quieran entrar a las universidades.
Pero
se equivoca ANDRÉS MANUEL en el diagnóstico si cree que las universidades
rechazan a sus solicitantes únicamente por falta de cupo o de dinero para pagar
las cuotas.
Igual
ocurre porque reprueban el examen de admisión. Resulta entonces escalofriante su
propuesta de eliminar el control de calidad como filtro obligado entre los estudiantes
de nuevo ingreso.
Sin
los conocimientos y aptitudes necesarios, resulta una verdadera aberración
abrir la puerta a cualquiera que porte un papelito donde acredite haber cursado
preparatoria (o equivalente).
Tampoco
explica el tabasqueño de qué método se valdrá para que las universidades (en su
mayoría, autónomas, incluyendo la UNAM) acaten dicha disposición, en automático.
¿Por ósmosis?, ¿varita mágica?
Siendo
instituciones donde (por antonomasia) reside el pensamiento crítico, ¿cómo hará
para que obedezcan sin chistar y qué medidas tomará en caso de que se opongan
o, sencillamente, desoigan sus propuestas?
DICHOS Y HECHOS
En
cuanto al punto 6, a nadie sorprende el que reincida en su oferta de cancelar
la reforma educativa. El asombro nace cuando promete enviar desde el inicio de
su gobierno las correspondientes iniciativas de reformas.
Y
ello porque en una reciente entrevista televisiva (el programa Tercer Grado)
había asegurado de manera categórica que no promovería nuevas leyes ni cambios a
la Carta Magna en sus primeros tres años de gobierno.
Solo
que (ojo) el echar abajo la referida reforma docente (como ahora lo reconfirma)
exigiría la aprobación de cambios constitucionales.
Ahí
mismo, en el sexto mandato de su decálogo, ofrece justicia a los trabajadores “cesados
injustamente”, a “presos políticos” y “víctimas de la violencia”.
Hábil
gancho de venta, pensado en una audiencia concreta. Digamos que tiene todo el
aspecto y empaque de un mensaje para consumo local. Es diestro el hombre en
esos tiros de precisión.
Bástenos
recordar que LÓPEZ OBRADOR ha encontrado serias dificultades para ser admitido
entre grupos radicales como la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)
que controlan, con la CNTE, al magisterio en dicho estado.
A
ellos van dirigidas las promesas de (1) reinstalar a profesores cesados, que en
realidad eran aviadores y comisionados cobrando sin trabajar y (2) liberar a presuntos
“presos políticos”, muchos de ellos responsables de delitos comunes (y nada
políticos) como tomar carreteras, quemar autobuses y vandalizar oficinas
públicas.
Pero
así es ANDRÉS MANUEL, el candidato líder en las encuestas, al que 18 años de ataques
parecen haberlo inmunizado contra toda crítica y le han formado una coraza
impenetrable.
El
señor perseverancia que hoy marcha por la República como domador y franquiciario
del mítico tigre mexicano, representación de la furia popular, vieja pesadilla entre
las élites desde tiempos de PORFIRIO DÍAZ.
Predador
feroz al que AMLO promete serenar si gana el próximo julio o bien dejarlo
suelto, si los resultados oficiales le son desfavorables. Por sí o por no, el
miedo es real.