viernes, 4 de mayo de 2018

AMLO, ¿cuál de todos?


Cd. Victoria, Tam. – Que un candidato sea motivo de aplauso y rechazo en distintos sectores del mercado electoral resulta del todo comprensible. Hay para todos los gustos.
Pero que un mismo aspirante provoque a lo largo del día (¡y en la misma persona!) sentimientos encontrados, es algo que ocurre de manera muy acentuada en el caso de ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Y esto sucede entre el sector más crítico del electorado, quienes observan el comportamiento de los competidores sin condicionamientos ni prejuicios.
Es decir, sin compromisos de orden emocional, lo cual permite detectar de manera más clara incongruencias y contradicciones en lo que dicen y hacen los candidatos. Trayectoria y propuestas.
Existe un amplio universo de votantes que no se ha dejado atrapar por esa suerte de partidarismo incondicional, inmaduro, adolescente, tan parecido todavía a las identidades futboleras, donde se es chiva, puma, tigre, águila o cementero, sin importar lo bien o mal que juegue su equipo.
Pero la política no es un deporte, aunque a ratos lo parezca. Perdura, por ello, un ciudadano escéptico que no vota por devoción, sino por el más libre y elemental ejercicio de la razón práctica. Sentido común.
Y es este elector quisquilloso y desconfiado, al que las disparidades de AMLO y su oferta política hacen mucho ruido y le generan las respuestas ambivalentes (a menudo antagónicas) referidas al principio.

LOS FIELES
Por supuesto, los cinco candidatos presidenciales, ANDRÉS MANUEL, RICARDO, TOÑO, MARGARITA y JAIME tienen (todos) un sector de seguidores leales, prácticamente inamovibles al que conocemos como voto duro.
Quienes jamás van a cambiar su esquema de simpatías, pase lo que pase. Simpatizantes de tiempo completo que ya ajustaron su visión del mundo a la medida de sus preferencias.
En las ciencias de la comunicación suele citarse al psicólogo norteamericano LEÓN FESTINGER y su teoría de la disonancia cognitiva para explicar estos asuntos.
Cuando individuos y grupos remodelan su percepción de la realidad para superar el conflicto que generan nociones incompatibles y creencias de naturaleza contradictoria.
La muy humana tendencia a reducir tal discordancia puede llevarlos a revalorar los factores opuestos mediante el esfuerzo de minimizar (o, de plano, no ver) los negativos de su candidato, para registrar de manera exclusiva y magnificada los aciertos del mismo.
En consecuencia (y en aras de reafirmar su sistema de creencias) la persona realizaría la operación inversa cuando valore a los adversarios, exaltando sus negativos y empequeñeciendo sus logros.
Ciertamente, al cabo de ello reduce la tensión interna. Por lo menos en el plano superficial y de manera temporal, se mitiga el conflicto, aunque allá afuera la realidad diga otra cosa.

LOS INFIELES
Valga el señalamiento para deslindar responsabilidades entre el ciudadano que observa y el candidato observado. Suele culparse al primero, injustamente.
Importa rectificar, pasar por la criba. Subrayar el fenómeno porque no siempre se tiene conciencia de su origen, naturaleza, etiología o como guste usted llamarlo.
No señor elector, conserve la calma, duerma tranquilo, usted no tiene culpa alguna. Usted no se ha vuelto loco, si acaso un poco desesperado, como dijera la señora TREVI.
Por ello, antes que nada, necesario es entender ambos roles, observador y observado.
Representa una crueldad reprender al votante cuando lo vemos oscilar entre opiniones antitéticas, reacciones contradictorias, emociones encontradas, en el caso específico de AMLO.
Habrá que subrayarlo las veces que sea necesario, el problema no está en la gente. La ambivalencia radica en la personalidad misma de LÓPEZ OBRADOR. Es su multiplicidad de facetas lo que genera tal disparidad.
Está en su naturaleza, lo que dice, lo que expresa este hombre que, como es del conocimiento público, hoy recorre el país con muy alta probabilidad de convertirse en presidente, tras la elección de julio próximo.
Es puntero indudable al que sus propios detractores han puesto ya la etiqueta de inalcanzable.

RAÍZ DEL PROBLEMA
Personalidad múltiple, hay un AMLO incendiario al que invocan (con conocimiento de causa, creo) PACO IGNACIO TAIBO y GERARDO FERNÁNDEZ NOROÑA.
Sin duda distinto al personaje conciliador y ecuánime descrito por TATIANA CLOUTHIER, ALFONSO ROMO, ABEL HIBERT, GABRIELA CUEVAS, ROBERTO GIL ZUARTH, MANUEL ESPINO y GERMÁN MARTÍNEZ, estos dos últimos exdirigentes nacionales del PAN.
Uno es el AMLO benevolente y solidario, que le habla a la cámara con suavidad y mirada de esperanza en los promocionales de su partido.
Y bajo el mismo nombre de ANDRÉS MANUEL (con ligeras variantes en su expresión facial) asoma otra persona que insulta a columnistas críticos (RAYMUNDO RIVA PALACIO, JESÚS SILVA HERZOG) el mismo que alguna vez tildó al periódico EL UNIVERSAL como “pasquín de la mafia del poder”, tan solo porque no le gustaron algunas de sus encuestas.
Existe el padre cariñoso del pequeño JESÚS ERNESTO, el esposo enamorado que observa con embeleso a su compañera BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER, interpretando una melodía de SILVIO RODRÍGUEZ.
Pero también el orador furibundo que descalifica de un plumazo a sus oponentes y levanta su puño para pintar una raya tajante entre la validez única de su candidatura y el carácter fársico de sus competidores, a los que (sin excepción) tipifica como personeros de la mafia del poder.
Hay un AMLO digno de aplauso y apoyo entusiasta que propone la austeridad como norma de gobierno, la honestidad, el combate frontal a la corrupción, el derroche y los privilegios.
Y otro muy distinto promete (sin sustentar) 2 millones 300 mil aviadurías de 2 mil 400 pesos al mes a jóvenes desempleados, para convertir (asegura) a los sicarios en becarios.
Por todo ello, mire usted, si (de por sí) ya representa un problema escoger entre cinco candidatos visibles, aún más difícil resulta zambullirse en la personalidad estratificada del abanderado tabasqueño, para elegir por cuál de todos los AMLOS existentes, pudiéramos votar.
Menú amplio, el suyo, acaso reflejo de las contradicciones inherentes al alma mexicana.
Alma fracturada que, quizás por ello, encuentra en ANDRÉS MANUEL su más vivo retrato.