Cd.
Victoria.- La tesis de una entrega pactada del
poder en Tamaulipas es más vieja de lo que muchos suponen. La venimos
escuchando al menos desde 1992 y los posteriores cotejos de 1998, 2004, 2010 y
2016.
Algún resorte anímico se complace en ello,
en los planos individual y social, cierta gratificación inconfesable, diletante
morbidez, deleite raro.
Como aquellos augures que cada año anuncian
el fin de los tiempos y dicen escuchar las trompetas del Apocalipsis, no por
certeza sino por mero deseo de que algo distinto pase en sus pobres vidas y los
rescate de su muy personal marasmo.
Pues bien, en días recientes, desde algún
lugar perdido de la galaxia, cierto locutor en retiro se disfrazó de profeta
para hacer circular un video donde presagia el advenimiento de una presunta transferencia
negociada del poder al panista PACO CABEZA.
NADA
NUEVO
La elucubración tiene por antecedente el
modelo de concesiones otorgadas en los años ochentas y noventas por CARLOS
SALINAS al partido albiazul.
Solo que en aquel contexto tenían una
explicación, me parece que bastante clara.
Tales desplantes de presunta justicia
formaban parte de una estrategia de posicionamiento gestionada por el señor
SALINAS cuando medio país cuestionaba su legitimidad.
La elección de 1988 se encontraba
seriamente impugnada por los seguidores de CUAUHTEMOC CÁRDENAS y MANUEL
CLOUTHIER.
Buscaba SALINAS, pues, construir en los
hechos la legitimidad que las urnas no le habían otorgado y la prensa
internacional ponía en tela de juicio.
De ahí la razón para enviar una candidata muy
débil a Baja California, MARGARITA ORTEGA, quien sería derrotada fácilmente por
el panista ERNESTO RUFFO.
O sacrificar a cartuchos quemados como
FAUSTO ZAPATA en San Luis o RAMON AGUIRRE en Guanajuato para lavar la cara a
SALINAS y darle aires de estadista moderno.
Los pactos con el PAN tenían además el
objetivo de afianzar su apoyo a las reformas constitucionales que aquel
gobierno tenía en cartera.
Privatizar bancos, siderúrgicas, petroquímica,
telefonía, televisoras, ingenios y tierras ejidales, entre tantos otros rubros.
A falta de mayoría constitucional en las
cámaras, era necesario el voto de diputados y senadores albiazules para que el
puñado de reformas encontrase rumbo cierto. Esa es la historia de referencia y
tal fue su contexto.
LA
DINÁMICA ACTUAL
Desde luego, en el presente 2016 las
condiciones son otras. El arribo de PEÑA NIETO a Los Pinos procedió de manera
natural, siendo puntero en las encuestas desde los años previos y sin el
problema de legitimidad que acosó siempre a CARLOS SALINAS.
El actual presidente tampoco ha tenido
necesidad de conceder gubernaturas al PAN a cambio del apoyo cameral a sus
proyectos legislativos.
De hecho, el pacto entre partidos negociado
desde el primer día de su gobierno fructificó en media docena de reformas
durante los 18 meses iniciales, sin requerir sacrificios electorales.
Por todo ello, ni durante el liderazgo de
CESAR CAMACHO ni bajo la actual dirigencia de MANLIO FABIO BELTRONES se han
adoptado entregas pactadas del poder en estado alguno, como si lo hizo SALINAS de
manera reiterada a través de su entonces jefe tricolor LUIS DONALDO COLOSIO.
Es decir, el PRI de PEÑA NIETO ha sabido amarrar
acuerdos con el PAN y el PRD en las cámaras sin perder competitividad en las
urnas ni entregar territorios.
Si además recordamos que el presidente se
encuentra ya en el cuarto año de su mandato, resulta difícil esperar un cambio
en su estilo de conducción política.
Por ende, cualquier triunfo que las
organizaciones opositoras obtengan (o quieran lograr) el próximo verano deberá
ser por mérito propio y no por concesión graciosa del partido gobernante.