Cd. Victoria, Tam. – Que un candidato sea motivo de aplauso y rechazo en
distintos sectores del mercado electoral resulta del todo comprensible. Hay
para todos los gustos.
Pero que un mismo aspirante provoque a
lo largo del día (¡y en la misma persona!) sentimientos encontrados, es algo
que ocurre de manera muy acentuada en el caso de ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Y esto sucede entre el sector más crítico
del electorado, quienes observan el comportamiento de los competidores sin condicionamientos
ni prejuicios.
Es decir, sin compromisos de orden
emocional, lo cual permite detectar de manera más clara incongruencias y
contradicciones en lo que dicen y hacen los candidatos. Trayectoria y
propuestas.
Existe un amplio universo de votantes
que no se ha dejado atrapar por esa suerte de partidarismo incondicional, inmaduro,
adolescente, tan parecido todavía a las identidades futboleras, donde se es chiva,
puma, tigre, águila o cementero, sin importar lo bien o mal que juegue su equipo.
Pero la política no es un deporte,
aunque a ratos lo parezca. Perdura, por ello, un ciudadano escéptico que no
vota por devoción, sino por el más libre y elemental ejercicio de la razón
práctica. Sentido común.
Y es este elector quisquilloso y
desconfiado, al que las disparidades de AMLO y su oferta política hacen mucho
ruido y le generan las respuestas ambivalentes (a menudo antagónicas) referidas
al principio.
LOS
FIELES
Por supuesto, los cinco candidatos
presidenciales, ANDRÉS MANUEL, RICARDO, TOÑO, MARGARITA y JAIME tienen (todos)
un sector de seguidores leales, prácticamente inamovibles al que conocemos como
voto duro.
Quienes jamás van a cambiar su esquema
de simpatías, pase lo que pase. Simpatizantes de tiempo completo que ya
ajustaron su visión del mundo a la medida de sus preferencias.
En las ciencias de la comunicación suele
citarse al psicólogo norteamericano LEÓN FESTINGER y su teoría de la disonancia
cognitiva para explicar estos asuntos.
Cuando individuos y grupos remodelan su
percepción de la realidad para superar el conflicto que generan nociones incompatibles
y creencias de naturaleza contradictoria.
La muy humana tendencia a reducir tal discordancia
puede llevarlos a revalorar los factores opuestos mediante el esfuerzo de minimizar
(o, de plano, no ver) los negativos de su candidato, para registrar de manera exclusiva
y magnificada los aciertos del mismo.
En consecuencia (y en aras de reafirmar
su sistema de creencias) la persona realizaría la operación inversa cuando
valore a los adversarios, exaltando sus negativos y empequeñeciendo sus logros.
Ciertamente, al cabo de ello reduce la
tensión interna. Por lo menos en el plano superficial y de manera temporal, se
mitiga el conflicto, aunque allá afuera la realidad diga otra cosa.
LOS
INFIELES
Valga el señalamiento para deslindar
responsabilidades entre el ciudadano que observa y el candidato observado.
Suele culparse al primero, injustamente.
Importa rectificar, pasar por la criba.
Subrayar el fenómeno porque no siempre se tiene conciencia de su origen,
naturaleza, etiología o como guste usted llamarlo.
No señor elector, conserve la calma, duerma
tranquilo, usted no tiene culpa alguna. Usted no se ha vuelto loco, si acaso un
poco desesperado, como dijera la señora TREVI.
Por ello, antes que nada, necesario es entender
ambos roles, observador y observado.
Representa una crueldad reprender al
votante cuando lo vemos oscilar entre opiniones antitéticas, reacciones
contradictorias, emociones encontradas, en el caso específico de AMLO.
Habrá que subrayarlo las veces que sea
necesario, el problema no está en la gente. La ambivalencia radica en la
personalidad misma de LÓPEZ OBRADOR. Es su multiplicidad de facetas lo que
genera tal disparidad.
Está en su naturaleza, lo que dice, lo
que expresa este hombre que, como es del conocimiento público, hoy recorre el
país con muy alta probabilidad de convertirse en presidente, tras la elección
de julio próximo.
Es puntero indudable al que sus propios
detractores han puesto ya la etiqueta de inalcanzable.
RAÍZ
DEL PROBLEMA
Personalidad múltiple, hay un AMLO incendiario
al que invocan (con conocimiento de causa, creo) PACO IGNACIO TAIBO y GERARDO
FERNÁNDEZ NOROÑA.
Sin duda distinto al personaje conciliador
y ecuánime descrito por TATIANA CLOUTHIER, ALFONSO ROMO, ABEL HIBERT, GABRIELA
CUEVAS, ROBERTO GIL ZUARTH, MANUEL ESPINO y GERMÁN MARTÍNEZ, estos dos últimos
exdirigentes nacionales del PAN.
Uno es el AMLO benevolente y solidario, que
le habla a la cámara con suavidad y mirada de esperanza en los promocionales de
su partido.
Y bajo el mismo nombre de ANDRÉS MANUEL
(con ligeras variantes en su expresión facial) asoma otra persona que insulta a
columnistas críticos (RAYMUNDO RIVA PALACIO, JESÚS SILVA HERZOG) el mismo que alguna
vez tildó al periódico EL UNIVERSAL como “pasquín de la mafia del poder”, tan solo
porque no le gustaron algunas de sus encuestas.
Existe el padre cariñoso del pequeño
JESÚS ERNESTO, el esposo enamorado que observa con embeleso a su compañera BEATRIZ
GUTIÉRREZ MÜLLER, interpretando una melodía de SILVIO RODRÍGUEZ.
Pero también el orador furibundo que descalifica
de un plumazo a sus oponentes y levanta su puño para pintar una raya tajante
entre la validez única de su candidatura y el carácter fársico de sus
competidores, a los que (sin excepción) tipifica como personeros de la mafia
del poder.
Hay un AMLO digno de aplauso y apoyo
entusiasta que propone la austeridad como norma de gobierno, la honestidad, el
combate frontal a la corrupción, el derroche y los privilegios.
Y otro muy distinto promete (sin
sustentar) 2 millones 300 mil aviadurías de 2 mil 400 pesos al mes a jóvenes
desempleados, para convertir (asegura) a los sicarios en becarios.
Por todo ello, mire usted, si (de por
sí) ya representa un problema escoger entre cinco candidatos visibles, aún más
difícil resulta zambullirse en la personalidad estratificada del abanderado
tabasqueño, para elegir por cuál de todos los AMLOS existentes, pudiéramos
votar.
Menú amplio, el suyo, acaso reflejo de
las contradicciones inherentes al alma mexicana.
Alma fracturada que, quizás por ello, encuentra en ANDRÉS MANUEL su más vivo retrato.
Alma fracturada que, quizás por ello, encuentra en ANDRÉS MANUEL su más vivo retrato.